Palabra Pública N°14 2019 - Universidad de Chile

verse aquí o allá, sólo que no se ase- mejan a un único ser, sino a dos, tres o más a la vez. Sus partes correspon- den a animales distintos. Surge así el monstruo «con cabeza de oso y brazos de mono», el «hombre con manos y pies de buey», el «niño con cara de rana», el «perro con cabeza de pollo», el «león cubierto de escamas de pez», el «pez con cabeza de obispo» y todas las combinaciones imaginables. Los monstruos expresan siempre semejan- zas, pero éstas se han convertido en heteróclitas y no se corresponden ya con el juego normal de la naturaleza”. En suma, la imaginación de lo más aterrador no es la creación de algo totalmente diferente, sino que se parece a un juego de Lego en que combinamos piezas conocidas para crear una realidad nueva, pero dentro del armazón de lo co- nocido o posible. El respeto de ese marco se repite en el imagi- nario contemporá- neo de las películas con extraterrestres. Por ejemplo, en Plan 9 del espacio exterior (1959), de Ed Wood, ET (1982), de Steven Spielberg, o Mars Attack (1996), de Tim Burton, los extraterrestres recuer- dan a los monstruos del siglo XVI, en este caso, variaciones del hombre: cuellos que se alargan, cabezas con diferentes protuberancias y deforma- ciones o extremidades que se añaden o desaparecen, pero siempre, al fin y al cabo, un cuerpo humano deforma- do. Parece que somos poco capaces de crear algo totalmente disruptivo o diferente de lo conocido, pese a la in- mensa variabilidad de lo vivo, en que se han descrito más de ocho millones de especies existentes. El cerebro enfermo también es un ejemplo de los límites en la varia- bilidad de la expresión fenotípica, es decir, en cómo se manifiesta la pato- logía cerebral, psiquiátrica o neuroló- gica. Tomemos el estudio de las alu- cinaciones, un fenómeno que en una primera aproximación puede parecer totalmente anómalo o grotesco: estar convencido de percibir algo inexisten- te en el mundo externo. Pues bien, las alucinaciones están también presentes en personas sin enfermedades cerebra- les. Una encuesta en 31.261 personas en 18 países, publicada en 2015 en la revista JAMA Psychiatry por John Mc- Grath y colaboradores de la University of Queensland de Australia, mostró que el 5% de las personas reportaban haber tenido alucina- ciones en ausencia de trastornos de salud mental o consumo de drogas. Un fenómeno que puede parecer a primera vista absolu- tamente patológico y no compatible con la normalidad —perci- bir lo inexistente— no es siempre sinóni- mo de enfermedad. Pero las alucina- ciones en determi- nadas circunstancias, por su frecuencia o intensidad, por su asociación con otros síntomas o por la incapacidad de distinguir realidad de alucinación, serán una manifestación patológica. El neurólogo inglés John Hughlings Jackson (1835-1911) ya había propuesto en la segunda mitad del siglo XIX que las manifestaciones de las enfermedades cerebrales reflejan una pérdida o exageración del funcio- namiento cerebral normal. Los sínto- mas de múltiples enfermedades neu- ropsiquiátricas no son creaciones de novo de un cerebro enfermo. En suma, incluso el cerebro enfermo pareciera actuar según determinados patrones. Por último, exceptuando el reco- nocimiento facial, en el que sobresali- “El arte nos ayuda a derribar las falsas verdades creadas desde la perspectiva única de un cerebro individual”. 33

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