Palabra Pública N°19 2020 - Universidad de Chile

colaboras, y si una cosa ha ganado mucha fuerza entre las universidades estatales es que la colaboración nos favore- ce a todas, a diferencia de la competencia, que nos limita. Claro, ha habido históricamente visiones más elitistas en la Universidad, pero yo diría que eso ya no existe. Y esto se ha discutido extensamente en todo el mundo, hay un consen- so entre los expertos que han estudiado las universidades de que muchos de los valores que están en juego en el sistema universitario son contradictorios con los sistemas que pue- den ser exitosos en el desarrollo de, digamos, neumáticos. Por lo tanto, si hay un sistema fuerte de universidades esta- tales, vamos a ser una mejor Universidad de Chile. —El Cruch ha hecho en lo que va de año un gasto adicional de 16 mil 500 millones de pesos para mante- ner las clases a distancia, ha dejado de recibir casi 80 mil millones por concepto de aranceles y proyecta un déficit para fin de año de 114 mil millones. ¿Pueden las univer- sidades cumplir un rol estratégico si están tan ocupadas de sobrevivir? Yo me resisto a esta idea de las universidades como stake- holders , donde cada uno tira de su propia cuerda para llevarse el máximo. Es el país el que debe definir si queremos o no queremos mejores universidades por tal o cual motivo. Una gran definición que debemos tomar a partir de esta pande- mia es si queremos o no tener universidades que impulsen el desarrollo del conocimiento. Uno puede considerar que esta es una magnífica oportunidad para decir “la universidad no es lo más importante porque hay muchos desempleados y hay que invertir todo en crear nuevos empleos”. Bueno, no sé si es posible a largo plazo crear nuevos empleos si uno no tiene universidades funcionando. En Europa, después de la crisis subprime , estaban muy mal económicamente y, sin em- bargo, la decisión que toman, lejos de podar los presupuestos de las universidades, fue fortalecerlos. —¿Y es capaz una universidad de hacer frente a de- safíos complejos si su subsistencia depende del pago de aranceles? Que el voucher sea el mecanismo para financiar univer- sidades estatales es de una ridiculez que no tiene nombre. Una consecuencia de esa política es que las universidades estatales no pueden aumentar sus matrículas como quieran, porque estarían ellas mismas fijando la plata que el Estado les va a transferir. Eso te trae a situaciones maravillosas. Por ejemplo, médicos y enfermeras no se van a vivir a Atacama. La única forma de solucionar los problemas de salud de Atacama es permitir que los atacameños estudien carreras de la salud. Pero ocurre que tienes una ley que le prohíbe el Estado aumentar en más de 2% la matrícula de sus propias universidades. Bueno, en Chile alguna vez se dijo que las universidades estatales que no tuvieran un cierto nivel de calidad no iban a recibir financiamiento. El chiste más fan- tástico, porque, ¿quién es responsable sino el propio Estado si una universidad estatal está mal? Castigar a la universidad es como, en un hospital público que es malo, comenzar a cobrarle a los enfermos. —¿Dónde debiera entonces concentrar sus esfuer- zos la defensa de las universidades públicas en una nueva Constitución? Lo esencial es revalorar la investigación, la ciencia, las hu- manidades y las artes. Lo segundo, distinguir lo público de lo privado y entender que existe un ámbito para cada uno, que no significa beneficios ni perjuicios económicos para ningu- no de los dos sectores en su totalidad, pero sí una relación del Estado con sus universidades. Un ejemplo que para mí es obvio: los sistemas de salud regionales tienen que desarrollar proyectos de salud propios, con las particularidades que tiene esa región. Ahí la universidad estatal tiene que jugar un rol de sinergia con el sistema de salud público. No puedes seguir viendo la relación entre el servicio de salud y las universida- des como que el servicio tiene un bien, los pacientes, que puede licitar entre las universidades, como se hace ahora. —¿Entonces poner en práctica una nueva Consti- tución implica volver a hablar de reforma a la educa- ción superior? Sí, yo creo que gran parte de las razones que se adujeron para no tomar las medidas correctas se daban precisamente por ciertos conceptos constitucionales, notablemente, esta idea de la educación no como un derecho, sino como un ámbito de transacciones y proyectos individuales. Por lo tanto, repensar el vínculo entre el Estado y las universida- des públicas, las especificidades que tienen, y el proyecto de país que queramos hacer en cuanto al desarrollo de las cien- cias y las tecnologías, las artes y las humanidades, es central. Todo lo que hemos aprendido en cuanto a desigualdades del estallido y de la pandemia tiene que ser aplicado ahí. —La Universidad de Chile realizó varios encuentros tras la crisis social y su comunidad se manifestó a tra- vés de un plebiscito a favor de una nueva Constitución. ¿Qué rol le cabe a contar del 26 de octubre? Creo que va a jugar un rol clave en la idea de atreverse a ver como factible y necesario un nuevo modelo de sociedad. Chile es uno de los casos más extremos que yo conozco de haber tomado una concepción ideológica como una verdad absoluta, en una epistemología mucho más parecida a la de la geometría o la matemática que a cualquier ciencia empí- rica, en la que partes de la base de axiomas. Axioma uno: lo privado es mejor que lo público. Axioma dos: la gente se esfuerza y se preocupa sólo cuando está en juego su interés individual. Y así, sucesivamente, hasta que de ese conjunto de axiomas vas construyendo una sociedad y te queda este engendro en el cual estamos y que tiene un estallido. Yo no lo desacredito a priori , pero el drama es que no ha sido conversado ni discutido. El verdadero problema que ha te- nido el país es que este fue un comando tácito, como dicen los psiquiatras, no ha tenido chance de ser cuestionado. 29

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