Palabra Pública N°18 2020 - Universidad de Chile

lo inevitable, es casi una trivialidad decirlo, sabemos que el destino fi- nal es la muerte para todos, pero es impresionante cómo hoy lo que se presenta de golpe es una muerte sin ilusión. Hoy la muerte es completa- mente en silencio, es una muerte ais- lada, sin un beso final; una muerte sin una mano que tome la tuya es algo muy triste. Uno se da cuenta de que morirse incluso es algo que puede ha- certe ilusión, morirse de una determi- nada manera, y peor que la muerte es la soledad, la soledad infinita. Ese es un golpe a la humanidad. —La pandemia ha dejado al descubierto la soledad que pa- decen muchos y también otras desigualdades que se venían agu- dizando con el estallido social. ¿Qué reflexiones ha tenido usted en este periodo? Con el virus surge todo, es la pudrición de un sistema económico que es una vergüenza, no hay pala- bra para graficarlo, es inconcebible y siempre lo fue. Primero fue la pro- testa social, pero ahora con el Coro- navirus se nos muestra su dimensión más cruda, porque el virus real es la sociedad que hemos construido. Una buena sociedad, con una buena educación, con un sistema igualita- rio, se defiende, pero acá no tenemos casi ningún arma para defendernos, al contrario, la pobreza emerge. Era tan obvio que iba a suceder, porque acá la clase media es una clase que le haces cualquier cosa y son pobres de inmediato. Entonces, que Mañalich haya dicho que descubrió la pobreza da un poco de risa. Lo del hambre es terrible y tiene también una parte tragicómica, cuando se preocupan de borrar la palabra hambre que pro- yectó Delight Lab en el edificio Tele- fónica, como si lo importante fuera la palabra y no el hecho del hambre misma, entonces borran la palabra como si con eso borraran lo que está pasando. En estos tiempos se revela lo peor de la injusticia, pero también se revela lo mejor, que es la solidari- dad, hay seres humanos que son ma- ravillosos, me sumo a los aplausos a todos esos trabajadores de la salud profun- dos y solidarios, a quienes están organizando ollas comunes, es conmovedor. *** Entre 1979 y 1985, Raúl Zurita fue parte del CADA, el Colectivo Acciones de Arte que junto a la escritora y su entonces pareja Diamela Eltit, los artistas Lotty Rosenfeld y Juan Castillo, y el sociólogo Fernando Balcells, desplegó una serie de intervenciones poéticas urbanas para contrarrestar el horror de la dic- tadura. Una de ellas fue Para no morir de hambre en el arte , en octubre de 1979, donde a través de varias acciones abordaron el problema de la pobreza extrema, dotando a la leche del poder simbólico para representar un problema político irrepresentable. El colectivo repartió 100 litros de leche entre los pobladores de La Granja en bolsas de medio litro; consiguieron que camiones de leche Sopro- le se estacionaran frente al Museo Nacional de Bellas Artes, donde antes habían clausurado la entrada con un lienzo blanco, afirmando que el arte estaba fuera y no dentro del edificio; publicaron un texto poético en una de las páginas de la revista Hoy y distribuyeron frente al edificio de la Cepal el texto No es una aldea , con reflexiones como esta: “Cuando el hambre o el terror conforman el espacio natural en el que la aldea se despierta, sabemos que nosotros no somos una aldea, que la vida no es una aldea, que nuestras mentes no son una aldea; sabemos también que el hambre, el dolor significan todos los discursos del mundo en nosotros”. Ese mismo año, Zurita publicó Purgatorio , su primer libro y suerte de ma- nifiesto artístico donde invoca la poesía como proyecto de arte y vida. Tres años después, el 2 de junio de 1982, consiguió que cinco aviones escribieran con humo blanco sobre el cielo del barrio Queens, en Nueva York, 15 versos de su poema La vida nueva , acción que fue registrada en video por el artista Juan Downey. “Mi Dios es hambre/ Mi Dios es nieve/ Mi Dios es pampa/ Mi Dios es no/ Mi Dios es desengaño/ Mi Dios es carroña/ Mi Dios es paraíso”. —Hay una lucidez y una vigencia inusitada en su trabajo y en el del CADA. ¿Cómo percibe hoy esas obras? Pertenecer al CADA para mí fue como escribir un poema de distinta ma- nera, un poema colectivo. Fuimos cinco personas que nos lanzamos con todo. No fue más que eso y no fue menos que eso. Sin embargo, hay una discusión sobre cuándo termina el CADA. Para mí termina en 1983, cuando comen- Guy Wenborne "Ni pena ni miedo": el geoglifo con el verso de Zurita realizado en el desierto de Atacama en 1993. 53

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