Palabra Pública N°18 2020 - Universidad de Chile

POR BÁRBARA BARRERA Vive hace 11 años en Chile y en la actualidad es una de las dirigentas del campamento Barrio Transitorio de Emergencia Renacer de Alto Hospicio. Su experiencia en este lugar ha estado marcada por un violento desalojo que realizó Carabineros de Chile en 2016, que culminó con 1.300 familias durmiendo a la interperie del desierto. En esta entrevista, la dirigenta aborda los gestos de racismo y discriminación en contra de la población migrante que lamentablemente hoy se han multiplicado, critica el rol del Estado a la hora de garantizar los derechos humanos y se refiere a las condiciones de vida de gran parte de las y los migrantes. “Somos tratados como animales, esa es la realidad”, afirma. E n agosto de 2016, bajo órdenes es- trictas de la Gober- nación de Tarapacá, Fuerzas Especiales de Carabineros llegó al sector de La Pam- pa, en Alto Hospicio, con el objetivo de desalojar a las 1.300 familias que vivían en la toma del sector. Lorena Zambrano (36), ecua- toriana, dirigenta e integrante de la Asociación de Migran- tes y Promigrantes (AMPRO), se encontraba viviendo en la toma junto a sus tres hijos, todos menores de edad. “En el desalojo la máquina pasó, se llevó casas y no le importó que había abuelos y niños y niñas. Es duro ver tu casa en el piso, ver a tus hijos en la noche durmiendo en el piso. Tan brutal fue lo que pasó, que hubo una señora embarazada que perdió su bebé, hubo una señora a la que le volaron los dientes los carabineros, los niños lloraban, o sea, fue una cosa impresionante. Tuvimos que dormir en carpas, aguantábamos frío, se suponía que nos iban a traer baños químicos, pero nunca llegaron, y la gente al final comenzó a hacer hoyos para al menos tener un lugar donde echar sus necesidades biológicas”, relata Lorena, en medio de la pande- mia, desde el campamento BarrioTransitorio de Emergencia Renacer de Alto Hospicio, lugar donde las autoridades loca- les reasentaron a las familias después del desalojo. Lejos de ser un lugar con condiciones de habitabilidad dignas, el lugar escogido por las autoridades fue, literalmen- te, un basurero. “Lo abrieron en cuatro partes y en ese cuadra- do del medio dijeron ‘ya, ¿quieren estar aquí?’, y aquí nos tiraron. De ahí en adelante han venido las luchas por limpiar el campamento y por hacer otras reconstrucciones dentro de los mismos vecinos, pero ha sido difícil porque nos dejaron aban- donados, apartados”, explica la dirigenta. En la actualidad, el campamento en el que vive Lo- rena cuenta con 250 familias y cerca de mil personas, quienes a través de la organización comunitaria han lo- grado tener acceso a luz y han negociado con los medios de transporte regionales para obtener movilización desde el campamento a la ciudad. El 70% de la población del campamento corresponde a personas migrantes, y los principales grupos son los bo- livianos, ecuatorianos y colombianos. La dirigenta cuenta que una de las cosas que le ha llamado la atención en este último tiempo ha sido la llegada de haitianos y haitianas que han migrado desde Iquique o desde la capital tras vivir situaciones de discriminación y racismo en las que han sido escupidos, golpeados y baleados. “Habría que borrar esa canción ‘Si vas para Chile verás cómo se recibe al amigo cuando es extranjero’, habría que 15

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