Palabra Pública N°16 2019 - Universidad de Chile

como un intento de neutralización, una forma en que la "clase política", "los políticos", "los partidos", buscan, me- diante la "letra chica", evitar la nueva Constitución. Para lograr esto, la política institucional comienza cuesta arri- ba. Porque su credibilidad está en sus mínimos históricos y cualquier cosa que acuerde será en principio vista con sospecha. Esto hace todo más difícil. Hoy lo único que puede legitimar ese camino es su contenido. Y en eso el plebiscito de abril y la posibilidad de una nueva Constitución desde una hoja en blanco fue- ron fundamentales. IV Con el trabajo de la comisión técnica aparece un intento de introducir reglas, de normar, limitar, relati- vizar. La sospecha de estar ante un intento de neutrali- zación aumenta. Un ejemplo es el modo de elección de los miembros de la convención constitucional. El acuerdo decía que se elegirían aplicando el sistema electoral vigente para la Cá- mara de Diputados. Si fuera así, la convención no tendría paridad de género ni representación adecuada de pueblos originarios, y sólo estaría compuesta por convencionales elegidos en asociación a un partido político. Esto último es más que un problema con "los independientes". Como hoy los partidos políticos están notoriamente deslegitimados, una elección en que sólo los candidatos vinculados a ellos tengan opciones reales excluiría de hecho a buena parte de la ciudadanía social y políticamente movilizada. La cuestión es si la convención será un reflejo de la po- lítica contra la cual Chile ha despertado o responderá a un intento visible de anticipar la política que viene. La respues- ta a esta pregunta es apta para acreditar o desacreditar todo el camino constituyente del acuerdo. V En condiciones de política normal, las cuestiones se dis- cuten y deciden atendiendo al modo en que afectarán a los grupos que participan de la discusión y decisión. Aquí no hay nada novedoso, así es la política normal. Pero en momentos constituyentes, la óptica para actuar cambia. Ahora lo que importa es que ese camino sea re- conocido como apto y útil, de modo que la fuerza que ha emergido lo reconozca y lo use para manifestarse con la menor disrupción y daño adicional posible. Pero la política constituida se resiste a reconocer lo especial del momento constituyente y adoptará la primera perspectiva si puede; así, buscará introducir una regla que disponga que el ple- biscito de entrada sea con voto voluntario para disminuir el rechazo a la Constitución de 1980; o una cláusula ambigua en cuanto a si los 2/3 son necesarios para cada norma o adicionalmente para una decisión final, porque eso puede crear una oportunidad para defender la Constitución de 1980 en la hora nona; o un sistema electoral orientado a maximizar las posibilidades de tener resultados favorables. El riesgo, por cierto, es que esto lleve a que el acuerdo sea visto como un "negociado", un arreglo de "los políti- cos" al que sería ingenuo reconocerle una genuina dimen- sión constituyente. Entonces el poder constituyente no lo reconocerá ni lo recorrerá. ¿Podemos esperar que la política constituida abandone la óptica que le es natural y asuma la perspectiva constituyente? Esto parece ingenuo; parece significar que los grupos políti- cos no buscarán sus propios intereses, sino el interés del país. No parece realista esperar que la UDI esté dispuesta a hacer la pérdida respecto de la Constitución de 1980 y a dejar de buscar cualquier oportunidad para que ella sobreviva. Esto no es ingenuidad, sin embargo, porque es dicho con plena consciencia de que es altamente improbable. Es improbable que la misma política constituida entienda que se encuentra en un momento constituyente en el que la relación ente hechos y normas se ha invertido, que por eso exige una acción totalmente distinta a la habitual. Por eso, las nuevas Constituciones no suelen ser dadas a través de mecanismos establecidos por los poderes constituidos de la política que busca ser superada. VI Dos caminos se abren ante nosotros. Si la política ins- titucional logra, a pesar de lo improbable que parece, re- conocer la exigencia especial del momento constituyente, podrá canalizar adecuadamente la crisis actual, que enton- ces podrá ser superada pacífica y democráticamente me- diante la dictación de una genuina nueva Constitución; si ella actúa con la lógica de lo constituido, lo que haga no será reconocido como un camino adecuado por el poder constituyente. El poder social que ha irrumpido el 18 de octubre, entonces, se manifestará de cualquier modo, en lo que podría llevar a una crisis política que afecte el desarrollo del país por una generación. Este es el momento en que cada uno deberá asumir su responsabilidad ante la historia. Este artículo fue escrito la semana del 9 de diciembre de 2019. POR FERNANDO ATRIA Abogado y académico de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile 59

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