Palabra Pública N°20 2021 - Universidad de Chile
culaciones gremiales autoorganizadas. Hasta el momento, todas esas formas son inexistentes en Cuba, un país cuya política oficial se sigue manejando en términos de partido único “de vanguardia” con el apoyo de “las organizaciones de masas”. En ello, ese discurso entiende que “revolucionario” es primariamente el hecho de participar de ese esquema. Es muy peligroso unificar toda diversidad que pretenda expresarse fuera del Estado —o en combinaciones de dentro y fuera del mismo— como contraria al sistema político del país. Hacerlo es construir un arco “enemigo” que forme un espectro de casi 180 grados (izquierdas, derechas y variantes de cada una de ellas) a partir del hecho de recurrir a espa- cios de demanda y circulación de discursos alternativos a los aprobados por el Estado cubano. Por ello, entiendo que lo que está sucediendo en la isla expresa el agotamiento, o al menos los gruesos límites, de los cauces de representación ofrecidos por el sistema político cubano y sus instituciones. En ello, aparece la pregunta por cuáles son las “mayorías” en Cuba, y sobre todo la pregun- ta de mayorías para qué . Es un hecho que una abrumadora mayoría aprobó la actual Constitución (2019) con el sistema socialista que consagra, pero es difícilmente aceptable que mayorías defiendan, por ejemplo, la política de construcción masiva de “enemigos” que, en nombre del “socialismo”, tiene consecuencias nefastas en términos de difamación, privación de puestos de trabajos por motivos ideológicos, recorte de derechos y exclusión política. La actividad de la administración estadunidense para “capturar” la actual coyuntura a su favor se inserta en la larga historia de agresiones de ese régimen político contra Cuba y forma parte de la ecuación de análisis del presente. De hecho, en medio de la crisis de San Isidro y del 27N, la adminis- tración Trump ofreció grants por un valor de un millón de dólares para apoyar iniciativas de la sociedad civil frente al régimen político cubano. No es una cifra aislada: se suma a la de al menos 67 millones que en los últimos cuatro o cinco años han sido destinados a programas orientados a lograr la “libertad” de Cuba. Ahora bien, el Estado y la sociedad cubanos, y todos los actores comprometidos con la soberanía nacional, tienen el compromiso de denunciar ese tipo de interferencia a la vez que el de reconocer la existencia de un espacio legítimo de confrontación dentro de Cuba. Ello debe llevar a identificar como manipulación política, de una moralidad inaceptable, el hecho de reconducir toda crítica realizada en Cuba a la “de- pendencia de la agenda imperialista”. No hacerlo forma tam- bién parte del agotamiento de los cauces de representación ofrecidos por el sistema político cubano y sus instituciones. —Entonces, ¿no es una cuestión exclusivamente cul- tural lo que está en discusión? ¿Qué más crees que forma parte de esta coyuntura? La situación tiene un componente central de demandas de artistas e intelectuales, vinculadas a exigencias de liber- tades de expresión y de creación. Sin embargo, la “sentada” frente al MINCULT del 27N se comunica también con otros problemas nacionales. Esa es una clave para entender por qué la protesta de San Isidro, y luego la del MINCULT, se esparcieron del modo en que lo hicieron, más allá de las diferencias entre ellas, hasta llegar a convertirse en un tema de conversación nacional y de atención internacional. Entre esos problemas nacionales se encuentran las pre- ocupaciones y las contestaciones frente al rumbo econó- mico tomado por el país, con el aumento de la pobreza y la desigualdad, la enorme carestía de la vida cotidiana y la abrumadora dificultad para resolver carencias de primeras necesidades. Esos problemas enfrentan un amplio campo de críticas frente al ritmo de la toma de decisiones económicas por parte del Estado y al perfil de varias de las medidas que ha adoptado, como por ejemplo la inversión, muy despro- porcionada, en materia turística en detrimento de la inver- sión en agricultura y de la producción nacional de alimentos. Lo sucedido frente al MINCULT expresa también la toma de conciencia y la elaboración propia de un lenguaje de derechos y de repertorios de contestación hasta hace poco desconocidos en Cuba. Confirma el desplazamiento de la oposición tradicional —que nunca estuvo en el centro del escenario— y hace más visible una nueva zona crítica, parte importante de la cual no se identifica como “disidente” — etiqueta que otorga un margen de maniobra muy controlado por el Estado—, al tiempo que posee una visión cuestiona- dora del desempeño estatal. Esta es una zona que sí puede ganar enorme protago- nismo en el debate y la construcción política nacional, y es la razón por la cual la maquinaria propagandística más con- servadora de la ideología cubana la ha tratado de reducir, de modo delirante, a la condición de “mercenarios” o personas al servicio de la CIA. —¿Qué tiene de diferente lo que ocurrió el 27 de noviembre con otros momentos o situaciones donde el Gobierno ha sido interpelado a través de manifestaciones populares? ¿Qué hace tan singular esto? ¿Cómo proyectas este momento político en Cuba hoy? En concreto, lo que ha pasado después del 27 de no- viembre tiene de “más de lo mismo”, a la vez que posee también novedades. “Lo sucedido frente al MINCULT expresa también la toma de conciencia y la elaboración propia de un lenguaje de derechos y de repertorios de contestación hasta hace poco desconocidos en Cuba”. 72
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