Palabra Pública N°16 2019 - Universidad de Chile

CLAUDIO ALVARADO LINCOPI Historiador. Integrante del Centro de Estudios e Investigación Mapuche - Comunidad de Historia Mapuche. Locutor del podcast Wallmapugrama. Estudiante del Doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos de la PUC al voto, bloqueando cualquier capacidad deliberativa desde los territorios y los pueblos. Así las cosas, desde el 18 octubre se viene tensionando el modelo de desarrollo neoliberal y la democracia autoritaria, como sedimentaciones de las temporalidades 1973 y 1988. Ahora bien, hay un tercer tiempo histórico, de mayor den- sidad, que las movilizaciones han puesto en querella: la lar- ga continuidad colonial. La reivindicación de la wenufoye y la whipala, expresiones simbólicas del pueblo mapuche y los pueblos andinos, respectivamente, junto con los hechos de desmonumentalización de figuras icónicas del colonialis- mo español y republicano, son manifestaciones de un ma- lestar identitario, de una congoja en la configuración de la subjetividad nacional, de una crisis que busca socavar una herida de profundidades centenarias. Es que la comunidad política que es Chile se fraguó bajo un principio identitario que ubicó como intereses superiores de la nación aquellos que eran particulares de las elites euro- centradas. Lo nacional chileno se construyó bajo un relato patrio profundamente utilitarista y antropocéntrico, donde el eje hegemónico de la nación quedó enclaustrado en una percepción del bienestar como maximización económica, donde la naturaleza fue establecida únicamente como recur- so, y los territorios (sus pueblos y ambientes) puestos como material para la conquista de los fines elitarios. Esta trama nacional fue el epítome de un proyecto civili- zatorio sustentado ideológicamente en la blanquitud . El ba- rroquismo societal fue reducido a una proyección monocro- mática, profundamente homogeneizadora bajo el espectro de nuestras elites blanquecinas. Fueron ellas los que definieron el eje hegemónico de la comunidad política nacional. Así, los diversos horizontes históricos que llevan otras formas de go- bernanza, disidentes percepciones epistemológicas y herejes concepciones éticas, fueron clausurados del relato nacional. Y es esta densa temporalidad, refundada y en perma- nente actualización desde el siglo XIX, la que denomina- mos larga continuidad colonial . El procedimiento de glori- ficación y anulación obedece a un viejo patrón colonialista: son determinadas vidas, cuerpos y saberes los que engloban los caminos aceptables y honoríficos de la comunidad polí- tica, mientras que otras vidas, cuerpos y saberes son edifica- dos como salvajes, inferiores, no capacitados. Los otros de la nación no tienen cabida, sus racionalidades son relegadas, y aquí yacen las vidas indígenas y afrodescendientes, pero también las biografías mestizas y empobrecidas, ese Chile que reivindica el bastión nacional, pero desde una trayecto- ria disonante a las fórmulas esgrimidas por las elites. Y desde esta fractura temporal emerge la plurinaciona- lidad como escenario y posibilidad. El repertorio de acción desmonumentalizador y la reivindicación de los emblemas indígenas es un reconocimiento de facto de aquellas otras racionalidades que cohabitan Chile, este es el escenario, y desde allí emerge una potencia utópica, una posibilidad que se erige desde una presumible cohabitación abierta al contacto, a forjar un nuevo universalismo sostenido en el abigarramiento societal, renunciando al monocroma euro- céntrico, provincializando Europa, manchándolo de otras trayectorias históricas y divergentes racionalidades. Pluri- nacionalidad como el reconocimiento de diferentes modos de concepción del bienestar común conviviendo al interior de la misma comunidad política. En este plano, ¿qué ra- cionalidad y concepción de bienestar se pondrán en debate en este Chile del siglo XXI que se abre ante un proyecto hidroeléctrico o ante un monocultivo de gran extensión? ¿Será únicamente la visión utilitarista y antropocéntrica que ha dominado el debate sobre los intereses superiores de la nación? ¿O podremos también poner en la mesa las ex- presiones cosmogónicas de los pueblos indígenas y las éticas socioambientales que promueven los derechos intrínsecos de la naturaleza? Es esta tensión, la concepción del víncu- lo humano-naturaleza es quizás la más gráfica para pensar los alcances de la plurinacionalidad, pero, ineludiblemente, debe ser traducida a toda la vida social: educación, salud, habitares colectivos en el medio rural y urbano, etc. Ahora bien, esto no se trata únicamente de disputas epis- temológicas, de divergentes gestaciones narrativas sobre el mundo común, sino que se trata de poder. No es sólo reco- nocer la existencia de otras formas de comprensión de la rea- lidad, sino entender que aquellas formas puedan convivir de modos simétricos, dado que hoy cohabitan jerárquicamente. Por ello la plurinacionalidad está inevitablemente atada al derecho de la autodeterminación de los pueblos y territorios. Así, la descentralización y gobernanza desde zonas ecológicas e identitarias como horizonte libredeterminista en el marco de la plurinacionalidad, puede ser entonces una propuesta concreta desde los pueblos indígenas para todo el territorio chileno. ¿Acaso los habitantes de Petorca, de Quinteros, de Chiloé, de Aysén o de la población Lo Hermida no encuen- tran también urgente participar de manera contundente en el devenir de sus territorios? Autodeterminación como pro- fundización de la democracia y plurinacionalidad como con- vivencia de racionalidades y horizontes históricos. En fin, en esta imaginación plurinacional caben todos bajo la posibilidad de construir una comunidad política unificada y heterogénea, democrática y descentralizada, que supere por fin las viejas tradiciones decimonónicas para entrar de lleno al siglo XXI, que abraza universalismos con- tradictorios, unicidades heterogéneas, abigarramientos so- cietales que sepultan el blanqueamiento homogeneizante, el centralismo asfixiante y la violencia monocultural. De- bemos avanzar hacia la antropofagia cultural como nuevo horizonte universal. 61

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