Palabra Pública N°22 2021 - Universidad de Chile

C uando Bárbara Barrera (26), directora de Contenidos de la productora BTF Chile, fue a vacunarse junto a su equipo contra el covid-19 a fines de marzo, se encontró en una situación inesperada. La ma- yoría de sus compañeros había pasado por las manos de las y los enfermeros de tur- no, cuando una doctora se les acercó a ella y a su jefe, los únicos restantes. Al enterarse de que su trabajo implicaba viajar mucho, les hizo una oferta: “¿No prefieren vacunarse con Pfizer en lugar de Sinovac?”. Pfizer estaba reconocida en Europa y Estados Uni- dos, y Sinovac no, explicó, por lo que creía que co- rrían el riesgo de que no los dejaran entrar. “No nos habíamos preocupado por eso, solo queríamos vacu- narnos con lo que hubiese”, explica Bárbara. “Pero viajar es fundamental para nuestro trabajo, tenemos viajes a México y España. Y por miedo a que nos negaran la entrada, le dijimos que queríamos Pfizer. No tengo dudas de que ambas vacunas funcionen, pero Pfizer parecía ofrecer más garantías”. El resto del equipo, en tanto, ya había sido inoculado con la vacuna china, lo que en ese momento, cuando Sinovac no había sido aprobada aún por la Organi- zación Mundial de la Salud (OMS), los dejaba en la extraña situación de que quizás algunos miembros del equipo no pudiesen viajar. Tal como se ha visto en otros países que ofrecen más de un tipo de inmunización, no fueron criterios médicos los que influyeron en la decisión de Bárba- ra. En lugares como Estados Unidos, Reino Unido o Hungría, la gente puede elegir con qué vacunarse, mientras que en Chile o Argentina la distribución ha sido al azar, por lo que no existe, en teoría, la op- ción de elegir. Aun así, hay gente que, por razones de trabajo, médicas o sociales, busca ciertas marcas de vacunas y las garantías que supuestamente conllevan. Para María José Monsalves, investigadora del programa Movid-19, de la Universidad de Chile y el Colegio Médico, esta preferencia se explica por el caso de países, especialmente en Europa, que utili- zaron cierto tipo de vacunas y están priorizando la apertura de sus fronteras para aquellos inmunizados con ellas, algo que, sin embargo, no tiene que ver con las propiedades médicas de cada una: “Todas tienen diferencias, pero no son significativas. La va- cuna más importante, o la mejor vacuna, es la que está disponible a nivel poblacional y eso es lo que tenemos que transmitir”, afirma. Aunque el tema de la elección de vacunas ha ganado importancia en Chile en las últimas semanas, Monsalves cree que es más bien una controversia mediática y estima que no ha influido en la vacunación efectiva. Si bien aún no hay información concreta sobre este fenómeno en el país, los investigadores de Movid-19 ya lo in- cluyeron en su última encuesta, cuyos resultados se publicarán a fines de junio. El apartheid de vacunas Que la preferencia por ciertas vacunas en Chi- le esté ligada a decisiones de otros países, especial- mente los de mayores ingresos, no es casualidad. Tal como pasó en 2020 con las primeras olas de la pandemia, los procesos de vacunación contra el co- vid-19 han resaltado las desigualdades económicas y políticas en la comunidad internacional. Así, mien- tras la Unión Europea o Estados Unidos buscan fór- mulas que permitan a sus ciudadanos volver a viajar fuera de sus fronteras, otros países como el Congo o Armenia apenas han logrado inmunizar a su perso- nal de salud. De acuerdo con la OMS, los países de bajos y medianos ingresos representan el 47% de la población mundial, pero han recibido solo el 17% de la producción de vacunas. En tanto, los países del G7, que cuentan con el 13% de la población glo- bal, han comprado un tercio de las dosis producidas mundialmente. La desigualdad es tan evidente que ha sido des- crita como un “ apartheid de vacunas” por el di- rector general de la OMS, el doctor etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus. “La actual crisis revela una desigualdad escandalosa que está perpetuando la pandemia. Más del 75% de las vacunas ha sido ad- ministrada en solo 10 países, y no hay forma diplo- máticamente correcta de decir esto: el pequeño gru- po de países que produce y compra la mayor parte del suministro mundial de vacunas está controlando el destino del resto del mundo”, declaró el pasado 24 de mayo en su discurso de apertura de la Asam- blea Mundial de la Salud. El número de vacunas no es lo único que varía por país, sino también la repartición según fabrican- te. De acuerdo con el registro Our World in Data de la Universidad de Oxford, hay 11 vacunas siendo distribuidas internacionalmente en estos momen- tos. Sin embargo, hasta el cierre de esta edición, la OMS ha dado aprobación de emergencia solo a siete de ellas: Pfizer-BioNTech (alemana-estadouniden- se), Moderna (EE.UU. ), Johnson & Johnson (EE. UU.), Oxford-AstraZeneca (Reino Unido-Suecia), Covishield (patente de AstraZeneca producida en India), Sinopharm (China) y Sinovac (China). Por su parte, Sputnik V (Rusia) está en las fases iniciales del proceso de evaluación. Los países de mayores ingresos han comprado en su mayoría productos de las farmacéuticas occiden- tales. Moderna se ha repartido casi exclusivamente en Estados Unidos, Canadá y Europa; Johnson & 47

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