Palabra Pública - N°10 2018 - Universidad de Chile
contado esto y nadie haya respondido, pero Neruda sabe que puede contarlo porque no era extraño que esto sucedie- ra en esa época y porque se trata de una empleada de la clase paria que a nadie le va a importar- asegura. Según Meruane, la comodidad y la impunidad con la que el poeta puede relatar esos hechos de violencia son los que salen a relucir y generar escándalo. La misma impunidad, dice, aparece en Fuguet, “sólo que los tiempos han cam- biado y la manera de considerar estos hechos también –por más que se trate de una empleada sin poder, esa mujer tiene derechos y mayor reconocimien- to. Esto no es admisible, y lo que sor- prendente ahora es que tras la abierta confesión de violencia sexual no esté habiendo más pelotera”. “Creo que decir ‘violé a una mujer’ es tal cual como decir ‘yo torturé personas’; es lo mismo, quiebras y anulas a ese cuerpo, eso no se borra, sólo se aprende a vivir ‘a pesar de’. Me encantaría que los de- litos de abuso sexual y violaciones sean imprescriptibles, que tengan categoría de crímenes de lesa humanidad. Me pare- ce que va más por ahí que enfrentar o censurar al hombre Fuguet”, asegura la poeta Ivonne Coñuecar. -Me parece que esta arremetida crítica que está generando el feminismo actual no puede obviar el vicio de la industria literaria que convierte a ciertos escrito- res en ídolos y más que lectores genera fans. Fuguet me parece un personaje, un escritor y un realizador que goza de una atención desproporcionada. Tuvo muchas oportunidades, educación su- ficiente y tiempo para cuestionar ese texto y no lo hizo, estamos hablando de una obra publicada el 2017. Siendo quizás muy mal pensada, tal vez esté consciente de lo que está haciendo y de lo beneficiosa que le resulta esta provo- cación para continuar manteniendo la atención y vender, para mi gusto, libros prescindibles- dice la periodista y escri- tora Naomi Orellana. La autora de Vida de Hogar destaca la necesidad de que posterior a estos cues- tionamientos públicos “se vaya más allá y dejemos de pensar en cómo podemos hacer desaparecer ese texto o prohibirlo, porque no es posible, el texto está, existe y como ese muchos y mucha literatura. Incluso bellas escrituras que sostienen vergonzantes exposiciones”. Crimen y castigo La polémica que levantó el extracto de Confieso que he vivido provocó la apari- ción de columnas –como “Confieso que he violado”, de la periodista Carla More- no- y también iniciativas más concretas, como el “Breve decálogo de ideas para una escuela feminista”, de las españolas Yera Moreno y Melani Penna, que pro- ponen, entre otros puntos, “eliminar libros escritos por autores machistas y misóginos entre las posibles lecturas obli- gatorias para el alumnado. Ejemplos de libros y/o autores machistas a eliminar de los temarios: Pablo Neruda ( Veinte poemas de amor y una canción desespera- da ), Arturo Pérez Reverte y Javier Marías (cualquiera de sus libros)”. -La violación que Neruda confiesa –con cierta vergüenza– fue un crimen real que lo deshonra y creo que él lo sabía. Sin embargo, proscribir o desaconsejar la lec- tura de la poesía de Neruda porque su autor cometió un crimen, es un exceso. Condenar a la obra artística por los de- litos personales del autor parece una for- ma de venganza arcaica, como condenar a los hijos por las culpas de sus padres- asegura el escritor Carlos Franz. Según Franz, la ficción narrativa es un reducto final de la libertad de expresión. “Se ha ganado ese derecho precisamente porque al ser ‘ficción’ ha renunciado al poder real. La inutilidad práctica del arte y la literatura son el precio que estos pa- gan para que en ese espacio irreal todos nosotros, los creadores y los lectores, sea- mos libres de imaginar lo que nos place y lo que nos horroriza”, asegura el autor de Si te vieras con mis ojos . Elvira Hernández se declara contraria a los vetos en las obras literarias. “Si se conside- ra que hay obras ideológica o estéticamen- te configuradas por elementos machistas, y las hay en abundancia pero muchas de ellas también son portadoras de una exce- lencia literaria, a mi juicio, no se debe tra- tar de borrarlas del mapa de la literatura sino de examinarlas con pinzas, sacar a la luz todo el caudal de costumbres; analizar esa forma de dominación que imperó y a la que no se pudo enfrentar con la radica- “En este país la oligarquía buscaba niñas limpiecitas, jovencitas, para que fueran inauguradoras de sus hijos y les quitaran la virginidad. Es una costumbre que por supuesto hay que erradicar y que es brutal. Pero esa costumbre que nosotros naturalizamos es también parte de aquello de naturalizar ciertas obras en la literatura”, dice Pía Barros. P.42 P.P. / Nº10 2018
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