Palabra Pública N°17 2020 - Universidad de Chile

nuestra gente y se ha instalado, en su lugar, una ira antigua por la postergación y aban- dono. Así como el virus vino a cambiar nuestros modos de habitar el territorio, también dejó al descubierto la crudeza de nuestra precariedad. Hay, por lo menos, dos mundos claramente delimitados. Uno que habla de teletrabajo, que presiona a las familias por permanecer en las casas y despliega, ante los confinados, series de televisión, programas de convivencia a distancia, y abre salas virtuales para que los niños continúen con su for- mación desde las casas; y otro que no cuenta con Internet en los domicilios, que no tiene señal de telefonía o que es discontinua, que no tiene agua potable. Una buena cantidad de estudiantes de Chiloé pertenecen a los sectores rurales e incluso muchos de los urbanos, si no tienen el colegio abierto y comunicación directa con el aparato educacional, quedan aislados, porque la forma de sobrevivir ha estado siempre ligada al contacto con el otro, a las redes comunitarias, a la solidaridad que es difícil transmitir por medio de la tecno- logía. Cada vez hay más islas dentro de la isla. Ayer, sin ir más lejos, muy temprano en la mañana, en las esquinas de Avenida La Paz y Caicumeo, se veían tan entumidos como siempre, en grupos, los turnos de trabajadores de las pesqueras y procesadoras de mariscos esperando a que los buses los pasaran a buscar. No están siendo prudentes, podría decir un continental, porque la prudencia tiene en cuenta el futuro. Los chilotes nos resistimos a ser engañados por el apa- rato informativo. Hemos visto, otra vez, cómo el discurso de la autoridad habla de la seriedad de la situación mien- tras en las poblaciones de las grandes ciudades la gente debe salir a trabajar y los privilegiados de siempre saben que, si se enferman, allí estarán los espacios de lujo ya equipados, en sus barrios, con una celeridad inaudita por el sistema de salud estatal. En el archipiélago sabemos que no contamos con esa posibilidad, por eso a la entrada de la isla grande se instaló un cartel que dice “Bienvenidos a Chiloé” y en letra más pequeña “Sólo a los residentes”: sacrificamos la ancestral vitalidad del encuentro con los otros en pos de resguardar nuestra salud. Hoy es urgente actuar coordinados. Urge permanecer despiertos a lo más y menos evidente. No se puede vivir con miedo ni aceptando las decisiones de quienes protegen sus intereses económicos y/o políticos. Lo único que puede ayu- dar es la anuencia de los propios ciudadanos, la colaboración entre comunidades y quienes toman decisiones que afectan a todos. “Ocurrió, sin embargo, lo inesperado: dentro de poco, volvieron a resucitar, despertando de la letargia jóvenes y pletóricos de fuerzas, así como la mariposa sale del gusano”. Esta cita del mito Quenos nos ilumina para decir que no todo es oscuro en este presente suspendido sobre nosotros; nos ofrece también señales que queremos aprender a leer. Volvieron las enormes mariposas blancas que le dieron nombre al sector donde vivo y hacía por lo menos veinte años que no llegaban. Casi todas las tardes aparecen bandadas de choroyes rompiendo el silencio y, en la ventana del baño, lleva dos días posado un coleóptero de largas alas transparentes como cola de ropaje regio, con manchas oscuras en los bordes. ¿Seremos otros cuando esto acabe? Quiero creer que sí. Que cada uno de nosotros está haciendo un necesario acopio de valor, raspando la memoria para encontrar for- mas de vivir más humanas. Que nuestra fortaleza comunitaria, esa férrea manera de solucionar los problemas considerando a los otros, compartiendo la suerte de todos, será el escudo frente a los días venideros. ROSABETTY MUÑOZ Poeta y escritora chilota, ganadora de los Premios Pablo Neruda y Altazor. Autora de Ligia (2019) y la antología Misión circular (2020). 74

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