Palabra Pública N°18 2020 - Universidad de Chile
Chile entre los años 1968 y 1973. Le correspondió liderar, desde la que entonces era la Facultad con mayor peso en la Universidad, la Reforma Universitaria de 1968 que cam- biaría el rostro de la institución, pues modificó, como res- cata Memoria Chilena, de “manera sustancial el contenido y las orientaciones de las funciones universitarias, estableció una nueva estructura de autoridad y poder que permitió la participación de la comunidad universitaria en el gobier- no de las universidades y se esforzó por buscar una mejor inserción de estas en los afanes por lograr el desarrollo y la modernización del país”. —¿Cuál era la relevancia de emprender un proceso de esas características en la Universidad de Chile? ¿De qué manera la reforma cambió a esta institución? En Chile se pensaba que en las universidades había una estructura muy autoritaria, muy dirigida por los profesores y que en algunos aspectos no reconocía los esfuerzos sociales que eran muy importantes, pertinentes a la universidad. Se trataba de que desde la universidad hubiera una visión en todos los ámbitos de práctica que estaban ocurriendo, pero esa participación no se podía dar porque no había ningún organismo en que los estudiantes estuvieran representados. Entonces irrumpe una demanda muy fuerte de participa- ción y desde ese momento se elige al rector, decanos, en los consejos hay participación triestamental y eso determina un cambio muy fundamental en la orientación que toma el trabajo universitario, que en salud fue muy importante. La Chile introdujo un cambio notable en los planes y pro- gramas de enseñanza. Por ejemplo, se sacó la enseñanza de la medicina de los hospitales a las poblaciones, a los consul- torios, para que se conocieran otros aspectos de la realidad nacional. En la experiencia que yo tuve, la universidad tuvo un vuelco muy fundamental. —La idea del cogobierno sigue generando incomo- didad. Usted vivió ese “experimento” en la Facultad de Medicina. ¿Cómo funcionó esa iniciativa? En la Facultad de Medicina tuvimos un entendimiento absolutamente total con los estudiantes y funcionarios. Los estudiantes con un 25% y los funcionarios con un 10% y, bueno, con un 65% los académicos, pero se introdujo en ese momento un concepto que es muy importante, que es hablar no de una institución, sino de una comunidad, porque tenemos todos algo en común y lo que tenemos en común son los planes y programas que señalan hacia dónde va la Facultad, y en Medicina se produjo una filosofía muy favorable. El respeto mutuo que se establece en ese mo- mento es porque tenemos algo en común, que es el objeto en que tú estás empleando tu actividad laboral. El año 69, cuando dimos la bienvenida a los nuevos estudiantes, invité a un funcionario a que participara en los discursos de bien- venida. Mira, el funcionario hizo un discurso que fue el mejor de todos, había una pasión en su voz, un entusiasmo con el que este funcionario se refería a lo que era la bienve- nida para los estudiantes, que venían a cumplir una función tan importante. El hospital universitario anterior tenía pa- ros unas tres o cuatro veces al año, a veces de semanas, no se atendía; nosotros no tuvimos nunca, en los cuatro años, un conflicto con los estudiantes que llegara a un paro. Yo soy un absoluto partidario de que la Facultad de Me- dicina no tuvo un periodo mejor que los cuatro años del 68 al 72, sin conflicto y con expansión y desarrollo increíbles, yo creo que todo el mundo se identificó con el proyecto. ¿Por qué no hacer participar a los estudiantes en los con- sejos? Yo soy un gran partidario de los cogobiernos. Si a mí me preguntan “¿usted, en que se basa para decir esto?”. Me baso en los tres años en que fui decano de la Facultad de Medicina, que era la Facultad más amplia que tenía la Chile en esa época. —Usted enfrenta la pandemia con 94 años. Sabemos que el virus afecta de manera particular a las personas mayores. ¿Cómo ha vivido el proceso de confinamiento? Mira, yo tengo una compañera maravillosa, Patricia es profesora de inglés, pero es poeta, pintora, ceramista, mu- chas cosas más, con muchas inquietudes intelectuales. A la semana de conocerla, yo le propuse matrimonio y ella dijo que sí, que se casaría conmigo. Mi madre, que estaba preocupada porque tenía 30 años y no me casaba, me pedía que aceptara ver a algunas jóvenes compañeras de mi her- mana y apareció un día Patricia, era un jueves. Ese fin de semana le dije a mi mamá: “parece que conocí a la persona con la que me voy a casar”. El jueves siguiente, sin haber tratado de ninguna manera un tema sentimental, yo le dije “¿tú te casarías conmigo?”. Y ella me dijo que sí. Le escuché a González Vera, que era nuestro amigo, decir un día en Isla Negra que “un matrimonio feliz es una conversación interminable” y eso se ha cumplido. Para mí ella es la com- pañera ideal y tengo que reconocer que este confinamiento, con el departamento en que tenemos todas las ventanas que miran al exterior y con terraza, no me aflige en ese sentido. —¿Ha sentido miedo de la muerte en este contexto? Me da pena dejar sola a la Patricia, sé que le soy necesario. 89
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