Palabra Pública N°21 2021 - Universidad de Chile
es irrecuperable. Entre otras cosas, porque en todos nues- tros países se pensó la representación para sociedades no solo y de modo muy relevante más pequeñas, sino tam- bién más homogéneas, que estaban divididas en pocos grupos, internamente homogéneos. Pero eso se murió, porque hoy hay muchos grupos con posiciones diversas y cada persona es una diversidad de cosas. Dicho eso, ¿qué cosas se pueden hacer? Lo primero es asumir que la vida política está sobre todo por fuera de las instituciones re- presentativas, de los congresos. Uno puede ver maneras de abrir discusiones sobre temas relevantes por fuera de las limitaciones de las instituciones tradicionales (como Chile y la Constitución, Argentina con el aborto o Fran- cia con las convenciones constitucionales sobre medioam- biente). Se trata de cómo abrir la toma de decisiones a una ciudadanía que está fuera del viejo corsé constitucional. La representación quedó como un traje muy chico que revienta por todos lados, hay que buscar voces fuera del Congreso porque ahí no van a entrar y van a estar cruzadas por intereses que van a alejarlas de las demandas que están fuera. ¿Implica echar a la basura el viejo corsé? No, pero sí empezar a buscar formas de salida, empezar una transición. De lo contrario, va a hablar y decidir siempre la élite, que es el camino previsible para nuestros países. Buena parte de la élite chilena parece más preocupa- da de cerrar que de abrir la política con la centralidad que le da al orden público, a la idea de contener a una ciudadanía desbocada… —Haría un punto lockeano-jeffersoniano. [John] Loc- ke, un pensador liberal-conservador, decía que cuando la gente se levanta más vale tomarla en serio. Porque el común de la gente quiere hacer lo suyo, estar con su familia y no molestarse con salir en público. Entonces, cuando pasa eso (pensaba en la revolución inglesa), Locke dice que algo mal debe estar haciendo el gobierno. El razonamiento era: los go- biernos se justifican para la protección de ciertos derechos, si hay una violación muy grave de esos derechos el gobierno pierde autoridad y justificación. Esto a partir de una obser- vación muy básica de la sicología humana: la gente no sale a la calle a poner el cuerpo por deporte, por sacarle la gorra al policía, lo hace por desesperación. Cuando hay esos focos extendidos en el tiempo de enojo social, yo aconsejaría ser lockeano; no decir “uy, qué desequilibrados que están”, sino entender que debe haber un problema en el gobierno. Como indicio, como presunción rebatible. Pero lo pensaría así, no desde la compasión, sino como una cuestión de justicia que nos lleva a preguntas básicas, como cuándo se justifica un gobierno, por qué razones y con qué límites. La Constitución en 2020. 48 propuestas para una sociedad igualitaria Siglo XXI Editores, 2011 392 páginas La sala de máquinas de la Constitución Dos siglos de constitucionalismo en América Latina (1810-2010) Katz Editores, 2014 390 páginas Carta abierta sobre la intolerancia. Apuntes sobre derecho y protesta Siglo XXI Editores, 2015 192 páginas Castigar al prójimo. Por una refundación democrática del derecho penal Siglo XXI Editores, 2016 296 páginas La derrota del derecho en América Latina. Siete tesis Siglo XXI Editores, 2020 96 páginas 10
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