Palabra Pública N°21 2021 - Universidad de Chile

A propósito de La mirada incendiada : ¿QUIÉN TIENE EL COPYRIGHT DE LA MEMORIA? La polémica suscitada a partir del estreno de la nueva película de la directora Tatiana Gaviola —inspirada en la figura de Rodrigo Rojas de Negri y su trágico final a manos de agentes del Estado, en 1986— invita a preguntarnos sobre las siempre tensas relaciones entre la ficción y la historia, la libertad creativa de las y los cineastas y la responsabilidad que conlleva representar temas vinculados a la memoria personal de una familia y a la memoria histórica de un país. POR ANTONELLA ESTÉVEZ D esde sus inicios, el cine ha tenido interés por poner en pantalla relatos que vienen del espacio histórico para ficcionarlos y volverlos atractivos al formato cinematográfico. Entre las películas producidas durante las primeras décadas del cine figuran varias basadas en la vida de reco- nocidos personajes públicos; incluso algunas de las mayores joyas del cine mudo son cintas que, hoy consideraríamos, se enmarcan dentro del género histórico, como El acorazado Potemkin , de Sergei Eisenstein (1925), Napoleón , de Abel Gance (1927) o la polémica El nacimiento de una nación , de D. W. Griffith (1915). Ese interés por convertir en cine hechos de la vida real se transformó en una tradición fructífera que tiene expresio- nes múltiples y diversas hasta el día de hoy, dando a conocer masivamente sucesos escogidos desde el punto de vista par- ticular del equipo de realizadores que construyen esa narra- ción. Este ejercicio cinematográfico de relatar el pasado se encuentra en tensión con el relato histórico, que como bien se sabe, también es un constructo narrativo. Con toda la ri- gurosidad que le caracteriza como ciencia social, la historia también es una construcción: cualquier discurso histórico se traza desde el presente y se enmarca dentro de las posibili- dades de comprensión que se tiene en ese presente cultural. Ya a mediados de los años 70, el historiador francés Marc Ferro propuso que el relato cinematográfico es parte fundamental de la construcción de imaginarios y que, por lo tanto, se le debe considerar también histórico. Una idea similar plantea Pierre Sorlin, otro de los grandes teóricos de la díada cine-historia: “La pantalla revela al mundo no como es, evidentemente, sino como se lo comprende en una época determinada”. Siguiendo ese hilo de pensamiento, toda obra cinema- tográfica es histórica —no solo las que se basan en hechos del pasado— si consideramos que su existencia está condi- cionada por las posibilidades tecnológicas y discursivas del momento de su creación; de la misma forma en que toda obra cultural es contextual. Cuando hablamos de películas inspiradas en hechos del pasado, podríamos decir que con- llevan un doble discurso histórico, pues son producidas en un contexto determinado y también desarrollan operacio- nes de enunciación de un discurso histórico que nos remite al pasado desde una mirada contemporánea. Una de las cosas que la cineasta Tatiana Gaviola ha di- cho respecto a La mirada incendiada es que el relato central de esta película —el asesinato del joven fotógrafo Rodigo Rojas De Negri— hoy adquiere un nuevo nivel de signifi- cado ante las recientes vulneraciones a los derechos huma- 38

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