Palabra Pública N°19 2020 - Universidad de Chile

En estos seis años, su trabajo ha transitado por galerías, espacios independientes y museos de la capital, y por fes- tivales y muestras colectivas en regiones. En el extranjero su trabajo ha visitado La Paz, Helsinki, Quebec y Londres. Este 2020 prometía ser el año más internacional de Calfu- queo, con exposiciones en Lund, Toronto y Zúrich. Ade- más, participaría en las bienales del Mercosur, de Guate- mala y de Sao Paulo. Todo quedó trunco por la pandemia. Sí inauguró en marzo una muestra individual en Gale- ría Metropolitana, compuesta por Ko ta mapungey ka (Agua también es territorio), una instalación de 20 piezas de ce- rámica esmaltada azul con forma de bidones y fuentes de agua; el video Kowkülen (Siendo líquido), donde el artista aparece desnudo y su cuerpo amarrado a un tronco con una cuerda azul, levitando sobre el río Curacautín; y la perfor- mance en vivo en la que pintó cinco lienzos con pigmento azul cobalto, algunos de ellos con los artículos 5 y 9 del Có- digo de Aguas, que amparados en la Constitución de 1980, transformaron este recurso en un bien transable. —¿Cómo nace esta obra sobre la problemática del agua en Chile y cómo se enmarca en la reflexión del pro- ceso constituyente que estamos viviendo? Plantea la idea de que el agua también es un territorio en disputa, la tierra no nos sirve sin agua en ella, el agua le pertenece a todos los seres vivientes. Por eso incluí las topo- nimias del agua dentro del mapudungun para denominar los espacios y la vinculación que tiene el agua en la cos- movisión mapuche y el discurso por su recuperación. Pero también la obra hace un guiño hacia lo sexual. El mundo se ha construido de forma binaria y radical: lo bárbaro y lo civilizado, lo blanco y lo negro, lo masculino y lo femenino, pero el agua no habita lo binario, no tiene género, se des- borda en todas las posibilidades. Por eso se llama Kowkülen , que significa estar líquido . Esta obra la empecé a producir antes del 18 de octubre, pero cuando vino el estallido no me sentí capaz de salir a la calle y adjudicármela, porque en ese momento hubo una explosión de expresiones artísticas anónimas, colectivas, que proponían la no autoría. Fue un periodo complejo, obras de arte que aparecieron fueron cuestionadas por rozar el oportunismo, entonces para mí fue importante guardarla. Cuando llegó marzo, supe que era el momento para sacarla a la luz. Se acercaba el plebiscito, ya había pasado un tiempo y la obra había decantado. Creo que las obras tienen momentos de aparición que no siempre coinciden con el momento en que se conciben y producen, es parecido a lo que me sucedió con mi primera obra, You will never be a weye . —Durante las protestas en las calles y ahora en las redes sociales ha aparecido mucho la iconografía mapu- che ¿Qué te parece eso? Estando en un territorio donde el Estado no reconoce a sus pueblos ni los genocidios que ha cometido contra los mapuche, los selknam, los kawésqar ni tampoco ha hecho ningún tipo de reparación con ellos, me parece bonito que por lo menos la ciudadanía los reconozca. Sobre todo para las generaciones de 30 años atrás o más, como mis abuelos, que tuvieron que sobrevivir en una sociedad muy racista, te- niendo vidas muy estereotipadas a causa de la discriminación y la violencia, estos gestos valen. Pero también se produce un vaciamiento de las imágenes. La gente comparte en redes la Wünelfe , estrella de ocho puntas o lucero del alba, o la We- nufoye , la bandera mapuche creada en 1992, que deviene de todo un proceso histórico en un periodo clave de la resisten- cia mapuche, pero sin saber muchas veces el significado y eso hace que pierdan su potencial. Podemos hacer más que sólo compartir y trabajar por informar, creo que en las gráficas y en la protesta siempre tiene que haber pedagogía. —Algunos aluden a que hay un aprovechamiento de los símbolos mapuche por parte del Estado y hubo críticas al Premio Nacional de Literatura entregado a Elicura Chihuailaf... El oportunismo no es sólo del Estado, sino de las insti- tuciones culturales que en los últimos años han intentado limpiar su imagen. Es triste que haya esa lectura, sobre todo porque Elicura es un poeta que se merece el premio, ha he- cho un trabajo que ha sido muy importante para la historia de un pueblo, incluso por sobre su historia personal. Pero sí, las instituciones culturales son extractivistas y no siem- pre son respetuosas con los artistas, por lo que terminan generando todas estas situaciones incómodas. Yo misme he vivido esa limpieza de imagen y suelo bromear con que ju- nio es mi mes, porque está el Wiñol tripantu , el nuevo ciclo mapuche, y es el mes de las disidencias sexuales, entonces me invitan a un montón de charlas y conferencias en mu- seos e instituciones artísticas, pero los artistas mapuche, en general, somos invisibles cuando no les servimos de cuota a las instituciones culturales. —¿Cómo esperas que sea reconocido el pueblo ma- puche en una nueva Constitución? Es importante que primero el Estado reconozca los dere- chos indígenas, que respete los tratados internacionales sus- critos, como el Convenio 169. Es importante la plurinacio- nalidad, el reconocimiento de la autodeterminación de los pueblos y de que no sólo existe la categoría de chilenos, sino otras posibilidades de identificación. Hay comunidades que están en todo su derecho de no querer dialogar en una ins- tancia en que se han sentido históricamente excluidas, pero al mismo tiempo siento que es nuestra responsabilidad poder reescribir esta historia y dar un nuevo inicio, sobre todo para el reconocimiento de lo que pasó. Fuimos educados en men- tiras, en formas de ver la historia bajo un patriotismo que negaba otras posibilidades de pensar las identidades en este país, entonces este es un primer paso a ese reconocimiento que debió darse hace muchos años atrás. Ser mapuche Sebastián Calfuqueo Aliste nació en Santiago en 1991. Su mamá es chilena, pero su papá es de origen mapuche 78

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