Palabra Pública N°23 2021 - Universidad de Chile

E n agosto se dio a conocer el último informe del IPCC, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático. En él, se refuerza lo que hace años se sabe en el mundo científico: las modificaciones en el clima ya son ob- servables, algunas son irreversibles, y además de tener con- secuencias importantes, afectan significativamente más a los países, regiones y personas más vulnerables. La conclusión a la que inevitablemente llegamos es que, como humanidad, he- mos cambiado el clima del planeta y, por lo mismo, ahora de- bemos cambiar nosotros mismos por varias razones: para fre- nar el impacto (reduciendo los gases de efecto invernadero), para recuperar los ecosistemas deteriorados (los mismos que nos protegerían de los efectos del clima) y para adaptarnos a los nuevos patrones de precipitaciones, a los eventos extremos y a las altas temperaturas. Lo cierto es que ni siquiera en el escenario más optimista el clima será como lo conocíamos. Estamos enfrentando una profunda crisis civilizatoria que se manifiesta en cambios vertiginosos y con profundos desafíos políticos, económicos, sociales y ambientales. Hoy, la sociedad está obligada a adaptarse a las nuevas condiciones que ella misma ha generado y que pondrán en tela de juicio nuestras formas de vida e incluso nuestra propia viabilidad como especie. La drástica disminución de la biodiversidad, la amplia contaminación de los ecosistemas terrestres y marítimos, junto con el aumento de la temperatura del planeta, nos con- frontan con los hábitats en proceso de cambio, dificultando la existencia en algunos territorios por falta de agua, aumen- to de inundaciones, incendios u otros fenómenos extremos. Crisis alimentaria, procesos migratorios, conflictos por com- petencia de recursos, entre otras consecuencias sociales, ya son parte de la cotidianeidad. Pero, ¿qué significa esto para el día a día? ¿Por qué no he- mos logrado controlar nuestro impacto en el planeta? ¿Qué hay detrás de estas dificultades y qué podemos hacer al res- pecto? Son preguntas permanentes para quienes trabajamos en estos temas. Por supuesto que no encontramos respues- tas simples, solo nos enfrentamos a la evidente necesidad de elaborar profundas transformaciones, y a gran escala. Una consecuencia obvia es la necesidad de repensar nuestros mo- delos de desarrollo. Cómo tomamos decisiones sobre el terri- torio es uno de los grandes desafíos políticos y económicos. Necesitamos decidir para actuar, lo que implica contar con las herramientas institucionales, jurídicas y económicas, las capacidades técnicas, la mejor información posible y profe- sionales con las herramientas para hacerlo. El cambio climático es un problema de desigualdad, donde quienes son más responsables por las emisiones que provocan el calentamiento global son los que se encuentran menos vulnerables a sus repercusiones. La población que debe modificar sus hábitos contaminantes con mayor rapidez y profundidad no son quienes ya están siendo afectados por sus consecuencias y requieren ayuda con urgencia para enfren- tarlas. De aquí que estemos ante dilemas de escala planetaria que tienen un impacto disímil entre los diferentes grupos hu- manos. Por ejemplo, las clases altas de los países más pobres Fabián Rivas POR ANAHÍ URQUIZA COLUMNA Hacia un desarrollo regenerativo 42

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