Palabra Pública - N°11 2018 - Universidad de Chile
P.39 Nº11 2018 / P.P. El primer hito fue en 1905, cuando comenzó a circular en Val- paraíso el periódico La Alborada, bajo la dirección de la obrera tipógrafa Carmela Jeria. Esta publicación estaba dirigida a las mujeres trabajadoras y sus temáticas abordaban las condiciones de trabajo, la denuncia de la falta de derechos de los y las trabaja- doras, pero también las desigualdades de género y los problemas asociados a la familia, la maternidad, el Estado y la Iglesia. Desde la edición número 20 La Alborada pasó de denominarse “Defensora de las clases proletarias” a “Publicación feminista”, lo que se tradujo en el aumento de artículos que trataban sobre los problemas de las mujeres y los que manifestaban críticas ex- plícitas a sus compañeros, que permanecían mayoritariamente indiferentes a sus demandas. En 1908 nació el periódico La Palanca, dirigido por la obrera Esther Díaz, que se constituyó como el órgano oficial de la Aso- ciación de Costureras de Santiago. Esta publicación “continuará esta tradición de feminismo obrero, potenciando las denuncias sobre la doble condición y opresión de la mujer, insistiendo en las temáticas relacionadas con los problemas de la mujer”, ase- gura López. Para la historiadora, la difusión y práctica de las ideas revoluciona- rias de las obreras anarquistas y feministas de comienzos de siglo marcaron un precedente que se ha sostenido en el tiempo, aún entre la diversidad de feminismos que han encarnado las mujeres chilenas. “Hay un impulso a la organización de las mujeres y se podría decir que esa tradición está muy presente en la fundación del Movimiento Pro Emancipación de la Mujer Chilena (Memch), que toma entre sus rei- vindicaciones las demandas de la mujer trabajadora”, señala. Pese a que tras la lucha sufragista liderada por organizaciones como el Memch en las décadas posteriores al movimiento obrero se instaló la idea del “silencio feminista”, revisando la década del 70 es posible observar el nacimiento de las primeras organiza- ciones durante la dictadura, con departamentos femeninos y trabajadoras que luchan contra el empleo precario y por democracia “en el país y en la casa”. López explica que uno de los desafíos del actual movimiento de mujeres feministas es reivindicar esta tradición “porque la realidad del país no es solamente que hay una fuerte participación de la mujer en el trabajo, sino que son trabajos precarios, con brecha salarial, que reproducen una doble o triple carga. Hay que rescatar y visibilizar los orígenes que permiten pensar la propia situación de las mujeres trabajadoras hoy”. En esa misma línea, asegura que el denominado “mayo feminista” marca “un punto de ruptura muy progresivo”, que logra instalar otras temáticas no abordadas hasta ahora. Precisamente en este contexto, la historiadora reafirma la necesidad de revisar experiencias invisibilizadas, pero que indudablemente están inscritas en una trayec- toria común de lucha por la emancipación de todos los yugos sobre los cuerpos de las mujeres. “Se encontraba una crítica desde la posición de clase que pretendía que estas mujeres no se asemejaran a las burguesas, teniendo por tanto el carácter de una afirmación de la identidad de clase”, señala Palomera.
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