Palabra Pública N°23 2021 - Universidad de Chile

MAURICIO BARRÍA Dramaturgo e investigador teatral. Doctor en Filosofía con mención en Estética y Teoría del Arte de la U. de Chile. Profesor Asociado del DETUCH. Ganador de la Muestra de Dramaturgia Nacional en tres oportunidades. Entre sus trabajos recientes están De Luanda Lumbanga (2020) y AppRecuerdo, junto a Rimini Protokoll (2017). lo fantástico, a pesar de lo conocido, resulta emocio- nante por la referencia a lo real de esta historia. El personaje de Gregoria, maravillosamente interpre- tado por Catalina Saavedra, fue En todo pasajero debe des- cender encarnado por Bélgica Castro, como si de su alter ego se tratara. Sabemos que cuando hablan de Víctor, un antiguo amigo, se refieren a Víctor Jara, y que el biógra- fo hace referencia al propio Alejandro Sieveking. De este modo, lo que en principio podría parecer una poética del realismo mágico y absurdo —que conocemos tan bien en la dramaturgia de Sieveking en textos como Ánimas de un día claro (1959), Los tres tristes tigres (1967) o La mantis religiosa (1971)— se convierte en un tipo de ale- goría sobre el teatro, su dañada condición en pandemia y su vínculo esencial con la memoria colectiva. En efecto, es sobre la memoria que gira este mon- taje, encarnada en la figura de esta vieja actriz que sufre de demencia senil y que no logra reconstituir la prosa de sus recuerdos. Esta disociación se amplifica cuando apa- rece desde el foso del escenario otra Gregoria (Carolina Larenas), esta vez más joven y más decidida, que entra en un diálogo absurdo con su versión más vieja. El tex- to en ningún momento busca confundir los planos de realidad, más bien los asume con naturalidad: sabemos que Guillermo está muerto o que ella está desvariando. La fuerza del montaje es que, sabiendo todo eso, sigue produciendo una rara inquietud: acaso la resonancia de ese real que opera como un texto subterráneo. La trama se complica, pues los obreros conminan a la señora a abandonar el espacio, a pesar de la inter- vención de Joselyn (Carolina Paulsen), antigua dueña de ese café que dice que llamará a la hija de la actriz para que la venga a buscar (otra referencia cruzada en relación al hijo adoptivo de Bélgica). En ese momento, aparece una tercera Gregoria, esta vez en el cuerpo de un hombre (Guilherme Sepúlveda), que va a conducir a la vieja actriz al encuentro de un instante de su vida. Una de las frases reiterativas que pronuncia la versión mayor de Gregoria alude al lugar donde van a parar los parlamentos dichos por ella a lo largo de su carrera y, por consiguiente, se pregunta dónde quedan todas las mujeres que fue. Nos percatamos que había algo que esta mujer debía recordar y que es la razón de su espera. Ahí, la tercera Gregoria le propone interpretar un texto que él le va a dictar a través de un telepronter. Esta escena no es otra que un fragmento de Ánimas de día claro . Un momento de gran belleza, tanto por lo que significa este pasaje en el contexto de la vida de Sieve- king y Castro, como por su alusión a nuestra propia historia teatral, tan poco apreciada a veces. En la cita se superponen varias capas textuales: el referente histórico de la obra, la biografía de los pro- pios amantes y el elenco actual que sube a un escenario luego de meses de encierro. Un pliegue de tiempos, una explosión de presencias fantasmales que viven en- tre nosotros y con nosotros. Sabemos que el teatro es una metáfora del funcio- namiento de la memoria, en cuanto recordar es volver a poner en escena, es hacer presente lo desaparecido, lo ausente. Sobre la escena teatral se constituye esta memo- ria colectiva que interpela a la comunidad, obligándola a reconocerse en ella y a hacerle presente lo soportable o lo insoportable de su propia identidad. La comunidad, de este modo, se reúne en torno a este vivenciar teatralizado de sus propios dolores. Paren la música , desde su título, alude a esta imagen espectral de un Orfeo ingresando al infierno para rescatar al fantasma de su amor. La música es el lenguaje de los muertos, el modo en que cobran presencia sus susurrantes existencias. Pero la música es también una invitación al silencio. Una solici- tud a detener el tráfago ensordecedor de la cotidianidad; a detenernos para descubrir el sentido profundo de esa expresión de ser-para-la-muerte, pues ante la muerte descubrimos lo significativo de una experiencia. Acaso la música hoy, en este hoy, mientras esperábamos esta puesta en escena, no era sino la incitación a detenernos para recordar a los que nos dejaron en estos 18 meses. Silencio (teatral). El montaje culmina con una escena que de alguna manera estaba presagiada. La primera Gregoria, sola frente a un contraluz, descifrando el enigma de su Gre- gorio: “te espero en el fuego del filamento”. La luz se corta, como se acaban las vidas. El trabajo de Cristián Plana en la dirección y de Nona Fernández en la escritura es sutil en el recurso a la cita que se despliega en el montaje, como la reali- zación de una obra dentro de una obra en demolición y el uso de algunos trucos escénicos, como salir de fo- sos, usar y abusar del contraluz, el vestuario elocuente- mente teatral y el juego de recreación escénica de una emblemática obra que alude a la propia historia del TNCH, que está celebrando sus 80 años. El trabajo con la visualidad es sencillo y preciso. La iluminación construye una atmósfera cálida, co- laborando muy bien con la secuencia narrativa de la puesta en escena. Luego, esos artefactos de fondo que remiten a estructuras que desnudan la anatomía de una construcción demolida. Imágenes de una ruina, otra vez una alegoría nostálgica de algo acontecido. Todo este diseño está a cargo de Claudia Yolin. Un ejercicio sobre la memoria, una pequeña elegía de un amante a su amada que ahora perviven, a través de nosotros, como ánimas en un Chile convulsionado. teatro 63

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