Palabra Pública - N°11 2018 - Universidad de Chile
P.16 P.P. / Nº11 2018 ¿Cómo ves desde Dinamarca el panora- ma chileno respecto a las migraciones? -Desde el exterior uno ve a los políticos chilenos, sobre todo la derecha, repitiendo los códigos atrasados que se usaban aquí en Europa hace diez años y que se empe- zaron a replicar en Estados Unidos hace más o menos el mismo tiempo. Son frases hechas y que simplemente se empiezan a imitar porque producen rédito de votos al apelar a emociones primarias y fáciles de activar. Pero es un lenguaje peligrosísimo porque comienza a generar enormes frac- turas en la sociedad. El lenguaje racista y xenófobo que comienza a aplicar la dere- cha en muchísimos temas de migración es una escalada sin límites. Cada vez van a ir con un lenguaje más y más salvaje en con- tra de los inmigrantes, de los pobres, de los indígenas, porque eso es lo que se ha visto en otros países. Chile está repitiendo exac- tamente los mismos parámetros, lo cual es muy dañino para la convivencia ciudada- na. Algo que cuesta muchísimo volver a sanar y volver a reconstruir. Eso, sumado a la desafección de la ciudadanía a la política, hace que sea muy posible que en un futuro no tan lejano, ni deseado, una derecha ex- trema, xenófoba y religiosa pueda gobernar en Chile. ¿Cuál sería el rol de la arquitectura en ese escenario? -El rol de la arquitectura es bastante lateral en ese escenario. Chile no decidió construir un Estado de bienestar, decidió construir una sociedad neoliberal, por lo tanto en Chile la arquitectura es neoliberal, incluso la arquitectura social en Chile es neoliberal. En Chile no se forman ciuda- danos, se forman propietarios a través de la vivienda social. No se entregan valores humanistas de convivencia en la ciudad; se entregan valores de propiedad bancarios, hipotecas, compromisos legales que tiene la gente que respetar. Y en eso la arquitectura es simplemente una caja de resonancia del poder. No puedo decir que la arquitectura sea la culpable de esto. Pero la arquitectura construye las ideas políticas que ha genera- do nuestro país y que son totalmente neoli- berales y fracasadas desde el punto de vista colectivo y solidario. Hace algunas semanas, el alcalde de Las Condes, Joaquín Lavín, anunció la construcción de viviendas sociales en la rotonda Atenas. El mismo Lavín que un par de décadas atrás comenzó per- sonalmente la destrucción de la Villa San Luis, viviendas sociales emblemá- ticas del gobierno de Allende. -La arquitectura siempre va a estar al servicio del poder. La arquitectura es el bu- fón del poder, construye los escenarios del poder. Los que nosotros conocemos como los grandes arquitectos son los bufones del poder, a los cuales el poder les paga para que ellos hagan un cierto divertimento es- tético urbano para los sectores más acomo- dados y para consolidar el poder de los que lo poseen. Si realmente queremos tener un país más equitativo, cambiemos el sistema político. La arquitectura, luego, va a cam- biar por sí misma. Los Estados de bienestar escandinavos, que son el modelo más exi- toso que ha tenido el planeta en términos de equidad, no han sido considerados ni de asomo como una opción para repetir su éxito, porque los que están en el poder no están dispuestas a ceder una gota de éste a “los otros” . La arquitectura de los Estados de bienestar escandinavos ha construido el Estado de bienestar, pero después de que la política ha decidido que iba a ser equi- tativa, ética y solidaria. Y la arquitectura escandinava ha construido viviendas socia- les, escuelas, librerías, bibliotecas, espacios públicos, en la lógica de la equidad, la ética y la solidaridad. Entonces, ¿sería ilusorio esperar que a partir de la creación de una villa de vi- viendas sociales en un sector donde el paño de terreno es carísimo, estamos creando inclusión? -Es una ilusión doblemente ficticia porque se genera discusión sobre un pro- yecto específico y hay miles y quizás millo- nes de personas en Chile que están requi- riendo mejores condiciones de vida. Estaba leyendo un reporte económico sobre Chile donde el promedio de ingresos es 550 mil pesos. Pero el 75 por ciento está por deba- jo de ese promedio. O sea, reciben mucho menos. Ese es el promedio. Esos niveles de inequidad que tiene Chile hacen totalmen- te imposible pensar que la arquitectura va a construir un cambio social. Es imposible que la arquitectura produzca cambios so- ciales con los niveles políticos que tenemos. Arquitectura y catástrofes ¿Cómo han enfrentado en tu oficina el tema tan amplio de la arquitectura y los derechos humanos? -Hay una parte teórica, un grupo que está pensando sobre esto, y que estamos de- sarrollando el manifiesto “Arquitectura es un derecho humano”; lo estamos haciendo en muchos países del mundo en forma co- lectiva y debería estar terminado el borra- dor a fines de este año, para la celebración de los 70 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos, el 10 de diciembre. Y por otra parte tenemos un área práctica que es la mayor, donde estamos haciendo proyectos que nosotros buscamos a través de los medios de comunicación. Leemos los diarios, escuchamos la televisión y ve- mos dónde hay necesidad de arquitectura. “Si realmente queremos tener un país más equitativo, cambiemos el sistema político. La arquitectura, luego, va a cambiar por sí misma”.
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