Palabra Pública N°19 2020 - Universidad de Chile
Revolución de los Pingüinos el 2006 o la de los universitarios el 2011 o la protesta contra las represas el 2012. Ahí había algunos liderazgos, pero en esta idea no hay liderazgo, hay una es- pecie de espontaneísmo de las masas, como se decía antes. Ahora, no digo que el 2018 sea la causa del 2019, a lo mejor ya el movimiento del 2018 estaba dentro de una forma de fun- cionar que estaba arrastrándose, que explota ahí. —Usted ha descrito una dis- conformidad que viene de muchos lugares. Hoy estamos a punto de en- frentar un plebiscito. ¿Cree que un potencial cambio en la Constitución ayudaría a subsanar esas disconfor- midades o de todas maneras hay que conducir otro tipo de procesos sociales que ayuden a aliviar la sen- sación de desigualdad creciente? Creo que no sería malo que la nueva Constitución lograra tener esa nueva fuerza para nuclear todas las energías, las energías críticas, emanci- patorias, contra la desigualdad, por- que habría, de alguna manera, algún tipo de encuentro entre la lógica de la revuelta y la reflexividad compartida, una especie de proceso deliberativo a nivel nacional. Si los procesos delibe- rativos se mantienen divorciados de los procesos de movilización, yo no sé hacia dónde se llegaría, es como una especie de toparse con un callejón sin salida. No digo que el proceso de la Constitución desmovilice a la socie- dad, yo no sé cuánto tiempo puede permanecer una sociedad movilizada como lo estuvo durante cuatro meses, pero de alguna manera debiera vin- cularse la movilización social con la deliberación pluralista, por llamarla de alguna manera, una deliberación abierta, ampliada. —En medio de la pandemia, diferentes teóricos y teóricas han postulado alternativas de cambio de nuestra vida social después de la pandemia. ¿Qué piensa usted? ¿Cree que estamos en condiciones de anticipar si la pandemia va a producir cambios permanentes en nuestra manera de relacionarnos socialmente? Yo creo que la pandemia ha traído una especie de desfile de proyecciones utópicas y distópicas muy interesan- te, porque se han ido modificando a medida que la pandemia y las medi- das de confinamiento duran más. Al principio apareció una especie no de euforia, porque no podemos hablar de euforia ante una pandemia, pero una expectativa de que íbamos a en- caminarnos hacia una ética de la fru- galidad; la pandemia era la señal que la naturaleza le daba al capitalismo, a la modernidad y a la globalidad, de que no podíamos seguir con esta forma de producir, consumir y de ha- bitar, y que por lo tanto se venía un cambio paradigmático. Y también apareció la expectativa utópica de la emergencia del rol social del Estado, sobre todo en América Latina. La gente pensó: “este es el fin del capi- talismo financiero”. Creo que ahora hay un momento de incertidumbre en este juego de naipes de utopías y de distopías dinámicas que se han dado a lo largo de los últimos meses. Uno de los grandes problemas, que es mas simbólico, tiene que ver con la crisis política durante el estallido y la pérdida profunda de apoyo, aproba- ción y legitimidad prácticamente en casi toda la clase política y el sistema. ¿Cuál va a ser la voz desde la política que invite, convoque, a la sociedad a estar juntos para enfrentar esta situa- ción crítica? —¿Cuál es su respuesta frente a esa pregunta? El problema es que no hay voz. Las dos personas que apuntan más fuerte en las encuestas son Lavín y Jadue, y no creo que ninguno de los dos pueda hacer esa convocatoria, sal- vo que se junten, pero no lo creo. Tie- ne que haber una voz que convoque, creo que la voz tiene que convocar a unirnos en un cierto sacrificio, que es lo que ocurre durante las guerras. Roosevelt tuvo la capacidad de hacer- lo durante la guerra; de alguna ma- nera se desgastó, pero Fernández en la Argentina lo pudo hacer, una voz convocante. Pero la voz convocante tiene que ser, a la vez que una invi- tación al sacrificio, muy clara tam- bién en una invitación a distribuir los sacrificios según las capacidades, el lugar que ocupa cada uno en la so- ciedad. Si uno invita al sacrificio, y al mismo tiempo vamos a discutir en se- rio el impuesto a los superricos, tiene más sentido, pero invitar así, de ma- nera vacía, a que todos nos sacrifique- mos sin hacer distinciones, sabiendo que hay personas que quedaron muy mal paradas, no tiene ningún sentido. “Yo no sé cuánto tiempo puede permanecer una sociedad movilizada como lo estuvo durante cuatro meses, pero de alguna manera debiera vincularse la movilización social con la deliberación pluralista [en torno a la Constitución]”. 48
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