Palabra Pública N°17 2020 - Universidad de Chile
“A partir del estallido social, la apropiación de los espacios públicos, particularmente por parte del mundo estudiantil adolescente, permitió un sinfín de nuevos significados y expresiones que dejaron huellas en distintos rincones de la ciudad a través de iniciativas colectivas que generaron un importante sentido de pertenencia”. CAMILO MORALES Psicólogo y coordinador del Núcleo de Estudios Interdisciplinarios en Infancias de la Universidad de Chile. a la educación, al movimiento, al juego o a la recreación. También dan cuenta de un fenómeno inédito para nues- tra sociedad, como es la situación del abandono masivo de niños, niñas y adolescentes de los espacios públicos y su repliegue forzado para confinarse al interior de la familia. Situación paradójica si miramos los últimos meses, a partir del estallido social, donde la apropiación de los espa- cios públicos, particularmente por parte del mundo estu- diantil adolescente, permitió un sinfín de nuevos significa- dos y expresiones que dejaron huellas en distintos rincones de la ciudad a través de iniciativas colectivas que generaron un importante sentido de pertenencia. Hoy en día, el panorama es radicalmente distinto, las medidas de cuarentenas obligatorias y voluntarias han te- nido como efecto que niños, niñas y adolescentes dejen de participar de los espacios públicos y tengan más dificultades para mantenerse vinculados a otras instancias sociales e ins- titucionales. Las posibilidades para expresarse y dar cuenta de sus experiencias se reducen drásticamente cuando sólo son considerados como receptores pasivos de medidas que los afectan en su autonomía, desarrollo y bienestar, como es la situación del cierre de colegios y escuelas. Por lo mismo, resulta relevante en este escenario repen- sar el rol de las instituciones encargadas de la educación y la protección de la niñez a través de la implementación de dispositivos que permitan promover los vínculos, el inter- cambio de experiencias y el encuentro con otros. Se trata, en definitiva, de hacer presencia y facilitar la generación de espacios colectivos que sostengan y apoyen a los niños y jóvenes que ven afectada la continuidad de aquellas relacio- nes que son significativas. Por otra parte, el confinamiento impone una nueva cotidianidad que se caracteriza por la superposición del trabajo, los estudios, la crianza y la vida familiar en una continuidad abrumadora que puede dificultar la diferen- ciación de roles, tareas y espacios al interior del hogar. Lejos de las idealizaciones sobre trabajar y estudiar desde la casa, estas experiencias han sido fuente de agobio y su- frimiento para niños y familias que no tienen condiciones que les permitan enfrentar las exigencias y el ritmo de esta nueva forma de “normalidad”. Lamentablemente, nuestro sistema alimenta la idealiza- ción de estas nuevas condiciones de vida, invisibilizando las dificultades y el malestar circunscrito al ejercicio del cuida- do infantil, que sin soportes y apoyos concretos se ha trans- formado en un esfuerzo individual y privado, cuyo único acompañamiento han sido principalmente las orientacio- nes y consejos de los especialistas que, al día de hoy, pueden entregar alivio a una parte de la población, pero que en el largo plazo no serán suficientes dada la fragilidad a la que estamos expuestos en nuestras actuales condiciones de vida. Resguardar los derechos de la niñez, entonces, requiere de una comprensión del cuidado más allá de la esfera de la responsabilidad parental y la crianza individual. En tiem- pos donde los vínculos sufren por la discontinuidad y el distanciamiento social, es fundamental construir espacios de cuidado que operen de forma colaborativa y colectiva. A su vez, en un contexto de emergencia sanitaria, no es posible sostener la protección de los derechos de la in- fancia sin la participación de la sociedad y el Estado a tra- vés del desarrollo e implementación de políticas que con- sideren las necesidades y las perspectivas de niños, niñas y adolescentes. Es indispensable incorporar una visión del cuidado donde deben articularse elementos económicos, laborales, habitacionales y perspectiva de género para una comprensión lo suficientemente amplia del cuidado y la proteción de la niñez que no reproduzca las desigualdades que ya todos conocemos. Es imprescindible recordar que pese a las resistencias históricas para reconocer y legitimar su capacidad de agen- cia, los niños, niñas y adolescentes son sujetos de derechos, actores sociales y miembros activos de la comunidad. Este tiempo de crisis es también una oportunidad para imple- mentar medidas que consideren sus voces, puntos de vista y sus experiencias personales y colectivas. 61
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