Palabra Pública N°20 2021 - Universidad de Chile

Como un “intento de golpe” califica el experto internacional el asalto al Capitolio en Estados Unidos perpetrado por un grupo de supremacistas blancos que creen en diversas conspiraciones y que, a su juicio, se han formado y agrupado gracias a complejos fenómenos sociales y políticos. En esta entrevista, el exembajador de Chile en Washington desarrolla las claves históricas que hace cuatro décadas sembraron las semillas de un movimiento peligroso no sólo para Estados Unidos, sino para todo el mundo. POR JENNIFER ABATE C. E xministro de Relaciones Exteriores y exem- bajador de Chile en Washington, académico del Instituto de Estudios Internacionales y director de Desarrollo Estratégico y Rela- ciones Institucionales de la Universidad de Chile, Juan Gabriel Valdés conoce como pocos la realidad política estadounidense. Por eso, miró con estupor, pero no necesa- riamente con sorpresa el asalto al Capitolio el día en que el Congreso de Estados Unidos debía ratificar el triunfo del presidente electo Joe Biden. Esto, porque como detalla en esta entrevista, el fenómeno de la polarización e incremento del racismo y la violencia viene desde hace mucho tiem- po en ese país. Y a ese desafío se ha sumado, como una amenaza para la democracia, el descrédito de las institucio- nes y el aumento de las noticias falsas. No es casual, desde su perspectiva, que un grupo haya sido capaz de tomar el Capitolio con la ferviente convicción de que al presidente Trump le habían robado las elecciones, a pesar de que no se ha encontrado ninguna prueba de aquello. —Sabemos que quienes asaltaron el Capitolio son seguidores del presidente Trump. ¿Qué más podríamos decir sobre la composición de ese grupo? Yo diría que la mayoría de ellos son supremacistas blancos, son personas que pertenecen a minorías religiosas de carácter fundamentalista y son gente que se educa en torno a internet y a la formación de conspiraciones, como aquella que sostiene que los demócratas practican pedofilia en una pizzería en Washington. Aunque uno piense que es una locura que produce más bien hilaridad, es algo que llevó a la gente a ir con fusiles y armas a la pizzería para ver dónde Hilary Clinton cometía estas aberraciones con niños menores. Aquí hay un conjunto de gente que va desde lo que los norteamericanos llaman la “marginalidad lunática” a grupos de supremacistas blancos, pero yo diría que hay un factor muy preocupante que va más allá de esa gente que atacó el Congreso, algo que Estados Unidos no ha podido superar, que es el racismo. —En el asalto al Capitolio, el control policial contra los manifestantes fue muy distinto del que vemos con- tra las acciones de Black Lives Matter. ¿Es el racismo una amenaza para la estabilidad democrática de Estados Unidos? ¿Cómo se enfrenta políticamente un problema cultural y político de tan larga data y tan complejo? Creo que cuando uno habla de racismo en Estados Unidos tiene que considerar que la transformación demo- gráfica del país es tan extraordinaria, que en veinte años más los blancos van a ser una minoría frente a la inmigra- ción latina, la inmigración asiática y el crecimiento de la población afroamericana. Los blancos que han tenido la tradición de asociarse entre sí y crear familias racialmen- te homogéneas sienten que están perdiendo totalmente el poder del país. Y es ahí donde se prueba el fondo del racismo, es ahí donde está sucediendo el fenómeno de inseguridad, miedo y pérdida mayor. ¿Cómo tratar ese problema? Bueno, Estados Unidos hizo transformaciones muy extraordinarias en los 60 y los 70 en esa materia y tuvo mártires como Martin Luther King. ¿Cómo lo va 76

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