Palabra Pública N°14 2019 - Universidad de Chile
quien podemos decir que es poeta, ensayista literario, antólogo, divulgador y un promotor de la lectura. Pero una de sus más interesantes facetas es la de hacer pensar a los lectores. Enrique Krause dirá de él: No da entrevistas, nadie ha visto una foto suya, no tie- ne vida social. Se define con una sola palabra: crítico. “Intelectuales contra ‘intelligentsia’”, La Tercera, sábado 10 de agosto de 2013 Sus trabajos, que ahondan en la sociología de la clase universitaria latinoamericana, son la base de lo que en este artículo queremos mostrar. Zaid nos dice que “los universitarios” no buscan el saber, sino credenciales de saber para acceder al poder. Noso- tros agregaremos el transformarse en autoridad para nombrar. Sin duda, Zaid tiene mucho más piso que quien escribe para definir al intelectual: Los intelectuales son un conjunto de personalidades, la intelligentsia son un estamento social (…) Los intelec- tuales son la crítica, la intelligentsia es la revolución (…) Los intelectuales son afines al trabajo periodístico y literario. La intelligentsia es más afín al mundo académico y burocrático, a las graduaciones, a los nom- bramientos (…) Los intelectuales pasan de los libros al renombre, la intelligentsia pasa de los libros al poder. “Intelectuales”, Gabriel Zaid, 2019 Hecha esta distinción, entonces, a lo menos en el universo conceptual de este artículo, podemos decir que pese a que data de 1990 y del contexto de una convulsionada Nicaragua, Guatemala y El Salvador –y por qué no decirlo, de un maoísmo peruano–, donde fue habitual entender el conflicto entre “co- mandantes y campesinos”, “entre los de arriba y los de abajo”, “entre los que dicen representar al pueblo y el pueblo que no necesita credenciales de presenta- ción”, ésta sigue plenamente vigente, pues la prome- sa de cambio sigue siendo parte del vocabulario de la academia o, mejor dicho, de la intelligentsia. ¿Es posible seguir afirmando que el intelectual indígena existe? Difícil. Mejor sería decir que todos somos in- telligentsia que en un contexto de precariedad laboral nos esforzamos por ser reclutados por el poder. Si el 100% de la población tuviera educación superior, todos tendrían esa ventaja: nadie la tendría. Un taxis- ta con doctorado puede ser más ameno, pero no avanza más aprisa, ni consigue empleo más fácilmente. “La canasta costosa”, Gabriel Zaid, 2019 El trabajo entrega la dignidad de saber que pue- des pagar tus deudas con el fruto de tu conocimiento o actividad. Nuevamente volvemos a una de las ante- riores preguntas planteadas en este artículo: ¿cuántos indígenas estamos en condición de criticar el cambio? ¿De criticar a los impulsores del cambio, de criticar a los administradores del cambio? Cambio entendido como la promesa de una mejor calidad de vida, de justicia, de educación, al menos. Pocos o casi nadie. Y es éste finalmente el punto a demostrar, pues a pe- sar de estar “acreditados/as”, aún estamos muy lejos de poder ingresar al círculo de los que nombran. No somos autoridad, a lo mucho, feligreses de una iglesia que desde el siglo XI en italiano, el siglo XIII en fran- “¿Cuántos de los mal denominados o intencionalmente denominados como intelectuales indígenas son titulares de sus respectivas cátedras? ¿Cuántos contratados? ¿Cuántos contratados a honorarios? ¿Cuántos desempeñándose como ayudantes ante la imposibilidad de acceder a la titularidad?”. 47 DOSSIER
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=