Palabra Pública N°21 2021 - Universidad de Chile

Recordé este texto durante los días previos a la con- memoración del 8 de marzo —el Día Internacional de la Mujer—, mientras presenciaba la embestida comercial de bancos, compañías de celulares y empresas del retail , que atiborraron los medios de comunicación con una publici- dad que mostraba mujeres resueltas, empoderadas y, por supuesto, con capacidad adquisitiva para comprar los pro- ductos que, nos dice esa misma publicidad, representan el espíritu de las mujeres inconformes con la supremacía mas- culina. La cita de Angela Davis muestra que nada de esto es nuevo, sino más bien un gesto repetitivo de un capitalismo voraz, que construye con rapidez nichos de mercado que le permiten rentabilizar el deseo de sectores progresistas de la sociedad, dispuestos a consumir imágenes y artefactos que simbolicen el espíritu de rebeldía de una época; en este caso, la rebeldía feminista. Banalización, despolitización y apropiación son palabras que se atropellan en cualquier intento de análisis frente a este despliegue comercial, cuyas ganancias engrosan las arcas de la élite económica que usufructúa de la jerarquía de géneros a la hora de pagar salarios. Más allá de esta constatación ob- via, el fenómeno puede entenderse también como uno de los resultados contradictorios de esta oleada feminista, exitosa en cuanto a masividad y visibilidad de su lucha. Pero la cosa no se queda allí, porque la mercantilización no es la única forma de apropiación y oportunismo que hemos teni- do que presenciar. Otro hecho perturbador, permanentemente denunciado por las acti- vistas, es la existencia de hombres incapaces de contener su afán de protagonismo, que van desde los “aliados” que sobreactúan su solidaridad en las manifestaciones callejeras, hasta los personeros públicos de distinto pe- laje político que, sin reflexionar ni enterarse de nada, se suman al 8M con la fatídica fra- se: “nuestras mujeres”. Resultados torcidos —qué duda cabe—, pero previsibles si consideramos el desarrollo que han tenido otros movimientos de secto- res excluidos a lo largo de su historia, en la que han debido enfrentar fenómenos simi- lares como efecto no deseado de su protago- nismo. Así ha ocurrido con los movimientos afrodescendientes —como señala Davis—, indígenas o de las disidencias sexuales, frente a diversas formas de apropiación e intentos de cooptación que los desafían a mantener a flote el pulso contrahegemónico de luchas que, dada la profundidad de sus cuestiona- mientos e interpelaciones, jamás podrían ser cómodos para el orden social que confrontan. De hecho, buena parte de la trayectoria de esos movimientos ha consistido en esquivar, a veces con éxito y otras veces sin el, esas pre- siones que provienen de las élites dominantes y de otros sectores sociales que depositan en estas causas y en sus protagonistas expectati- vas que fácilmente se traducen en formas de Angela Davis en 2016, en su paso por la Universidad de Chile. 61

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