Palabra Pública N°25 2022 - Universidad de Chile

virtiera en la capital mundial del lavado de dinero, un lugar que el periodista antimafia Roberto Saviano ha des- crito como “el más corrupto del planeta”. Putin ha jugado con nuestras debilidades. Tras los de- sastres de una guerra manifiestamente ilegal en Irak y la debacle de la reciente y desastrosa retirada de Afganistán, el presidente ruso podría estar apostando a que no tene- mos la valentía para oponernos a su actitud autoritaria, anárquica e intimidatoria. Tal vez tiene razón. Tal vez nuestro apego al dinero y nuestra dependencia del gas ruso nos impidan tener el co- raje de enfrentarnos a él. Pero espero que no. Su apuesta representa un desafío fundamental para la estabilidad euro- pea y el orden internacional posterior a 1945. No es la primera vez que Rusia invade estos terri- torios: en septiembre de 1914 ocupó Lviv, causando la huida de miles de personas, incluido mi abuelo; la Unión Soviética volvió en septiembre de 1939 y en el verano de 1944 para quedarse, hasta que Ucrania logró su independencia, en 1991. La generación que vivió esas guerras en Europa casi no existe, y los europeos que han vivido durante tres genera- ciones sin experimentar conflictos militares de esta escala están profundamente conmocionados, ajenos hasta ahora a una experiencia personal de lo que significa una guerra. Pero la historia no desaparece así como así, y la guerra está en nuestra puerta. *** Las sanciones y medidas económicas por sí mismas no pueden hacer frente a este grave desafío. No es el mundo de ayer, de 1939 y de las invasiones de Hitler. Ahora hay reglas claras y establecidas, redactadas luego de la Segunda Guerra Mundial para protegernos de ese tipo de militarismo y que están plasmadas en la Carta de las Naciones Unidas, lo más cercano que tenemos a una constitución internacional. Son precisamente los compromisos más importantes de la Carta los que han sido violados por Putin. A ellos se su- man otros acuerdos como el Memorándumde Budapest sobre Garantías de Seguridad de 1994, en el que Ucrania cedió su material nuclear a cambio de garantías para su independencia, de respeto por su integridad territorial y del no uso de la fuerza. Son compromisos en los que mandos y soldados, e incluso el presidente y sus consejeros, están sujetos a la jurisdicción de la Corte Penal Internacional con respec- to a Ucrania: las reglas de la CPI dejan claro que los jefes de Estado no tienen inmunidad. En paralelo a las gestiones de la CPI, otros organismos como el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Es- trasburgo y la Corte Internacional de Justicia de La Haya han iniciado también sus propias pesquisas. Sin embargo, hay un vacío legal en todas las gestiones internacionales: ningún organismo tiene jurisdicción para investigar y per- seguir el “crimen de agresión” que se está perpetrando en el territorio ucraniano. Y esa es la razón por la que necesi- tamos un tribunal internacional especial, idea que ha sido aprobada por representantes de Relaciones Exteriores de once países europeos. Irónicamente, fue un jurista soviético, Aron Trainin, el responsable de gran parte del trabajo de investigación necesario para que los “crímenes contra la paz” —llama- dos “crimen de agresión” hoy, recordemos— fueran in- corporados en el derecho internacional. Fueron en gran medida sus ideas las que convencieron a estadounidenses y británicos de incluir los “crímenes contra la paz” en el Estatuto de Núremberg. El propio Putin conoce muy bien Núremberg: su her- mano mayor murió a los dos años en el asedio a Leningra- do, y ha sido un defensor de la famosa sentencia de 1946 que declaró a 12 de los 22 acusados nazis culpables de “crí- menes contra la paz”, entre ellos, Hermann Göring, Rudolf Hess y Joachim von Ribbentrop. Pero parece que no existe forma de apaciguar a Putin: Chechenia, Georgia, Crimea y ahora toda Ucrania lo prueban. El tiempo que he pasado en Lviv, la ciudad de mi abuelo, me ha dado un agudo sentido de la historia, una historia trágica que se repetirá una y otra vez a menos que actuemos con firmeza. Dejemos que Putin recoja lo que ha sembrado. Dejemos que se enfrente al legado de Núremberg. In- vestiguémoslo personalmente por esta horrible agresión. --- Texto publicado originalmente en el Daily Mail, de Reino Unido, el 4 de marzo de 2022. Traducción de Sofía Brinck. PHILIPPE SANDS Londres, 1960. Profesor de Derecho Internacional en el University College de Londres y abogado. Ha participado en juicios internacionales en el Tribunal de Justicia de la Unión Europea y en la Corte Penal Internacional de La Haya relacionados a la guerra de Yugoslavia, el genocidio de Ruanda, las torturas en Guantánamo y el caso Pinochet. Es autor de los libros Calle Este-Oeste (2017) y Ruta de escape (2021), entre otros. «Las sanciones y medidas económicas por sí mismas no pueden hacer frente a este grave desafío. Este no es el mundo de ayer, de 1939 y de las invasiones de Hitler. Ahora hay reglas claras y establecidas para protegernos de ese tipo de militarismo». 9

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