Palabra Pública N°25 2022 - Universidad de Chile
No es necesario hacer una investigación minuciosa de la historia para probar que las guerras han sido lideradas por varones. El conflicto en Ucrania nos recuerda que las mujeres sí aparecen en ellas: como madres que huyen con sus hijos, como víctimas de la destrucción, de la muerte. Sin embargo, nadie les pregunta cómo se pudo evitar el desastre. Mientras las mujeres tengan voz, pero todavía no sean escuchadas como sujeto político, estamos condenados a eufemismos que no nombran la violencia del neoliberalismo colonial, racista y patriarcal. POR PAULA ARRIETA GUTIÉRREZ Me desagrada dejar sin contestación una carta tan notable como la suya, una carta que quizá sea única en la historia de la humana correspondencia, pues ¿cuán- do se ha dado el caso, anteriormente, de que un hombre culto pregunte a una mujer cuál es la manera, en su opi- nión, de evitar la guerra? — VirginiaWoolf, 1938 L evantar sentencias absolutas so- bre la guerra conlleva siempre el peligro de apenas rasgar la super- ficie de un problema enorme al cual, además, asistimos a través de fuentes cada vez más dudosas. Fulminantes, como la guerra misma, los medios de comunicación y las redes sociales emiten un ruido ensordecedor que im- pide encontrar un espacio para tirar de un hilo, sobre todo cuando los sentidos parecen no alcanzar para entender, naturalizándose día a día la violencia y su visualidad, su repercusión, su herida. Entre ficciones de buenos y malos, víctimas y victi- marios, Oriente y Occidente, hasta civilización demo- crática y barbarie autoritaria, las dicotomías cada vez más veloces tienden a empobrecer las perspectivas, y, lo que es peor, la sensibilidad. Probemos con otras pre- guntas que han empezado a rondar: ¿Es la guerra un asunto de hombres? ¿Está la guerra encarnada en aque- llo que identificamos como típicamente masculino? No es necesario hacer una investigación tan minu- ciosa de la historia para establecer una estadística que demuestre, de manera abrumadora, que las guerras han sido insistentemente lideradas por hombres. Aunque hay excepciones, veremos un catálogo completo de mesas de negociación integradas por varones, incluyendo las imágenes que hoy nos llegan, en las que dos hileras de hombres, frente a frente, actúan ante la cámara una bús- queda de salida al conflicto, mientras cientos caen bajo las bombas y otros millones se ven obligados a abandonar sus casas. Esta ineludible evidencia, sin embargo, no de- bería llevarnos tan rápidamente a una respuesta, pues la pregunta misma carga con un esencialismo peligroso, tan peligroso como el esencialismo de la violencia. Esas fotografías de hombres poderosos negocian- do el mundo vienen acompañadas por las voces de otros hombres intentando explicarnos el conflicto en todas partes del mundo. Excancilleres, analistas internacionales o incluso hombres con muchísima menos preparación se levantan como una voz au- torizada para ordenar, filtrar y dar coherencia a los acontecimientos. No lo logran, nunca, pero ahí están explicando esto y muchas otras cosas. Casi todas las que se despliegan en la arena pública. No todo escenario es una batalla y, ciertamente, no toda arena pública es comparable con la guerra, pero LOS HOMBRES, LA GUERRA Y LOS CUERPOS SIN VOZ 10
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