Palabra Pública - N°13 2019 - Universidad de Chile

E l accionar feminista del año recién pasado tuvo una recepción inusitada en los más diversos ámbitos: universidades, la política y la socie- dad toda. Hubo una toma de con- ciencia generalizada de sus propues- tas fundamentales, una invitación a reflexionar acerca de las diferencias de oportunidades y los roles que la sociedad ofrece a hombres y mujeres, de las injusticias que esto conlleva y de su total falta de fundamento. Esta situación contrasta con lo ocurrido en otras grandes gestas feministas, como el derecho a in- corporarse a la educación superior o el derecho al sufragio, las que sí encontraron una resistencia que fue desde el sarcasmo y la descalifica- ción verbal a la represión física. Deberíamos asumir, entonces, que vamos a ser testigos o, mejor aún, protagonistas, de grandes cam- bios en la sociedad. Tales cambios requieren replanteamientos profun- dos para conseguir que las nuevas generaciones se posicionen ante las No olvidar a las mujeres notable que en nuestro país, recién en 1877, se aprobara una disposi- ción que permitía el ingreso de mu- jeres a la educación superior. Ob- viamente, lo llamativo es que hasta entonces no pudieran hacerlo. Aparecen en la escena chilena mujeres como Eloísa Díaz, Ernestina Pérez, Justicia Acuña, Elena Caffare- na, Olga Poblete y Amanda Labarca; pero la estructura de la discrimina- ción persiste. Aunque parezca in- creíble, setenta años después de que Eloísa Díaz se recibiera, la carrera de Medicina agregaba al daño el insulto, al ofrecer un número limitado de cu- pos para mujeres. El argumento, des- de luego circular, era que las mujeres, a diferencia de los hombres, muy probablemente no se dedicarían por completo al ejercicio de la profesión. Lo esencial en la perpetuación de una arbitrariedad es que la gente no la perciba, que lo injustificado parezca natural. Para tal propósito es funda- mental que toda excepción a la regla de los roles atribuidos a hombres y mujeres quede oculta, invisibilizada. Consecuentemente, si se quiere igualdad, habrá que hacer justicia y recordar a las mujeres notables. Y es por ello que gestos como el hecho de haber rebautizado con el nombre de Amanda Labarca una calle próxima al Ministerio de Educación, o incluir el nombre de Eloísa Díaz en la esta- ción del Metro próxima a nuestra Facultad de Medicina, van mucho más allá de una mera formalidad. Apuntan a una cuestión esencial: resistirse a que se reprima en nues- tra memoria colectiva el ejemplo de aquellas mujeres que confrontaron los límites infundados que la socie- dad les imponía, que desafiaron los roles asignados y que se constituye- ron en un ejemplo y un motivo de orgullo para futuras generaciones. POR ENNIO VIVALDI Rector de la Universidad de Chile EDITORIAL cuestiones de género de un modo muy distinto al que hemos venido aceptando hasta ahora. Debemos entonces intentar comprender también cuáles son las causas por las que esta tan marcada discriminación se ha sostenido. Un papel clave lo juegan las expectati- vas que padres y madres, profesoras y profesores se hacen sobre las niñas y los niños en el proceso escolar y cómo éstas impactan en su futuro rol social. Las académicas de nuestra universidad y del mundo han ido prestando creciente atención y han documentado rigurosamente la for- ma en que niñas y niños son trata- dos. La conclusión es contundente: las diferencias no responden a la ex- presión de rasgos naturalmente im- plícitos, sino a que se van asumien- do roles inculcados por la sociedad. Nadie nunca ha demostrado que hombres y mujeres pudieran te- ner determinantes genéticos que los hagan a unos más aptos que a otras para estudiar o ejercer cualquier ca- rrera profesional. Resulta por tanto 1

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