Palabra Pública N°19 2020 - Universidad de Chile
bien que se debe (1997): “La iracundia es la expresión de un resentimiento. Pero también, una forma de liberar- se de él”. Ya en los noventa, recuerda López, Giannini era crítico de una democracia de los acuerdos que “neu- tralizaba las diferencias, paralizaba el diálogo y la expresión democrática. En una cancha mal nivelada, no hay acuerdos ni deliberación, hay ejerci- cios de fuerzas donde unos imponen y otros ceden, nadie razona. ¿Para qué razonar si tengo la fuerza?” La filósofa estadounidense Mar- tha Nussbaum ha sido citada con fre- cuencia en este debate, especialmen- te a partir de su libro La monarquía del miedo (2019), donde vincula esa emoción con la polarización de la vida pública contemporánea y la de- gradación de la convivencia en socie- dades como la estadounidense. Pero al leerla, sostiene López, no se puede perder de vista que “una de las cosas más importantes que dice es que las emociones políticas no son tontas, no son ciegas, no son ‘irracionales’”. En el esquema de Nussbaum, añade, “la ira nos habla de un mundo injusto, donde existe, sin embargo, la posibi- lidad de reparación”. Una esfera intelectual devaluada “Caracterizar este tiempo por la intolerancia es al menos una hipótesis insuficiente”, asegura el exrector de la Universidad de Valparaíso, Aldo Va- lle. “La homogeneidad que resulta de la pasividad y de la hegemonía que no deja intersticio alguno para la disi- dencia que incomoda es mucho peor y es una forma de intolerancia previa”, añade. Valle habla desde su experiencia en una de las instituciones más señala- das por la intelectualidad conservadora como cantera de odiosidad e intoleran- cia: la universidad. Pero su trayectoria cuenta una historia distinta. Valle llegó a ser rector de la Uni- versidad de Valparaíso en 2008 como figura de consenso entre académicos y estudiantes movilizados contra las irre- gularidades de la administración ante- rior. Y no sólo se mantuvo en el car- go, además presidió el Consorcio de Universidades del Estado (CUECH) entre 2011 y 2015, y el Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas (CRUCH) entre 2015 y 2020. Reco- nocido como persona de consensos por pares, autoridades y estudiantes, considera la conflictividad concen- trada en las universidades durante la última década como síntoma de algo mucho más grande. “En la medida en que graves con- flictos estructurales no se abrían a la sociedad de un modo transversal, las universidades eran el espacio para un antagonismo radical en su interior. La revuelta social de octubre de 2019 de- mostró que lo que ocurría antes y por años en las universidades era una se- ñal de un proceso que envolvía a am- plios sectores sociales. Lo que quieren los estudiantes no es tan distinto de la demanda transversal que circula por el país”, reflexiona Aldo Valle. Paradójicamente, la relevancia de las universidades también podría es- tar en la raíz del malestar de algunos intelectuales. La masificación de la educación universitaria, piensa Valle, “termina desde luego devaluando el prestigio y reconocimiento que antes proveía y, correlativamente, reservan- do a una élite ese prestigio social”. Además, asegura, “las tecnocracias no necesitan intelectuales que discrepen o desordenen los discursos, las creencias y las prácticas”. Impera, a su juicio, “un uso privado de la razón. Chile ha vivido largo tiempo sin una esfera de deliberación intelectual y cultural dife- renciada y, a la vez, participativa”. Expresión sin encuentro Manuel Antonio Garretón, si bien es crítico de los intelectuales que, como Warnken, han calificado posi- ciones discrepantes como inspiradas “en el odio y el mal”, se niega a redu- cir el problema a una “victimización de sectores intelectuales más bien de derecha o cercanos al poder”. El so- ciólogo y Premio Nacional de Hu- manidades y Ciencias Sociales piensa que “en la sociedad chilena sí hay un problema de intolerancia”. “La intolerancia a aquello que contradice los grandes valores que la humanidad ha ido aceptando consen- sualmente como irreversibles e indiscu- tibles, es un avance civilizatorio”, dice Garretón. El problema, sostiene, es cuando en una sociedad no hay “con- diciones para desarrollar y debatir las posiciones diferentes”, lo que iría aso- ciado “a la disponibilidad de recursos institucionales, comunicacionales e intelectuales para desarrollar esas dife- rencias y la creación de espacios de en- cuentro entre las diferencias”. Para Garretón, el drama de la so- ciedad actual es la ausencia “de ins- tituciones que vayan cristalizando las opiniones y resolviendo aquellas diferencias que son necesarias de re- solver para la toma de decisiones”. La intolerancia en la sociedad industrial, señala, se daba “entre cuerpos socia- les que contaban con mediaciones ideológicas o institucionales como el sistema de partidos”. Esas mediacio- nes estarían ausentes en lo que llama “sociedad digital”. Estamos pasando, postula el so- ciólogo, “a un tipo de sociedad en la cual las mediaciones institucionales necesarias y los espacios de encuen- tro entre diversidades son espacios Estamos pasando, postula Manuel Antonio Garretón, “a un tipo de sociedad en la cual las mediaciones institucionales necesarias y los espacios de encuentro entre diversidades son espacios de expresión, sin el momento del encuentro”. 64
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