Palabra Pública N°19 2020 - Universidad de Chile

Este proceso abrió una oportuni- dad que no soluciona las demandas sociales, pero abre las puertas que nos pueden permitir, de una vez por todas, decidirnos democráticamente como país. Se enriquecía este proce- so de cabildos, asambleas y organi- zaciones territoriales de maneras que no veíamos en años. Todo esto se vio abruptamente interrumpido por una pandemia. Pero la mente no es tan frágil, y ante la necesidad se organizan hasta el día de hoy ollas comunes que siguen gritando que sólo el pueblo ayuda al pueblo, y a un año del esta- llido salimos a las calles, retomamos los puntos de salud y reforzamos que esto sí prendió . A pesar del optimismo expresa- do, no todo está dicho. No sólo hay un plebiscito que ganar, hay que ga- nar una Constitución y luego ganar leyes. Este proceso es largo, y la vida online no lo hace más fácil. Queda- mos a merced de lo que dicten las redes sociales, la televisión y los me- dios de comunicación, que hace ya tiempo se posicionan como poco fia- bles. La comunicación de esta masa se ve limitada, empatizar se vuelve más complejo, la ayuda se virtualiza y se tensa eso que se construyó en la calle para volver al individuo, al yo y mi casa, al yo y mis cosas ahora no sólo como sinónimo de éxito, sino que además como sinónimo de segu- ridad, de sanidad, de vida. Esta pandemia dificulta, por tan- to, que reafirmemos ese sentido co- mún que se construía en las calles, “Nos pensamos colectivamente y nos preocupamos por cosas que no necesariamente nos afectan de manera directa, nos volvemos a llamar pueblo y rompemos así con la moral neoliberal que se instalaba como sinónimo de libertad. Instalamos y nos reapropiamos de la libertad como una necesidad colectiva”. en los territorios, en los encuentros barriales, lo que no sólo es una mala noticia para una izquierda que afir- ma su quehacer y redirige su rumbo al dictado del pueblo, sino que tam- bién para la derecha, pues ese sentido común era la posibilidad de ese con- senso que es fundamental para hablar de legitimidad, algo que sin duda le hace falta a este Gobierno. El desafío es claro, hay que seguir construyendo esa identidad colectiva. Esta construcción no es inter- pretar, ya no basta con interpretar el estallido, con escudriñar en busca del sentido último de esta anomalía. Se vuelve necesario formar ese sentido, construirlo, decidirlo y posicionarlo con miras a las realidades y necesida- des concretas que tenemos. Si no es esta misma masa que se manifiesta la que decide el país que quiere, tendrá que resignarse a aceptar que volvere- mos a estar bajo la voluntad de una clase política incapaz de abordar de manera contundente cualquiera de nuestras demandas. Teniendo la oportunidad de construir una nueva organización política, popular, que mire las necesidades reales de la gente, perderla es simplemente un sinsenti- do que nos mantendrá lejos de una vida digna. Este tiempo de encierro ha dejado claro este último punto, pues le dio una oportunidad única al Gobierno para instalar los cambios y reformas que tanto ha vociferado como la real solución, aludiendo a que cambiar la Constitución no es la vía. Aun así, aun sin la presión que ejercíamos en las calles, su propuesta ha sido com- pletamente deficiente. Esta deficien- cia se vislumbra en que, a un año del estallido, la gente ha vuelto a dejar de manifiesto en las calles que las nece- sidades siguen ahí y que el actuar del Gobierno sigue siendo negligente. Por último, no es menor recordar que esta posibilidad de una nueva Constitución no se ganó con un lápiz azul, se ganó en las calles. Y para que esa Constitución aborde nuestras ne- cesidades tenemos que retomar lo que significa "nuestras", es decir, retomar el sentido común que se construía en el diálogo colectivo, en la escucha atenta, en la empatía, en el reconocer- se como parte de un pueblo que sufre una desigualdad cruel y que se levan- ta ante la injusticia con organización colectiva, popular, feminista, crítica y, sobre todo, con ganas de cambiar todo lo necesario, hasta que la digni- dad, de todes, se haga costumbre. 61

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