Palabra Pública - N°9 2018 - Universidad de Chile

que evoca la de cuerpos lanzados al mar por agentes de la dictadura, el trabajador anónimo, despojado de la condición de héroe, aquel que representa el excedente de la épica, es parte de una microhistoria, la del culto familiar, íntimo, cuya lengua ilumina la ruta de la poeta, “como si fueras el mensajero que esperábamos”. La voz enunciativa se dirige a ese otro, mediante el “como si”, estableciendo una voluntad de ilusión o de ficción (Pérez López, Pablo Javier. “La voluntad de ilusión como con- dición de la existencia”. Thémata Revista de filosofía N° 41, 2009, p.345.) que per- mite convocar la necesidad de lenguaje. En el segundo tramo de este poemario, “Tierra ajena”, se reitera el diálogo con los difuntos y la estirpe, lo que permite cons- tatar la construcción de un lugar inesta- ble, ya que la receptividad de “los vivos” es pasiva. En contraposición, la voz que lleva este poemario se manifiesta dinámi- ca y laboriosa, así dice: “Este es el camino que yo escogí: / soltar las cargas de la opre- sión/ entrar en el blanco pozo de los de- seos/ combatir la oscuridad dentro de mí. / Cargo a la muerte en mis brazos y echo andar.” (27). Se manifiesta acá una con- sonancia entre la búsqueda realizada por los muertos y por la poeta, igualados en su tránsito en busca de un lenguaje con- formado por un colectivo: “Mi lengua ca- rece de prestigio, / pero bajo la corteza de mi corazón errante/ resuenan las voces de aquellos rostros olvidados: / el alma tras el alma, su aliento como un don/ que el viento esparce y multiplica sobre la tierra” (28). La ausencia de autoridad o fama no opera como condena; al contrario, permi- te que la voz lírica remarque su inclusión en un colectivo, el de las “voces de aque- llos rostros olvidados”. Esta reafirmación de clase, esta consciencia de un lugar me- nor dentro de un campo social y cultural, responde con precisión a las matrices más “La aridez y las piedras es un grandioso volumen, compuesto con precisión y vigor, donde se manifiesta una opción política de la poesía a través de reenvíos entre una visión ontológica e ideológica”. “La autora nos plantea en este libro un duelo constante ante el martirio, terreno del cual parece imposible salir, pero el cual sí se puede confrontar”. que representa con fidelidad lo señalado es “Martirios” (48-49), que convoca la voz de la figura materna de la hablante que así dice: “Hay que sorber las aguas espesas de la Historia, / que nunca tuvo puntos altos ni detenciones/ (mira cuántos muertos); / no esquivar los golpes, no acobardar/ ante el peso de las palabras y las pregun- tas, / el fuego y el hierro de nuestras vidas” (49). La voz orienta sobre la correlación entre historia, sujeto y poesía. Incita a la hablante a recibir y enfrentar la violen- cia, por ende la historia, sin esquivar la reflexión, la incertidumbre, la crítica, la escritura, podríamos añadir. Quisiera cerrar estas reflexiones citando un verso del penúltimo poema del libro: “Lo cierto es que ahora ni siquiera recuer- do/ mi nombre/ dicen que es Verónica” (61). La función-autora se encontraría restada; ausencia que permitiría que la voz autoral se excuse de la jerarquía que otorga su nombre, el poder y la autoridad de un yo que elabora esta escritura, y que pese a sí, ocupa una posición de privilegio ante la representación de la realidad ela- borada. Esta voz, por tanto, por un lado se resta, pero por otro se suma al colecti- vo de los señalados en el poemario como anónimos, aquellos sin un lugar en la his- toria ni la épica. Entonces, sólo queda en pie una palabra en femenino, una visión socio-mística y un deseo de escritura que trasciende la autonomía de la sujeto auto- ra y de la poesía en relación a la facticidad. La aridez y las piedras es un grandioso vo- lumen, compuesto con precisión y vigor, donde se manifiesta una opción política de la poesía a través de reenvíos entre una visión ontológica e ideológica. Las incer- tidumbres y certezas, de tal modo, resul- tan unificadas al deseo de articular una voluntad de escritura que se excede, pero que fatalmente regresa al verso. profundas del individualismo que se im- pone en el hacer poético y en las prácticas de vida actuales, donde el yo se vincula al nombre de aquellos que tienen prestigio. “Reino del frío” es la tercera parte y final de este magnífico poemario, donde se impone una lírica narrativizada, austera y rigurosa en la precisión del ritmo y las fi- guras retóricas. En este apartado destacan poemas que recogen la tradición hagio- gráfica, enfocados en mujeres martiriza- das, tal como la propia hablante, perse- guida, enjuiciada, todas abordadas desde un enfoque místico-material. Un poema P.30 P.P. / Nº9 2018

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