Palabra Pública N°23 2021 - Universidad de Chile

en un lenguaje decimonónico que solo sirve/ha servido como gramática de la división de clases. Despojarse de la poética guzmaniana de la ley es uno de los nudos democráticos de la Convención Constitucio- nal y de quienes, desde nuestro trabajo/activismos, busca- mos contribuir a ese proceso. La escritura constituyente necesita soltura de mano y lengua, acortar las distancias entre lo que con desprecio ha sido llamado coloquial, así como eliminar los bastiones de privilegio que se asientan en una supuesta sabiduría predominante en el culto for- mal y han dividido estos territorios entre quienes “hablan bien y hablan mal”. La élite ha sustentado su acumulación en un poder/saber que a fuego ha redactado constitucio- nes desde la racionalidad colonial europeizante, así con Diego Portales como con la reforma de 2005. De algún modo, así lo intuíamos en esas jornadas de edición con Silvia. No teníamos idea que se venía un 18 de octubre, pero sí habíamos sentido con el equipo de autores esa distancia en investigaciones sobre los Encuen- tros Locales Autoconvocados del proceso constituyente del gobierno de Bachelet. Muchas de las y los asistentes a estos debates sentían, en algún punto, que había un saber que les había sido negado para discutir “estos temas”. El proceso constituyente de Bachelet terminó siendo des- echado con el cambio de gobierno. Lo que se fraguaba en las placas subterráneas todavía no tenía tiempo, fue surgiendo desde un saber histórico, quizás, que buscaba derrocar la Constitución de 1980 desde su misma pro- mulgación. Así que cuando la consigna por la asamblea constituyente se volvió común, nos apuramos con los úl- timos detalles y lanzamos el libro el 18 de noviembre de 2019, con la esperanza de poder ser una herramienta. Desde ahí recibimos solicitudes de asambleas territo- riales y cabildos para ir a explicar qué era una Constitu- ción. Fue un desafío muy hermoso en mi propia des-abo- gadización pensar en metodologías que permitieran hacer nexos entre esos saberes negados con la vida cotidiana, entre nuestro cuerpo y nuestros territorios, entre nuestras relaciones interpersonales y la forma en que nos relacio- namos con el Estado. Destituir la propietarización con la cual fue codificada la Constitución de 1980 en espacios locales, territoriales, vecinales. Espacios que se han pen- sado a sí mismos siempre como lugares aislados no-im- portantes para la política. El taller constituyente ha sido, sobre todo, un lugar de catarsis para preguntar(nos) cómo podrían ser las formas en que ordenamos nuestras vidas (con este acento) de otros modos. Pienso que la apertu- ra del gran triunfo del Apruebo y la composición de la Convención Constitucional es una escritura constituyen- te desapropiada, es decir —como señala Cristina Rivera Garza—, una escritura cuya poética se sostiene sin propie- dad, o retando constantemente el concepto y la práctica de la propiedad, pero en una interdependencia mutua con respecto al lenguaje2. Para que la escritura constitucional no sea un asunto de técnica o de experticia, para que sea un espacio común entre las oralidades, con la Convención Constitucional por primera vez en la historia podemos pensar en recupe- rar la imaginación política. Lo que la paridad y la pluri- nacionalidad modifican es la posibilidad de producir un presente, pensando la escritura como un trabajo, una pro- ducción de maneras otras de constituir lo político. Invitan a leer y descolonizar(nos)3. Invitan a repensar el lugar del representar y dar paso al presentar/estar presente, en lo que ahonda la escritora mexicana: “Lejos pues del paternalista «dar voz» de ciertas subjetividades imperiales o del ingenuo colocarse en los zapatos de otros, se trata aquí de prácticas de escritura que traen esos zapatos y a esos otros a la materialidad de un texto que es, en este sentido, siempre un texto fraguado relacionalmente, es de- cir, en comunidad.” El cuidado por la equidad territorial, la justicia epis- temológica y la educación popular en la Convención tienen la potencia de hacernos construir otro espacio de lo político más allá de las cocinas o, más bien, sa- car lo político de esa cocina ficcional de lo ya-hecho ya-cocinado, para revisar con ello el rol que ha tenido lo doméstico y el trabajo de cuidados. *** Pienso que no hay mejor última lectura posible para el derecho a la propiedad neoliberal que las AFP teniendo que sufrir su primer temblor en décadas. Si las ficciones que habilitó el poder constituyente dictatorial son las del miedo y la muerte, el poder constituyente de octubre cam- bió el sentido de las cacerolas; las disidencias cambiamos el sentido de las colas, los pueblos y pueblas son plurales, y la dignidad rayada en los muros ha transformado la de los in- cisos: estamos abriendo, en las resistencias, otras metáforas para constituirnos contra la precarización de la vida. 2 Rivera Garza, Cristina. “Necropolítica y escritura”. En: Los muertos indóciles . Santiago: Los libros de la mujer rota, 2020. p. 128. 3 La interpelación de la presidenta Elisa Loncon a la constituyente Marcela Cubillos tras semanas de acoso político colonialista, irrumpe y habilita la plurinacionalidad como modo de repensar las ficciones que se han instalado como regímenes de verdad en nuestros territorios sobre la cultura, la lengua, los cánones de belleza blancos/europeos e inclusive cuáles son las vestimentas “adecuadas” para el ejercicio de la política. SOFÍA BRITO Egresada de Derecho de la Universidad de Chile. Coautora de La Constitución en debate (2019) y editora de Por una Constitución feminista (2020) . 11

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