Palabra Pública N°22 2021 - Universidad de Chile
E n esta larga conversación entre tres idiomas, el reconocido geó- grafo Michel Lussault (Tours, 1960) se refiere al Antropoceno como máquina de la desigual- dad, pero también a la esperanza que implica seguir resistiendo y actuando en contra de un neoliberalis- mo depredador que él conoce muy bien. Cuando las miradas del mundo se fijan en las alternativas que en este país del sur del mundo se han desplegado en calles, aulas, plazas, cabildos y ahora en la Convención Constitucional, este diálogo nos ofrece un tiempo para hablar de las “espacialidades” que hemos construido a nivel global y que sostienen la existencia social y, en parti- cular, de ese “espacio intermedio” donde se fisura lo que parece infranqueable. Asi- mismo, nos hace pensar creativamente en las disputas que surgen en el ámbito de lo que él ha denominado el “geopoder”: —Llamo “geopoder” al sistema de ideas, instrumentos y prácticas legitima- das utilizadas por las instituciones y los principales actores sociales para organizar y controlar la vida espacial— explica el teórico francés, fundador y director de la Escuela Urbana de Lyon, institución dedicada al estudio del Antropoceno urbano. Si bien advierte que el cambio global, como se denomina a la suma de cambios ambientales derivados de la ac- ción humana sobre el planeta, aumentará la desigualdad y amenazará las libertades individuales, también cree que la lucha contra este fenómeno es prometedora. Abordar el Antropoceno y enfrentarse al futuro, dice, significa derribar el dogma thatcheriano de “no hay alternativa” y garantizar que existan muchos caminos, sostiene Lussault desde la esquina opti- mista que a veces no se suele mirar. Usted ha reflexionado sobre el “geopoder” como sistema, conside- rando que el espacio, que los territo- rios, son físicos, simbólicos y metafó- ricos. Una de sus principales fuentes es Hannah Arendt. ¿Cómo influye en sus construcciones teóricas? —“Geopoder” es un concepto que he creado a partir del “biopoder” de Michel Foucault. Pero el punto de partida de mi pensamiento se encuentra en Hannah Arendt. Trato de demostrar que el espacio sostiene la existencia social: es la disposi- ción de materiales e ideas por la que las vidas humanas son posibles. No se trata de una condición abstracta a priori , sino de lo que vectoriza y subyace a la expe- riencia humana por excelencia: la práctica espacial de la cohabitación concreta (lo que yo llamo “espacialidad”) con otros individuos, así como con lo no-humano, los objetos, las cosas. Por esta razón, el ser humano está siempre en un “devenir” es- pacial, pues esta convivencia es una activi- dad incesante, una “aventura del acto”. El ser humano está hecho de espacialidades que tejen su existencia. La convivencia, sin embargo, es una actividad difícil. La me- nor de las interespacialidades —es decir, la relación entre seres humanos separados y distantes— enfrenta al individuo con otras realidades con las que se relaciona. Esto nos devuelve al fundamento de la dimen- sión espacial de la política, si aceptamos el uso que un geógrafo puede hacer de las reflexiones de Hannah Arendt: el hombre es a-político; la política se origina en el espacio intermedio y se constituye como una relación. Para Arendt, el campo polí- tico surge de la organización de cualquier grupo humano en una reunión de enti- dades distantes y del imperativo de poner en marcha procedimientos para tratar este problema primordial. Es “el entre” de Arendt, la idea del intermedio. —Hannah Arendt llama nuestra aten- ción sobre este espacio concreto, relacio- nal, lingüístico y simbólico que separa a los individuos física, psicológica y men- talmente, y nos propone soluciones para establecer los vínculos necesarios para la vida social. Este principio separador constituye, por tanto, un elemento mo- vilizador, a la vez que una restricción y un recurso, porque al apoyarse en lo que 56
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