Palabra Pública N°21 2021 - Universidad de Chile

En uno de memes sobre el buque que encalló en el Canal de Suez, el barco fue bautizado como “comportamiento” y la excavadora a la orilla del canal como “neurociencias”. Es absurdo pretender explicar fenómenos sociales como el estallido social o nuestra respuesta a la pandemia basándose solo en el estudio de cerebros aislados, dice Slachevsky. Felipe PoGa Canal Suez Authority ANDREA SLACHEVSKY CHONCHOL Neuróloga, Doctora en Neurociencias. Centro de Gerociencias, Metabolismo y Salud Mental (GERO) y Clínica de Memoria y Neuropsiquiatría CMYN) Hospital del Salvador y Facultad de Medicina, Universidad de Chile y Departamento de Neurología, Clínica Alemana, Santiago. Autora de Cerebro cotidiano (LOM). que nos planteamos hipótesis que intentamos verificar, frecuentemente pensamos usando lo que Piattelli-Palma- rini denomina atajos o “túneles” mentales, o usando sesgos cognitivos. Solemos usar la palabra sesgos para referirnos a prejuicios, pero en 1971 los psicólogos Amos Tversky y Daniel Kahneman introdujeron la expresión “sesgo cogni- tivo” para describir uno de los procesos fundamentales del pensamiento: la existencia de errores sistemáticos del pen- samiento que lo desvían de la racionalidad. Se han descrito múltiples sesgos cognitivos, como esta- blecer asociaciones espurias o el pensamiento mágico, o el sesgo de confirmación, en el que descartamos información que entra en conflicto con decisiones y juicios pasados. Es- tudios recientes han contribuido a dilucidar las bases neu- rales de algunos de estos sesgos. En un estudio publicado en 2019 en la revista Nature Neurociences , Andreas Kappes y colaboradores de la Universidad de Londres mostraron que el sesgo de confirmación se asocia a una variabilidad de la representación neural de las opiniones emitidas por otros: la representación es más importante cuando con- firma nuestras opiniones. Las ilusiones perceptivas y cog- nitivas quizás son uno de los mecanismos que permiten explicar nuestra sorpresa frente a acontecimientos que, sin embargo, muchos especialistas predecían. Pero entonces surge otra pregunta que queda abierta, relacionada con nuestra vivencia del covid: ¿por qué he- mos perdido el asombro? A un año del inicio de la pandemia, parece que nos hemos acostumbrado a esta realidad inesperada y escuchamos sobre más de 100 muertes diarias en Chile o más de 4.000 en Brasil con cierta indolencia. Como dijo Stalin, “la muerte de un hombre es una tragedia, la muerte de millones es una estadística”. Incómo- da pregunta, porque sugiere que nos cuesta concebir lo inesperado, pero a la vez naturalizamos rápidamente nuevas realidades y nos insensibilizamos ante el dolor ajeno. Volviendo a nuestro meme: así como es absurdo pretender explicar el barco de la conducta solo con la exca- vadora de las neurociencias, es también absurdo pretender explicar fenómenos sociales como el estallido social o nuestra respuesta a la pandemia basán- dose solo en el estudio de cerebros aislados. Pero el co- nocimiento de las trampas del cerebro y nuestros sesgos cognitivos que proviene del análisis del cerebro es esencial para abrirnos a información que pueda estar en conflicto con nuestras creencias y experiencias. Como replicó Jean al rey Salomón en la La angustia del rey Salomón (1979), de Emil Ajar: “Debemos esperarnos a todo, y especial- mente a lo inesperado, Sr. Salomón”. 35

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