Palabra Pública N°16 2019 - Universidad de Chile
bia, Brasil, Perú, Bolivia y Argentina son ejemplos de ello. En Argenti- na, recordemos, un país productor de alimentos como no hay muchos en el mundo, Fernando de la Rúa (1937-2019), después de endeudar- se con el FMI en 38 mil millones de dólares en el 2000, debió huir en el 2001 desde la azotea de la Casa Ro- sada en helicóptero, y desde 2015 Mauricio Macri (1959- ) ha estado rehaciendo el camino de Menem y de la Rúa, precipitando a su país en un marasmo aún peor. En el Brasil de Michel Temer, hundido hasta el cuello en una rece- sión económica feroz (con una caída del PIB de -3,8% en 2015, de -3,6% en 2016 y de 0.4% en 2017, según las cifras de la Cepal), el neoliberalismo empleó todas los medicinas que reco- mienda la ortodoxia para la recupe- ración del enfermo. Era el tratamien- to del doctor Williamson casi en su integridad: reducción del gasto fiscal, liberalización del comercio, las finan- zas y la inversión extranjera, privati- zación de las empresas estatales, etc. Eso que Brasil le estaba mostrando a Latinoamérica en 2016 era el proyec- to neoliberal llevado, en la periferia y en medio de una coyuntura de grandes penurias económicas, hasta el extremo de la caricatura. Un proyecto atroz, y que ha tenido después, en el año y me- dio de la presidencia de Jair Bolsonaro, una continuidad que lo es más aún. En nombre del crecimiento capitalis- ta, Bolsonaro está quemando la Ama- zonía, dejando a cientos de miles de indígenas despojados de sus tierras y poniendo en peligro la existencia mis- ma del globo terráqueo. Pero el asalto no lo inició él. Por eso, no debiera ex- trañarnos que entre 2015 y 2016 Bra- sil haya aumentado sus emisiones de carbono en un 8,9% y que esto haya ocurrido no en los estados urbanos e industriales, como pudiera pensarse, sino en Pará y Mato Grosso, donde los latifundistas ganaderos y los producto- res de soja son los responsables por la deforestación, muchas veces a causa de incendios deliberados. Mientras tanto, Bolsonaro reduce una vez más los pre- supuestos educacionales y sobre todo, con saña indisimulada, los que dicen relación con el cultivo de las ciencias sociales, las humanidades y las artes. Y para volver a Argentina, el em- presario futbolero Mauricio Macri ha hecho allí también lo suyo. En me- nos de cuatro años en la Casa Rosa- da, procurando imponer a su país un régimen neoliberal, los resultados son un PIB que se contrajo en un 5,8% sólo en el primer trimestre de 2019, una inflación del 60%, un desempleo por sobre el 10%, una deuda reciente con el FMI de 57.000 millones y, se- gún cálculos no oficiales (los oficiales son impensables), un 30% de la po- blación subalimentada. Entre tanto, las otrora excelentes universidades argentinas languidecen. En todos estos casos, el proyecto y su fundamentación son idénticos: el neoliberalismo hace en y para el país lo que hay que hacer . Es la “ciencia eco- nómica” la que así lo determina. Pero la ciencia neoliberal no es una solución para América Latina. Los costos que involucra su imple- mentación son comprobadamente mayores que los beneficios, si es que nosotros estamos pensando en quie- nes sufren las artimañas reacumula- tivas y no en aquellos que obtienen ventaja de ellas. Para decirlo con las palabras de Atilio Borón, el neolibe- ralismo no es más que el último epi- sodio de la reiterada incapacidad del capitalismo para enfrentar y resolver los problemas y desafíos originados en su propio funcionamiento. En la medida en que el sistema prosiga condenando a segmentos crecientes de las sociedades contemporáneas a la explotación y todas las formas de opresión —con sus secuelas de pobreza, marginalidad y exclusión social—, y agrediendo sin pausa a la naturaleza mediante la brutal mer- cantilización del agua, el aire y la tierra, las condiciones de base que exigen una visión alternativa de la sociedad y una metodología práctica para poner fin a este orden de cosas seguirán estando presentes. Que el viernes 18 de octubre de 2019 el pueblo chileno haya salido a protestar en las calles, a todo lo largo de nuestro país, que un mes después la protesta siga viva y sin que la “clase” política sepa reaccionar como debiera o, mejor dicho, sin que la clase po- lítica se muestre dispuesta a tener en cuenta a la gente y a adoptar las medi- das que a gritos reclama, no tiene por qué sorprendernos. Este artículo es una versión abreviada del que puede encontrarse en www.palabrapublica.uchile.cl GRÍNOR ROJO Doctor en Filosofía de la Universidad de Iowa y Profesor Titular del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos de la Universidad de Chile. “La ciencia neoliberal no es una solución para América Latina. Los costos que involucra su implementación son comprobadamente mayores que los beneficios”. 46
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