Palabra Pública N°20 2021 - Universidad de Chile

bulantes me pareció que nombraban lo móvil y también al vendedor ambulante, aquel que está en todas las ciudades visible e invisible a la vez. Pensé una marcha interminable en tiempo, número y espacio, pensé en La Moneda como el sitio preciso: dinero y política. Pensé en el ayer y los olvi- dados por la historia. Pero, claro, era una ficción, quizás la literatura se funda también en un futuro. —¿Y cómo ve esta relación con la realidad en el caso de Fuerzas especiales ? Fuerzas especiales es mi novela más urgente de estos úl- timos veinte años. La escribí conmocionada por la indife- rencia de los sectores acomodados o medianamente aco- modados o semiacomodados ante la terrible segregación del territorio, el elitismo político y un sospechoso no ver dónde estamos parados. Los sectores pobres, liberados a su suerte, con sus dirigentes vecinales extenuados y solos, encuentran un asidero posible ya sea en las iglesias evangéli- cas, con sus normativas extremas, o el narco y su clara orga- nización paramilitar. Los partidos políticos y el Estado los abandonaron hace décadas. La delincuencia está ligada a la desigualdad, es proporcional a ella, es un costo considerado marginal por el sistema. Y la policía, básicamente los "pa- cos", son los que cumplen una función terrible y liberadora para el sistema político: asedian, maltratan, roban, se colu- den con el narco, posibilitan los noticiarios televisivos que permiten asociar pobreza y peligro, pobreza y delincuencia, culpar al pobre de su pobreza y descargar así de responsabi- lidades al empresariado, a los políticos que se han coludido o han permitido graves abusos financieros. Las Fuerzas Es- peciales de Carabineros se enfrentan asimétricamente con las fuerzas especiales que requieren vastos sectores del país para sobrevivir a una pobreza a menudo disfrazada de clase media. Bajos de Mena es una zona de sacrificio en la ciu- dad. Mientras escribía Fuerzas especiales , que desde luego es una ficción posible, necesité una inmersión radical y psí- quica en los bloques, viví y morí allí mientras escribía, vi a los “pacos” exudando odio, pisé cada escalón para llegar al cuarto piso de esas construcciones. —Desde hace un tiempo la clase política sufre el desprestigio y da la impresión de que nadie es fiable para reemplazarla. Quien levanta la voz, generalmen- te, es desacreditado. ¿Son tiempos de mayor intole- rancia o son otros síntomas los que llevan a actuar de esta manera? La política chilena, desde los años 90, en la llamada centroizquierda, emprendió una desafiliación del pueblo, y cada año fue peor, todo agravado por los desmesurados salarios que reciben los congresistas. La cultura selfie , la fi- liación a un yo y la falacia de una democracia fundada en el consumo fue creando una fisura entre la realidad chilena y los representantes políticos, y por eso hay un abismo entre ellos y el pueblo. Yo pienso que hay que esperar, no me asusta ni la protesta ni el descrédito, es necesario decantar los abusos, reprochar las faltas, poner de relieve las insufi- ciencias, develar las máscaras y las mascaradas políticas has- ta llegar a un espacio donde el respeto sea una condición y cada persona, más allá de su formación, de su economía y de su subjetividad, forme parte. —¿Qué espera del proceso constituyente, que este 2021 tendrá la elección de los candidatos a la convención, y un camino que debería finalizar con la Constitución de 1980 y dar paso a la creación de una Constitución democrática? No sé, espero que al menos se deje de lado el Estado sub- sidiario, que los recursos naturales le pertenezcan al territo- rio y se limite la voracidad empresarial. No me cabe duda de que se van a cursar “derechos” como igualdad entre hombres y mujeres, pero esos temas son muy complejos, funcionan muy bien como declaraciones, pero su realidad requiere de una multiplicidad de factores. La igualdad salarial será una escritura posible, pero es inexistente en el mundo, se nece- sitan décadas para obtener esa paridad. Proteger la infancia, como otro ejemplo, es indispensable, pero si no cambia el sistema socioeconómico, los niños pobres seguirán su ruta de un trágicomaltrato, porque hoy el Sename es un negocio para los sostenedores. Todos los derechos no pasan por las buenas intenciones o no son suficientes. Se necesita una nueva arti- culación y repensar de arriba a abajo la educación, la familia, la ley, el habitar completo. Desde luego, es muy positivo cam- biar esa Constitución “maldita”, pero, en último término, se necesita de una nueva era a la que habría que llegar. 24

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