Palabra Pública N°22 2021 - Universidad de Chile

de intercambios. ¿Qué mejor, entonces, que la escala del municipio para poner en práctica este conocimiento de lo si- tuado que destaca la teoría feminista? En una de sus dimensiones, el feminismo politizaría la experiencia de vida de las mujeres que, a través de la vida familiar y las actividades del barrio, manejan la organización doméstica y las alianzas ve- cinales mediante una cotidianidad de lo próximo que incluye la solidaridad y la re- ciprocidad. Pero que la gestión feminista experimente con las micropolíticas de lo doméstico y lo comunitario urdidas en base a cuerpos y afectos (tal como lo res- cata hoy el feminismo que valora la “ética de los cuidados”) no quiere decir que el proyecto feminista renuncie a intervenir en las cuestiones supuestamente reserva- das al dominio masculino de la política: Estado, democracia, poder, instituciones, etc. La historia del feminismo nos ense- ña que ha cursado muchos debates que parecían amenazarlo internamente con sus divisiones teóricas y políticas pero que, al final, estos conflictos de signifi- cación e interpretación terminaron por fortalecerlo. Recordemos el debate que se dio entre el feminismo de la identidad (esencializado en un “nosotras” de las mujeres como unidad plena, indivisa) y el feminismo de la(s) diferencias(s) que se atreve a incorporar el plural-contradicto- rio en la construcción de subjetividades que se reconocen parciales, fragmentadas e incompletas. O bien aquel otro debate entre el feminismo comunitario (cuyo sueño es que las mujeres habiten una te- rritorialidad aparte, “propia”, separada NELLY RICHARD Crítica y ensayista. Fue fundadora y directora de la Revista de Crítica Cultural entre 1990 y 2008. Recibió la Beca Guggenheim en 1996. Es autora de Crítica y política (2013), Feminismo, género y diferencia(s) (2008); Residuos y metáforas. Ensayos de crítica cultural sobre el Chile de la transición (1998); La insubordinación de los signos: cambio político, transformaciones culturales y poéticas de la crisis (1994); entre otros libros. de toda contaminación de poder patriarcal) y el feminismo institucional (que se decide a participar del Estado para que las demandas de las mujeres tengan la chan- ce de convertirse en políticas públicas). Cursar estos debates críticos le ha servido al feminismo para renovar su significado y diversificar sus actuaciones, sin que sus luchas políticas y sociales hayan perdido vigor. Y esto se debe a la habilidad de las teóricas y activistas feministas que aprendieron a desplazar las fronteras, a hablar distintas lenguas a la vez, a moverse de repertorios cuando algo está a punto de quedar fijado en una clasificación rígida, a ocupar simultáneamente distintos sitios de enunciación y confrontación, a articular posiciones de discurso e identidad que van mutando según cómo evolucionan los campos de fuerza en los que circula el poder. Es esta operacionalidad táctica del feminismo la que le ha permitido entrar y salir de las categorías, aprovechando las grietas que fisuran los marcos de representación . Por dominante que sea, no existe ningún sistema (ni el capitalista ni el patriarcal) que resulte completamente hermético en su encadenamiento de razones y efectos. Los sistemas de dominación no son totalidades saturadas uniformemente por una lógica de poder inquebrantable, sino conjuntos de líneas y puntos que presentan zonas irregulares, cuyos desniveles y fallas son aprovechables para hacer saltar los equilibrios, socavar las jerarquías y llevar lo resistente y lo emergente a formular dinámicas de contrapoder. El proyecto feminista ha tenido la oportunidad de com- binar lugares, tiempos y modos suficientemente diversos como para no dejarse atrincherar por las falsas dicotomías: lo femenino versus lo masculino; lo concreto del cuerpo y las experiencias de vida versus lo abstracto del discurso y la teoría; el afuera de la calle versus el adentro de las instituciones; etc. Más que dejarse escindir por el choque entre polaridades contrarias, al feminismo le hace bien desconfiar de las concepciones maniqueas del poder y aplicarse más bien a atravesar las contradic- ciones como un ejercicio oblicuo que estimula la creatividad política, explorando los bordes del sistema y sus zonas de entremedio. Del consejo municipal al órga- no constituyente, pasando por las alcaldías, el feminismo tiene hoy la posibilidad de experimentar con una multiplicidad de segmentaciones y cortes, de enlaces y conexiones, de mediaciones y traducciones, entre un presente en mutación y la construcción de devenires plurales. “Del consejo municipal al órgano constituyente, pasando por las alcaldías, el feminismo tiene hoy la posibilidad de experimentar con una multiplicidad de segmentaciones y cortes, de enlaces y conexiones, de mediaciones y traducciones, entre un presente en mutación y la construcción de devenires plurales”. 12

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