Palabra Pública - N°11 2018 - Universidad de Chile

A través de una escritura donde con- verge la prosa poética con poemas en verso libre, se enlaza la construcción del yo y la filiación femenina con la reflexión en torno a la palabra. Reclamar el derecho a decirlo todo (Santiago: Del Pez Espiral, 2017) de Julieta Marchant es un libro ensayístico, de corte filosófico, orientado a interrogarse y reflexionar en torno a lo que resulta primordial, originario. Esto significa una intersección entre el equili- brio y la catástrofe, la posesión y la pérdi- da, la presencia y la ausencia, el deseo y la falta, lo posible y lo imposible. El cruce entre narrativa y lírica propone afirmación y constatación; además, un contexto donde se inscribe un conjunto de femeninos: la hablante, su madre, la psicoanalista, la abeja reina. Este circuito femenino lo identifico como una vertiente de filiación laboriosa, de pertenencia, im- pulsado por un extravío de lo masculino coordinado por la voz lírica que se conec- ta con la función materna ejercida ya sea por la madre, las abejas y la generación de palabras, interrogantes y sentidos. Se esta- blece, así, una estructura de retroalimen- tación, donde leer se confirma como acto inaugural que concita existencia y muerte. La férrea y laboriosa batalla de Julieta Marchant en Reclamar el derecho a decirlo todo POR PATRICIA ESPINOSA CRÍTICA DE LIBROS Marchant elabora una narrativa inter- venida con poemas; o bien podría ser a la inversa, una poemática in- tervenida con narratividad. Esto permite identificar la conver- gencia de formatos literarios o encuadres que se activan en función de los centros, la filia- ción femenina y metaliteraria. Una de las primeras interro- gantes de la voz lírica se refiere al lenguaje de las cosas y la po- sibilidad de un entorno animado por palabras, donde escuchar sea la primera acción de lectura emprendida. Esto incidiría en el maltrato que afectaría a las palabras en la boca humana, antece- dente de la desaparición de una lengua. Así, el yo plantea un mundo de escrituras habladas o sonorizadas, donde leer es el producto del oír; siempre bajo la amena- za de la muerte. La hablante entonces se pregunta: “¿No es acaso morir un modo de perder el derecho a hablar?” (19) para enseguida señalar a modo de respuesta: “Escribir: resistirse a esa prohibición” (ibíd.). La muerte sería el último límite del habla, su advenimiento implicará la pérdida del derecho a hablar. La cita al “derecho” nos remite a una regulación social, una potestad implícita al sujeto que le permitiría decir. Sin embargo, una vez ocurrida la muerte del emisor, se cer- cena su derecho al habla. La oralidad se vuelve, entonces, fatua, inútil en su fun- ción de aminorar la desaparición del su- jeto parlante. Por tanto, lo que viene es la aparición de la escritura como resistencia no sólo al silenciamiento sino a la muer- te, impuesta por un cuerpo con voz. P.33 Nº11 2018 / P.P.

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