Palabra Pública N°20 2021 - Universidad de Chile

acompañará el proceso de campaña y elecciones de quienes definirán ese nuevo Chile. Aunque repensemos los métodos y optemos por la virtualidad, no será fácil convencernos de estar aún más tiempo frente a la pantalla de nuestros computadores o celulares, y claramente todo este proceso tendría un enorme sesgo, pues no toda la gente cuenta con internet o algún dis- positivo para conectarse, siendo esta población recurrentemente la más desprotegida: gente de la tercera edad, menores de edad, personas vulnera- bles socioeconómicamente, quienes viven en zonas sin mayor conexión y personas en situación de calle. Si aún nos mueve la dignidad, claramente no queremos construir un Chile sin esa parte de la población. De este modo, es probable que tengamos una enorme cantidad de votos para quienes logren hacerse la publicidad suficiente; es decir, volve- mos a la clásica política electoral, ba- sada en folletos que tienen un rostro y un nombre bien grande, acompa- ñado de algún eslogan genérico sobre justicia, igualdad, seguridad o algo similar. Pero creo que gran parte de la población está pendiente de nuevas candidaturas, de esas que, a punta de trabajo, vínculo territorial e identita- rio se abren paso entre la misma clase política de siempre. Sin duda, esto es algo que debiese dejarnos algunas es- peranzas para obtener los dos tercios que nos permitirán reescribir nuestra historia, y aunque en este proceso no culmina el rol que tendrá el pueblo en la consecución de un Chile digno, sin duda nos permite tener el viento a nuestro favor. Ahora, nuestro rol es posicionar ya no demandas abstrac- “Lo que se ha pedido no es representación sino participación, una democracia mucho más profunda que la utilizada por la vieja política”. tas en torno a nuestras necesidades, sino que propuestas concretas que se hagan cargo desde los límites cons- titucionales de abrir las grandes ala- medas, de consolidar una democracia más profunda, un Estado más social y un país donde se garanticen derechos y no sólo libertades. Haciéndome cargo de esto últi- mo, me quiero referir a algo que nos compete directamente como univer- sidad pero que, a causa del ritmo y las exigencias de este sistema neoliberal, parece ser olvidado por los diversos estamentos. ¿Cuál es la misión de la universidad? Sacar profesionales al mundo laboral parece comerse gran parte del rol, presupuesto y directrices de las diversas casas de estudio, per- diendo totalmente el norte sobre los aspectos culturales y sociales que de- ben acompañar su quehacer, más aun si hablamos de una institución pú- blica. Hoy dichas actividades van en un segundo plano, en actividades ex- tracurriculares o en cursos de forma- ción general, dejando en un segundo o tercer grado lo que para Ortega y Gasset era el sistema de ideas que diri- ge nuestras convicciones y que dirige efectivamente nuestra existencia. El riesgo de no hacer nada frente a esta demanda es el estado actual: profesio- nales al servicio del mercado o, peor aún, a involuntaria merced de éste. Creo que este patrón se repite en cada institución educacional permea- da por el liberalismo falto de pen- samiento crítico, que por lo demás termina respaldado por una Consti- tución que en su artículo 19, número 25, asegura la libertad de crear y di- fundir las artes junto con el derecho sobre la propiedad de dichas crea- ciones, pero nada dice del derecho al acceso a la cultura o de asegurar que el Estado tome las medidas necesarias para el desarrollo y la difusión de ésta. Ni siquiera los acuerdos internacio- nales que Chile firma han logrado hacerse cargo de este enorme proble- ma, dejando no sólo todo en manos del mercado, sino que —como si eso fuese poco— esto ocurre a costa de quienes trabajan y difunden las artes y la cultura, que sólo tienen para rea- lizar su trabajo lo que presupuestaria- mente no es prioridad para nadie. El nuevo Chile es ahora sólo posibilida- des, una hoja en blanco, una bandera donde reescribir los rumbos de un pueblo tantas veces reprimido. Y se- rán esas rutas las que debemos dibujar para que aspectos tan olvidados como la cultura no queden nuevamente en último plano. No es novedoso, aunque no por ello deja de ser interesante y relevan- te, que de alguna manera cada nuevo artículo constitucional repercutirá en las labores y los principios de nuestra casa de estudios. Espero podamos adelantarnos y ser, como ya ha pasado tantas veces, la punta de lanza de los cambios que el pueblo necesita y que ya ha pedido a gritos, cumpliendo así parte importante de la misión que se ha propuesto: construir liderazgo en el desarrollo innovador de las huma- nidades y las artes a través de la exten- sión del conocimiento y la cultura en toda su amplitud, siendo su respon- sabilidad contribuir con el desarrollo del patrimonio cultural y la identidad nacional. Hoy esta tarea es urgente, pues la cultura y la identidad nacional sin duda jugarán un papel fundamen- tal ya no sólo en la calle para vociferar al unísono demandas sociales desde el sentir común, sino que para saber res- ponder, también al unísono y desde una visión y un pensar común, cuál es esa nueva Constitución y hacia dónde debemos avanzar para construir ese nuevo Chile. 80

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