Palabra Pública N°14 2019 - Universidad de Chile

contrado en la disyuntiva de publicar algo con alto impacto, aunque me tome más tiempo, o dividir los resultados en varios artículos de menor impacto, pero más rápidamente. Y estoy segura de que no soy la única que ha pasado por conflictos así. Parece ser que hoy importa más la cantidad que la calidad, y esto, lamentablemente, es la repuesta natural a un modelo que trata de cuantificar la carrera científica, en donde más es mejor visto y mejor evaluado. Somos muchos los que estamos en desacuerdo con esta for- ma de calificar qué tan bueno es un investigador o investigadora. Pero tampoco se me ocurren muchas alternativas para hacerlo mejor y hoy por hoy es una realidad de la cual hay que hacerse cargo. Dado este fenómeno mundial, se han levantado grupos lla- mando a “calmar la ciencia” para tener más tiempo para pensar y desarrollar avances significativos, y no publicar lo que sea para cumplir con un estándar evaluativo que puede ser errado. El fenómeno de “ publicar o morir” lleva a que muchos investigadores tengan miedo a fallar, y esa, a mi juicio, no puede ser la respuesta, ya que la ciencia se construye muchas veces (si es que no siempre) des- de el fracaso. Si no hay espacio para fallar, ¿cómo se avanza? “La ciencia necesita tiempo para leer y tiempo para fallar” (Slow Science Academy de Berlín, 2010). Fracasar no tiene por qué ser algo negativo. Es más, pienso que el éxito, si tiene alguna forma de medirse, debería ser con respecto a cuántas veces nos levantamos después de un fracaso y, sobre todo, si disfrutamos (o no) lo que hacemos y si eso da los frutos que queremos. Estamos en una sociedad don- de todo se quiere para ayer, donde siempre estamos atrasados. Para cumplir con las expectativas laborales nos quedamos sin tiempo para la vida misma, ¿y qué clase de vida es esa donde uno trabaja para vivir mejor pero deja de vivir para trabajar? Un buen ejemplo de lo terrible que puede ser la presión por publicar es Stefan Grimm, biólogo experto en toxicología del Imperial College de Londres. Stefan fue encontrado muerto en Northwood en el año 2014 después de que su jefe de departamento le dijera que sus métri- cas no eran suficientes para ser profesor. Frente a esa presión (y, seguro, muchas más que desconocemos), Stefan decidió quitarse la vida. Ahí es cuando nos de- beríamos preguntar: ¿por qué el éxito o fracaso en el trabajo nos afecta tanto? ¿Acaso el trabajo nos define como individuos? No debería ser así, pero la sociedad actual demuestra lo contrario. “La ciencia no existe hasta que se publica” *. Hoy no se concibe la ciencia sin la publicación. Ésta, sin embargo, debería ser un instrumento al servicio de la exploración científica, que permita entender investi- gaciones de todas las partes del mundo y reproducir- las, y ampliar así el conocimiento de la humanidad. Pero hoy es más importante el hecho de publicar que la publicación misma. El fenómeno de “publicar o morir” puede ser el causante de que mentes brillantes que inician sus carreras científicas se vean arruinadas por no cumplir con una cierta expectativa de núme- ro de artículos en un cierto intervalo de tiempo. Es necesario publicar, no cabe duda, pero, ¿es correcto el sistema de evaluación actual del científico? ¿Cómo fomentar la ciencia de calidad? ¿Cómo ganarse fon- dos para hacer ciencia sin la necesidad de prometer cambiar el mundo? Y, lo más importante a mi juicio, “El fenómeno de ‘publicar o morir’ lleva a que muchos investigadores tengan miedo a fallar, y esa, a mi juicio, no puede ser la respuesta, ya que la ciencia se construye muchas veces (si es que no siempre) desde el fracaso. Si no hay espacio para fallar, ¿cómo se avanza?”. 60

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