Palabra Pública N°18 2020 - Universidad de Chile
cine fue siempre el reflejo de la realidad del país, y a pesar de las dificultades de producción siempre hubo obras profunda y honestamente ancladas a la realidad. En los 70 queríamos cambiar el mundo, en los 80 ganarle a la dicta- dura, expulsarla, destruirla, recuperar la democracia. A partir de los años 90 el escenario se complicó, se acabó el blanco y negro y nos vimos inmersos en una gama de grises digna del smog de Santiago. —También está el acto individual de registrar y de luego ver estos registros en redes sociales, sobre todo en el contexto de las protestas. Creo que el peligro de lo digital es la superficialidad. Antes, levantar un proyecto era tan complicado, y también conseguir presupuesto, incluso den- tro de la universidad. Entonces, cuando lle- gabas a hacer una pelí- cula era como sacarse la lotería. Eso implicaba aprovechar a fondo la oportunidad, se hacía una investigación previa y había que pensar muy bien las cosas. Con las cámaras a cuerda podías hacer tomas de veinte segundos, ahora puedes poner a andar tu cáma- ra durante una hora de corrido o mucho más, y en algún momento se captará algo interesante. La nueva técnica da una libertad de trabajo y expre- sión maravillosa, sin embargo, ello no reemplaza la ausencia de compromiso y búsqueda. Son contradicciones propias del proceso. —Tal como en dictadura, estamos en un periodo de mucha cesantía y au- mento de la pobreza. Sin embargo, las formas de hacer y ver películas han cambiado, ya que ahora somos una “comunidad de individuos”. ¿Cuál es su reflexión sobre estas diferencias? La dictadura es un estado de guerra interna y los estados de guerra ge- neralmente producen una cierta aglutinación de la población en torno a un objetivo. En cambio, en esta postdictadura, entre la vuelta a una supuesta “de- mocracia” y hasta el estallido, hay un largo periodo en que este tejido social se fue transformando y deteriorando. Cuando uno lo compara con cómo fueron los años 70, es realmente muy penoso y angustiante, muy triste. Todo lo que se ha perdido desde entonces es atroz. El patrimonio audiovisual como instancia política —Usted fue director de la Cineteca de la Universidad de Chile hasta su clausura, que se produce con el golpe de Estado en 1973, y también fue pre- sidente de la Unión de Cinematecas de América Latina. ¿Cómo ha visto las transformaciones en el campo del patrimonio audiovisual en Chile? Técnicamente, el resguardo del patrimonio fílmico que ha sobrevivido ha pasado a la etapa digital. Las posibilidades de conservar o difundir el patri- monio hoy son más viables, pero eso no significa que hay más conciencia de la necesidad de conservación. Son elementos algo contradictorios. Respecto a la conservación en Chile, hay materiales antiguos, de los años de Chilefilms, supuesto, me acuerdo de La batalla de Chile , etc. Pero desgraciadamente no fue posible, no fui capaz de resolver los problemas correspondientes y me he tenido que contentar con masticar algunos temas que me parecen inte- resantes. Me hubiera encantado hacer un documental sobre los muchachos de la primera línea. Hay un aspecto que me resulta apasionante, su vida previa, y luego el cambio que les ha significado participar y convertirse en verdaderos guardianes de las marchas, capaces de rechazar la brutal interven- ción policial. Me atrevo a aventurar que muchos de ellos, por una vez y ojalá sea por mucho tiempo, encon- traron un objetivo del que antes care- cían, un sentido de vida. Por otra par- te, las diferentes situaciones humanas que se producen a consecuencia del Covid-19 y la cuarentena es otro tema interesante. —En el contexto actual, y pro- testas mediante, todos somos “po- tencialmente cineastas” con nues- tros celulares y las redes sociales... Encuentro genial esto de que todo el mundo pueda usar su teléfono y registrar lo que quiera. Las posibilida- des del registro como testimonio y/o denuncia ya han demostrado su uti- lidad. Personalmente, me encantaría que en los colegios hubiera un ramo, basta un semestre, para enseñar a los alumnos a manejar las cámaras-teléfo- no y superar las excesivas imperfeccio- nes de tantos temblorosos y movidos registros ilegibles... Claro, no basta con “apretar el botón de la cámara”, como decíamos antes, siempre depen- de de hacia dónde la estás enfocando, qué estás dejando dentro o fuera del cuadro, ya que siempre hay una mira- da. Hay miradas más limitadas y otras más amplias, más artísticas, más poé- ticas, más o menos inteligentes. —¿Cómo ve la posición que hoy toman los cineastas frente a la rea- lidad, comparada con la del “nuevo cine chileno” de los años 80? Yo diría que, en general, nuestro Imagen de la película El chacal de Nahueltoro . Museo de la Memoria 72
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