Palabra Pública N°18 2020 - Universidad de Chile

“Lo profundamente humano está en todos los escritores. Un buen escritor, aunque escriba sobre ficción, suspenso, si es bueno, siempre va a transmitir los diferentes aspectos esenciales del ser humano. Lo precario, las penas, alegrías, las relaciones amorosas, los problemas sociales”. mi padre, y Barquero, recuerdo que una vez dije que era por los barqueros del Maule, donde pasé algunas temporadas de mi infancia”, señaló hace tres años el escritor. “Pero también tiene que ver con el mito de Caronte, el barquero de la parte del Infierno de La divina comedia . Es un seudónimo que está relacionado con la muerte”, agregó. —¿Por qué? Misteriosamente, el día en que publiqué mi primer li- bro, estimulado por tres amigos, puse el nombre de Efraín Barquero, ese día tuve que viajar a ver la agonía de mi padre, quien murió esa misma noche. Recuerdo que ese día llegó un telegrama a mi madre relatando que él estaba mal y yo viajé en una micro desde Santiago a Teno, donde estaba mi padre. Yo firmé ese día mi libro y ese día murió mi padre. Pekín, Marsella y la Biblia Efraín Barquero estudió Derecho en la Universidad de Chile y también pasó por el Instituto Pedagógico. Llegando a Santiago arrendó una pieza en un cité de Estación Central. “Conozco a los personajes de esas calles: prostitutas y lavande- ras”, escribió el autor en el ensayo autobiográfico Arte de vida. Eran los años 50 y el poeta hizo amistad con sus compa- ñeros de generación: Enrique Lihn, Jorge Teillier, Armando Uribe, Alberto Rubio y Rolando Cárdenas. “Yo venía de un pueblo del sur, de una familia campesina, y pude relacionar- me con estos nombres, que fueron grandes poetas y amigos”, comentó Barquero en 2017. Su obra, ligada al campo, a lo popular y a lo social fue pu- blicada en una veintena de libros como Enjambre , El regreso y Maula . A lo largo de su trayectoria, el poeta recibió elogios y comentarios de importantes críticos y escritores como Ig- nacio Valente, Alone, Naín Nómez, Juan Antonio Massone, Federico Schopf y Alejandro Zambra. Este último escribió en la prensa, en 2004, tras la apari- ción del volumen El poema en el poema : “El autor ha mante- nido una inusitada fidelidad a las obsesiones que han dado forma a su personalísima obra: la necesidad de preservar los vínculos familiares y, sobre todo, la vindicación del mito como único relato capaz de darle sentido a la existencia”, anotó el autor de la novela Poeta chileno. En 1962 Efraín Barquero viajó a China y pasó dos años en la capital, Pekín, invitado por el gobierno chino. De esa experiencia nació su libro El viento de los reinos (1967), poe- mario reeditado el año pasado por Ediciones Lastarria en conjunto con editorial Nascimento. Aterrizando en Chile, el poeta se instaló a vivir en el sector de Lo Gallardo, cerca de San Antonio. Allá llegaban a visitarlo escritores como José Donoso y un personaje de la bohemia de la época, Eduardo “Chico” Molina. “Fue el Chi- co Molina quien me prestó el libro Exil , de Saint-John Perse, y con ese libro de modelo hicimos El viento de los reinos” , comentó Barquero en 2017. La dedicatoria del poemario dice: “A Eduardo Molina Ventura por su espíritu poético. A mis antecesores en la ruta interior a la China primordial: Paul Claudel, Victor Segalen, Saint-John Perse, André Malraux y Marcel Granet”. “Saint-John Perse fue uno de los primeros poetas fran- ceses que fue a China. Yo, estando en Francia, después tuve relación con el Instituto Saint-John Perse. Y como anécdota siempre cuento que en su museo hay un libro mío”, recor- dó el poeta. En la década del 70, para el golpe de Estado de 1973 en Chile, Barquero se encontraba en Colombia como agregado cultural del gobierno de Salvador Allende. “Yo tuve allá cierta actuación pública y me expulsaron, me dieron unos días para salir. Esto sucedió, recuerdo, porque hablé por la televisión y por la radio sobre lo que estaba ocurriendo en Chile”, señaló hace tres años el autor de La mesa de la tierra. Así fue como Efraín Barquero después de Colombia se fue a México y luego pasó un año en Cuba antes de exiliar- se en Francia. En La Habana, donde fue jurado del Premio Casa de las Américas, escribió dos poemarios contra la dic- tadura liderada por Augusto Pinochet: Bandos marciales y El poema negro de Chile , ambos de 1974. Era la primera vez que, en su producción literaria, el poeta elaboraba un discurso más directo y cargado de un mensaje contingente. “Obra de fuerte contenido político”, escribió Naín Nómez. “Metaforiza la represión con un tono que intensifica la peculiar estética de Barquero”, agre- gó el académico. Uno de los poemas de Bandos marciales dice: “Se exagera el número de muertos/ en esta operación de limpieza de nuestro país./ Son muy pocos. Los justos, los necesarios,/ cuando están en juego cosas tan importantes/ como Dios, la Patria y Libertad”. Hace tres años el poeta contó sobre su travesía: “Pos- teriormente me fui a Francia porque fue el país que me dio el asilo. Primero estuve en Estrasburgo, luego en Aix-en-Provence y después me instalé en Marsella. Están, igualmente, las inclinaciones e intereses como la literatura y la poesía francesa. Estando allá yo escribí varios libros, pero todos relacionados con Chile, es por mi raigambre 61

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