Palabra Pública N°16 2019 - Universidad de Chile

L a semana pasada, en el frontis de la Biblioteca Nacional se instaló un lienzo que declaraba “La poesía está en la calle”. Esa simple frase que remitía a la crea- tividad callejera llegó a oídos de la poeta Elvira Hernández, que como muchos, ha visto los muros de San- tiago y otras ciudades de Chile llenar- se de consignas. “Esa escritura es el derrame de emociones que arrojó la revuelta social”, me dice al reunirnos en la terraza de un café en un día ca- luroso, caldeado, acorde al ánimo del último mes. Como una coincidencia curiosa, me muestra un ejemplar de su libro Santiago Waria (1992) en su versión cartonera, que además contiene el poema “Santiago Rabia”, escrito en 2016, en memoria de la escritora chi- lena Guadalupe Santa Cruz. Allí, cu- biertas por papel corrugado, se reúnen múltiples versiones de Santiago, como un poema largo, agónico, una zona de combate. “Tanta cerrazón me digo tanto esmog tanto solvente/ tanta la- crimógena/ no hay donde poner pie”. Nacida en Lebu en 1951, Elvira Hernández —seudónimo de Ma- ría Teresa Adriasola— es una de las poetas fundamentales de la poesía latinoamericana contemporánea, con una carrera realizada a pulso y una escritura “hecha en el ocultamiento”, como dice en su ensayo Sobre la inco- modidad , parte del libro homónimo lanzado este año por Ediciones UDP, y en el que rescata parte de sus apun- tes, entre ellos algunos referidos al descontento del Chile de las últimas décadas. En 2018 obtuvo el Premio Nacional de Poesía Jorge Teillier y el Premio Iberoamericano de Poe- sía Pablo Neruda, reconocimientos que además se materializarán en dos libros que pronto serán publicados. Sumado a eso, fue reconocida con el Premio del Círculo de Críticos de Arte de Chile por Pájaros desde mi ventana (2018), título que se suma a una lista que incluye ¡Arre! Halley ¡Arre! (1986), Carta de viaje (1989), El orden de los días (1991), Cuaderno de deportes (2010), Actas Urbe (2013) y la antología Los trabajos y los días (2016), en el que se recopiló gran parte de su trabajo. A seis semanas de iniciado el esta- llido social, Elvira Hernández prefiere no hablar de su obra en esta entrevis- ta y prioriza centrarse en la crisis ac- tual. Estará rondando, sin embargo, La bandera de Chile (1981), ese libro paradigmático de la dictadura que circuló mecanografiado en la clandes- tinidad, que fue publicado por pri- mera vez en Buenos Aires en 1991 y que recién apareció en Chile en 2010 a través de Editorial Cuneta. Su his- toria carga también con el hecho de que fue escrito tras la detención de la poeta en el Cuartel Borgoño, en 1979. Es un texto contingente, que incluso hoy en las manifestaciones ha tenido su espejo en algunas pancar- tas: “La bandera de Chile es usada de mordaza/ y por eso seguramente por eso/ nadie dice nada”. *** La escritura de Elvira Hernández tiene una relación íntima con la me- moria. Piensa sus textos casi íntegra- mente antes de pasarlos al papel. Y es en ese “casi” donde quedan espacios en blanco, que completa tiempo des- pués, cuando encuentra la pieza que falta para armar el cuadro. Comenzó a escribir en su juventud, mientras estudiaba Filosofía en el Instituto Pedagógico, en pleno gobierno de la Unidad Popular. —Yo tenía una escritura secre- ta que nunca pude compartir en un grupo de discusión literario, porque el país se polarizó de tal manera que, aunque era para mí algo central, la desarrollé en solitario. No había tiempo, vivíamos casi sin dormir, en permanente alerta. En dictadura tam- poco pude llegar a tener un período de formación como el que un escritor desea. Una dictadura te crea barreras poderosas que parten por la censura y tiene una incidencia muy fuerte en el lenguaje de un pueblo. Eso fue para mí gravitante. Lo que había escrito lo boté, porque no servía para nada. Entonces fue como empezar a alfabe- tizarme de nuevo, porque todo había perdido significado. En ese momen- to, la resistencia de la escritura consis- tió en no dejar avasallar la conciencia y no perder la memoria. —Pensando en la censura y la relación con el silencio que existió en dictadura, ¿qué lugar crees que tiene hoy el silencio en una demo- cracia que hemos visto, de alguna forma, quebrada? Hay que analizar muy finamente nuestro período posdictatorial, don- de se habló de la recuperación de la democracia. Una de las causas de que 29

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