Palabra Pública N°19 2020 - Universidad de Chile

POR XIMENA PÓO El autor de El hombre que amaba a los perros , del personaje Mario Conde y decenas de otros textos, recorre aquí su última novela, su ir y venir de Cuba, sus ideas sobra la diáspora, sus crónicas rebeldes y aquellas lealtades que complejizan la relación con su historia, rutinas, lo político y la política. Felicita a Chile por su proceso constituyente y dice que “ustedes merecen tener un futuro mejor”. C uando termina un libro, siente que va a morir, que es el final, ese día absoluto que sabemos que no hace el quite a nadie. José Donoso decía lo mismo a los y las jóvenes periodistas de los noventa, que nos mirá- bamos con los y las maestras de entonces y de hoy pensando que ese sería el último párrafo y, en su caso, así fue, finalmente. Para Leonardo Padura (Cuba, 1955), escribir parece ser vida, disciplina, juerga, sufri- miento y esa felicidad digna que lo vuelca a publicar, caminar por la ciudad, rodearse de cineastas; escribir es imagen en mo- vimiento, es ternura, odio y amor, “bajos fondos” y libertad. Un extrañamiento interno y externo, del tipo que viven quie- nes desafían toda frontera impuesta, es el que lo ha movido y lo mueve ahora. Ha visto a amigos y amigas salir de Cuba para no volver y para volver; experimentó el periodo especial de los noventa; ha cultivado grandes amistades dentro y fuera, en ese espacio “entre dos mundos” que es el desgarro del exilio y tam- bién de la migración. Está al tanto de lo que pasa en Chile: “Hay un viejo refrán del boxeo y yo creo que a Piñera ‘lo salvó la campana’ de la pandemia, porque realmente el movimiento que existía en Chile era indetenible. Los felicito, ojalá tengan la mejor Constitución posible, pero ustedes se merecen tener un futuro mejor y Cuba también”, dice el autor de El hombre que amaba a los perros (2009). En Padura no hay exceso de lugares comunes, sino más bien una comunidad de lugares, como ocurre en Como polvo en el viento , su más reciente novela, publicada por Tusquets (Grupo Planeta) desde La Habana para el mundo. Leonar- do Padura nunca se ha ido de Cuba. Entra y sale, como si entrara y saliera libremente hacia otras dimensiones, recono- ciendo en esos trayectos esa cubanidad que se establece entre las identidades que va creando entre sus personajes de novela negra o de novela histórica. Con Palabra Pública dialogó el autor de decenas de tex- tos, admirador y cercano a Roberto Bolaño, amigo de Luis Sepúlveda y de Ramón Díaz Eterovic. De teléfono a teléfo- no, a la antigua, hablamos mientras la pandemia nos recorre, sofocante de principio a fin a nivel mundial, y el empeño por las transformaciones sociales y la humanidad de regreso comienzan a volverse costumbre. En Como polvo en el viento , el destierro se vuelve central. “El tema del exilio es un conflicto, una problemática, una esencia que ha estado presente en la historia desde nuestros orígenes. Cuba empieza a ser un país con una cultura propia en las primeras décadas del siglo XIX, la época en que se producen las independencias latinoamericanas; ahí llega una condensación de toda una serie de elementos que van a dar origen a la cubanía, a la cubanidad. Desde ahí está presente el drama del exilio y yo lo relato en La novela de mi vida (2002), en la que hablo de José María Heredia, el primer cubano que tuvo conciencia de ser cubano y lo expresó, y que es también nuestro primer exiliado”. En su reciente novela destaca que existe la posibilidad del regreso y eso es central. Esa posibilidad del retorno “cambió la percepción que se tenía” y recuerda que “tenía un tío que salió de Cuba en el 68, y cuando lo despedimos fue como estar en su velorio, como si no lo fuéramos a ver más nunca y, de hecho, ese tío nunca regresó a Cuba y yo lo pude ver en Nueva York muchos años después, en el 92. Cuando le hablé de la despedida en la casa de mis abuelos, en el barrio en el que vivimos nosotros, él había borrado ese recuerdo, pero yo, siendo un niño, lo recordaba; son esas estrategias que tienen los exiliados para poder sobrevivir”. Voces, retos y lealtades En este último texto asume una construcción de los per- sonajes donde se hace cargo de voces que hasta ahora no esta- ban tan resueltas en su obra, por ejemplo, las de las mujeres. Es así como se aprecia una diversidad registros para géneros diversos. “Las novelas mías anteriores, como las de la serie del personaje de Mario Conde, son bastante masculinas en el sentido de que el mundo del crimen por lo general tiene un carácter más masculino que femenino, y porque el pro- tagonista es Conde. En La novela de mi vida el personaje central también era masculino, y en El hombre que amaba a los perros , lo mismo (Trotsky, Mercader, el cubano Iván que recoge la historia), pero siempre han ido apareciendo muje- res importantes en mis novelas”. Las repasa una a una y ad- vierte que “en la serie de Conde, la madre de su amigo el flaco Carlos, Josefina, que cocina para todo el grupo de amigos, representa ese carácter salvador que tuvo la madre cubana 67

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