Palabra Pública N°22 2021 - Universidad de Chile

En una entrevista que dio en 2018 a la Revista de Libros decía: “Santiago no me la ha ganado”, recalcando una actitud de per- sistencia frente a una ciudad tomada por el negocio inmobiliario, las transnacionales y los malls . Es ese rastro, especie de grafiteo en la pági- na, lo que hace de la poesía de Pepe Cuevas un registro público increíble- mente contingente. Su obra entrega la falsa impresión de una escritura atro- fiada por el Trauma de la Dictadura, la Persecución, el Chile Post y el Ex- poeta. Y los escribo así, en mayúscula, como uno de los procedimientos de su poesía en que punza las palabras y las graba “al interior del espacio que uno Es” ( Proyecto de país , 1994). La obra de Pepe Cuevas no ha de- jado de ser un territorio de memoria y resistencia, un proyecto geopolítico que conversa con las muchedumbres y la ciudad, si es que ambas no son lo mismo para él. No enuncia, sin em- bargo, desde el púlpito ni grita a las masas para conmoverlas como el poe- ta cohete José Domingo Gómez Ro- jas. Surfea los nuevos tiempos sin dar- le la espalda a la historia del exChile, el país antes del Golpe. Sus libros más recientes demuestran un interés en el deteriorado espacio público, y su crítica a la alienación consumista y tecnológica es la más evidente: “una pantalla una voz que nos habla/ es la Voz de los Grupos Económicos/ Oh Patria del Consumo” (“Poema 18”) o “Aquí y ahora se hablará de la Banca,/ cuotas/ intereses/ comisiones muy/ muy altas./ Tanto así que los pobres usuarios/ No las podrán pagar , senci- llamente” (“Poema 4”). Es quizás a partir de Maquinaria Chile y otras escenas de poesía política (2012) donde la presencia del Chile neoliberal se siente con más fuerza en su poesía y se refrenda en libros como Poesía del American Bar (2012) y Capitalismo tardío (2013). En ellos se hace más claro el camino de un país de militancia política y grandes conquistas sociales al de la privatiza- ción y tercerización. Para el expoeta, la realidad de ese Chile es monstruo- sa, inconcebible. De ahí que su rabia no solo se vuelque a los responsables de repartirse el país como un botín de guerra, sino también a esa gente que dejó de ser pueblo: “Un pueblo vencido se merece estar / a honorarios / no tener previsión / derecho a sa- lud / jubilación mínima / un pueblo vencido/ no tiene derecho a nada / porque las leyes/ laborales les fueron requisadas y expropiadas.// Un pue- blo vencido. / Sólo debe ser dócil./ Se lo merece” (“Poema 23”). Sin embargo, es el mismo que en sus poemas logra entrar en los engra- najes del lenguaje proletario y de los antiguos sectores productivos del país: “Un camión blanco hará su entrada al amanecer/ bajo el estruendo de la maquinaria/ teclados/ émbolos/ rodi- llos que aparecen/ y desaparecen// el traqueteo fuerte/ del Puente Carras- cal/ donde se halla Juan Reveco Ruz/ con su parka subida” (“Indus Lever”). Con ello no hace más que reafirmar su fascinación no solo por el mundo y el lenguaje del trabajo, sino sobre todo por el de las y los trabajadores. Pepe Cuevas adolece profunda- mente la pérdida de identidad del proletariado convertido en operarios y operarias, parte de una cadena productiva impersonalizada, aséptica e inodora. Acompañar a su padre arreglando máquinas de escribir para tantas fábricas lo impregnó de esa fascinación por los oficios. De ahí el tono sentimental de muchos de sus poemas que se lamentan por la pérdi- da: “¿Por qué destruyeron Ferrocarriles del Estado/ si la Electricidad Nacional los alimentaba/ y corrían por sus líneas 20 vagones llenos como unas estrellas/ en la noche?/ ¿Por qué se detuvo la circulación de los ramales/ Perquen- co, Maule, Constitución y Villarrica?/ (…) ERA CHILE EL QUE PASABA POR SUS VENTANAS ABIERTAS/ y ya no pasa” (“La destrucción de fe- rrocarriles del Estado plantas y mate- riales”, 1992). Si bien parte de la obra de Pepe Cuevas puede leerse como poemas chamullentos de un hablante que repite las mismas quejas en otro or- den, es esa insistencia mezclada con una diversidad de procedimientos los que le otorgan a su obra una vi- talidad tremenda. Su habla, la de sus poemas, logra agrupar fiesta, música, conversación; la dialéctica militan- te, el Chile apolítico, el reporte de guerra, el impacto de la publicidad, la rabia acumulada, la historia, los exsindicatos, las exempresas del Es- tado, imágenes oníricas, la literatura social y la tradición poética chilena. Tampoco hay que olvidar su trabajo gráfico en Álbum del ex-Chile (2008), compuesto por portadas de prensa del período 1970-1973, más poesía y textos testimoniales; la novela Au- tobiografía de un ex-tremista (2019), y su libro Materiales para una memoria “Para el expoeta, la realidad de ese Chile (neoliberal) es monstruosa, inconcebible. De ahí que su rabia no solo se vuelque a los responsables de repartirse el país como un botín de guerra, sino también a esa gente que dejó de ser pueblo”. 40

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