Palabra Pública N°16 2019 - Universidad de Chile

ciones sociales históricas e importantes derrotas políticas e ideológicas en el ciclo anterior, donde nuevamente las demandas por derechos sociales que había instalado el movimiento social fueron procesadas a la medida del mercado, profundizan- do el modelo. Sin duda, años de movilizaciones que chocan contra la muralla de un sistema polí- tico cerrado y distante suponen un desgaste para la institucionalidad del movimiento social. Pese a todo, Chile es un país donde los últimos años están marcados por masivas movilizaciones —la de 2018 y marzo de 2019, protagonizadas con fuerza por el movimiento feminista, cabe mencio- nar— que dan cuenta de formas de organizarse por fuera y con independencia de los referentes tradicionales, lo que da cuenta de una profunda sospecha en la representación. De lo anterior, sumado a una situación ge- neralizada de descrédito de los partidos políti- cos y poderes del Estado, queda de manifiesto la necesidad de que el próximo año tengamos un momento de reflexión por parte de las fuerzas políticas y sociales que permita repensar las for- mas de organizarnos políticamente para agluti- nar intereses, construir proyectos de sociedad e incidir en el rumbo de la sociedad, pues de lo contrario eludimos la gran tarea de reconstruir tejido social y actores colectivos para construir una democracia robusta y participativa. Aquí, partidos políticos, movimientos, coor- dinadoras y colectivos/as que estén por la trans- formación deberán dejar de lado mezquindades e identitarismos para poner por delante la recons- trucción del debate público y democrático como forma de resolver malestares e intereses sociales, sin desconocer las nuevas posibilidades que se abren con la creación de organizaciones territo- riales y sectoriales al calor de esta movilización, sino que más bien poniéndose al servicio de for- talecerlas y articularlas en pos de un proyecto antineoliberal que se proponga superar el Estado subsidiario. Sin duda, esta es una tarea a largo plazo, pero oportunidades concretas para avan- zar en ello se abren, por ejemplo, en el proceso constituyente, donde tendremos la oportunidad —mucho más favorable en caso de emprender el camino de la asamblea (o convención) consti- tuyente con participación representativa de mu- jeres, disidencias sexuales, pueblos indígenas y personas en situación de discapacidad, que sigue siendo una disputa pendiente— de construir un sistema político que dé garantías para una de- mocracia participativa en la que la organización social tenga más capacidad de autorrepresenta- ción en los grandes debates del país, por ejem- plo, a través de la incorporación de cuestiones tan simples como la iniciativa popular de ley y la posibilidad de convocar a consultas nacionales. Si somos capaces de vincular la disputa ins- titucional que se abre con el acuerdo por la nue- va Constitución del día 15 de noviembre con el momento de rearme de lo social y el reacomo- do de la izquierda, seremos capaces de vincular planos de intervención política sin acrecentar el quiebre entre la política formal y la amplia rea- lidad que existe fuera de ella, cuestión que hasta el momento ha sido un desafío para las fuerzas transformadoras en Chile. De lo contrario, se- guiremos el camino de deterioro de la política y sólo habremos desordenado un poco el tablero, sin una ampliación sustantiva de la democracia y sin haber favorecido la emergencia de actores políticos y sociales que puedan conducir un ci- clo político posterior, pues quien piense que la caída del neoliberalismo la decreta una nueva Carta Magna está muy equivocado. Hoy tene- mos distintos conceptos de democracia en juego: “de un lado, la concepción oligárquica reinante, es decir, el recuento de voces a favor y en contra en respuesta a una determinada pregunta que se plantea; y del otro, la concepción propiamente democrática: la acción colectiva que declara y verifica la capacidad de cualquiera a la hora de formular las preguntas mismas”, como ha seña- lado Jacques Rancière. Necesitamos un gran acuerdo por una nue- va democracia, por otra democracia, una que sin duda no esté fundada sobre la base de violaciones a DD.HH . e impunidad, y para ello se necesitan muchas voluntades puestas en un 2020 que ayude a superar el divisionismo y la inacción para dar gol- pes certeros en un año cargado de disputas. 69

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