Palabra Pública - N°9 2018 - Universidad de Chile

En la última página de este libro se encuentra el siguiente fragmento: “La poesía está dotada de un impulso que la lleva a saltar fuera de los libros. No pide permiso para entrar en las casas ni rodar por los campos, ni cruzar los mares […] La poesía nos enseña a participar de la co- munión con el mundo” (63). Se trataría, de tal modo, de una conexión entre poe- sía e historia y vidas; por tanto, no sólo reconocer escrituras maestras sino que hacernos parte de un común, rompien- do la autonomía del sujeto y del arte. El sentido comunitario y la función de la poesía integrada a la condición de sujeto es la mayor preocupación de La aridez y las piedras (Santiago, Garceta, 2016) de Verónica Jiménez. Un volumen acerado, sobre el daño y la derrota, pero también sobre la muerte resignificada en el senti- do de potenciar la vida y la escritura. La autora nos plantea en este libro un due- lo constante ante el martirio, terreno del cual parece imposible salir, pero el cual sí se puede confrontar. “Campanas de nieve”, el primer segmento de este volumen, traza una ruta contem- plativa y dialogante en torno a la muerte a partir de una voz de mujer que se concen- tra en su origen y en sus muertos: la figura del abuelo, su infancia y conexión con las ánimas. La concepción de la muerte que desarrolla la poeta bien puede distinguirse Poesía sin estirpe POR PATRICIA ESPINOSA CRÍTICA DE LIBROS en este verso: “Porque la muerte no es más que un horizonte. Y ese horizonte no es más que un camino que transitan los difuntos buscando un lenguaje que los guie en la oscuridad (15). La trabazón entre el itinerario de la muerte es similar al de la poesía, ya que ambas irían en busca de un lenguaje que no privilegia comunicar, sino un lengua- je-guía en una ruta de oscuri- dad. Esta búsqueda, quizás, sea otro de los objetivos primordiales de Verónica Jiménez, buscar un lenguaje cuyos emisarios sean los fa- llecidos. En sentido metaliterario, se tra- taría de conjugar hablas, no sólo literarias sino de seres comunes. Esta visión permi- te el ingreso de lo social al volumen. Así la poeta dice: “Enciendo una vela para tu re- poso/ para que su llama te sostenga/ como si fueras el mensajero/ que esperábamos/ no aquel/ a quien un poeta aguardó/ tres años cerca de la playa/ sino tú/ un obrero arrojado/ en las costas/ de un país levan- tado/ sobre panteones/ un hombre sin es- tirpe/ a quien no estaban destinadas/ las catedrales de la historia/ o del mito” (12). Los versos anteriores, además de exponer la grandeza compositiva y de imágenes donde se conjuga lo místico con lo social, permiten advertir el reconocimiento de una referencialidad de raigambre popular. El obrero, arrojado a las playas, imagen “La aridez y las piedras” de Verónica Jiménez P.29 Nº9 2018 / P.P.

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