Palabra Pública N°16 2019 - Universidad de Chile

“Se ha sostenido que el estallido social del 18 de octubre no fue por 30 pesos sino por 30 años. Sin embargo, podría corregirse esa apreciación: la historia indica que la raíz del asunto va aún más atrás y se remonta a casi 40 años o incluso varios más”. “El inmenso saqueo de las riquezas básicas y de la energía, que luego continuó en los años 90 ya en transición a la democracia con las aguas y los puertos, dejó al país prácticamente sin industrias y a su gente sin sentido de comunidad ni de país”. MARÍA OLIVIA MÖNCKEBERG Premio Nacional de Periodismo y Profesora Titular de la Universidad de Chile. Ha publicado, entre otros, los libros El saqueo de los grupos económicos al Estado de Chile (2001), Con fines de lucro (2013), La máquina para defraudar. Casos Penta y Soquimich (2015) y El poder de la UDI. 50 años del gremialismo en Chile (2017) La Segunda, “Chile empezó a aplicar el modelo neoliberal casi 20 años antes de que recibiera su nombre actual”. Y agregaba: “Fue pionero y lo aplicó brutalmente amparado en el miedo que existía en la dictadura”. También comentó algo muy escuchado en esos años 70 y 80, cuando de la mano de Sergio de Castro y de Miguel Kast los Chicago boys avanzaban: esta fórmula fue más extrema que la de Ronald Reagan en Estados Unidos y la de Margaret That- cher, la dama de hierro, en Inglaterra. El saqueo, Büchi y Larroulet Llamaron “modernizaciones” a los ejes de su “modelo”. Decían que eran siete y abarcaban casi todos los aspec- tos de la vida de las personas. Recu- rrieron a los fondos de previsión de los trabajadores para afianzar sus políticas monetaristas y entregarlos a grupos fi- nancieros. Traspasaron miles de millo- nes de dólares del erario nacional para salvar a los bancos cuando este experi- mento iba hacia el fracaso después de la fuerte crisis de 1982, en momen- tos en que los grupos económicos de aquel entonces rodaron por los suelos. Los autores de ese “modelo” com- pletaron el saqueo al Estado de Chile con la privatización de las grandes empresas públicas que tomó fuerza a partir de 1985. Ya el descontento se había manifestado a partir de las protestas nacionales de 1983 y por esa época aparecían señales de que la dictadura podía terminar algún día. El traspaso de las enormes riquezas del país se les hacía necesario para que funcionara la economía y para dejar asegurado el futuro de los grupos que los sos- tendrían y se beneficiarían con él. Fue así como cayeron la Línea Área Nacional (LAN), la Compañía de Teléfonos, la Industria Azucarera Nacio- nal (Iansa), las generadoras y distribuidoras de electricidad, entre las que estaban Endesa —que además era titular de derechos de agua a través de todo el territorio— y Chilec- tra. Entre otras, sucumbió también la Sociedad Química y Minera de Chile (Soquimich), hoy conocida por su sigla SQM, que fue a parar a manos del ex yerno de Pinochet Julio Ponce Lerou, quien está desde hace unos años en el ranking de los grandes ricos del país, según la revista For- bes. Sus hijos, es decir, los nietos de Pinochet, acumulan fortunas en paraísos fiscales, mientras el litio y el potasio producido por Soquimich se encuentran en sus manos y en las de inversionistas chinos. Desapareció en aquella época tam- bién el Instituto de Seguros del Estado (ISE) en medio de maniobras que fa- vorecieron a dos ingenieros comercia- les que poco tiempo después dieron vida al grupo Penta, Carlos Eugenio Lavín y Carlos Alberto Délano. Esa ola privatizadora que sobrevi- no después de la crisis de 1982 tam- bién significó la consolidación para grupos de corte más tradicional como los Matte o Anacleto Angelini, que se quedaron con parte de lo que había pertenecido al grupo Cruzat-Larraín, como las empresas forestales y de ce- lulosa que fueron creadas por el Es- tado. Y Andrónico Luksic, que logró la Compañía de Cervecerías Unidas (CCU) y luego continuó con Madeco, el Banco de Chile y empresas mineras como Los Pelambres. Ese inmenso saqueo de las riquezas básicas y de la ener- gía, que luego continuó en los años 90 ya en transición a la democracia con las aguas y los puertos, dejó al país prácticamente sin industrias y a su gente sin sentido de co- munidad ni de país, dedicada a trabajar más en los servicios y las finanzas, a competir y endeudarse. *Este artículo es una versión abreviada del que puede encon- trarse en www.palabrapublica.uchile.cl 75

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