Palabra Pública - N°8 2017 - Universidad de Chile

“Hay zonas en donde el pentecostalismo es cada vez más fuerte y creo que la razón para que esto haya ocurrido puede resumirse en una palabra: abandono. Se trata de zonas en donde las personas más pobres parecen haber encontrado en una religión dura y fóbica una tabla de salvación y una manera de ser parte de algo, de una comunidad”. derrumbado, vaciado de alumnos. No sucedió así con los colegios de la red de los Legionarios de Cristo cuando se descubrió que Marcial Maciel – su fundador- no sólo era un abusador sexual, sino que mantuvo una doble vida y abusó incluso de sus hijos. Hasta cierta forma estos casos –la oposición de un rector a una ley y la sobrevivencia de los colegios a pesar de las conductas criminales de su inspirador- revelan una matriz cultural mucho más vigorosa de la que imaginamos, impermeable incluso a los hechos más evidentes y relacionada con la perte- nencia de clase. La misma matriz que a principios del siglo XX impulsaba a los sectores más conser- vadores y ricos a oponerse a la expansión de la educación pública, sembrando la sospecha sobre su moralidad. Aquella tirria por la educación pú- blica finalmente encontraría un aliado formidable casi un siglo después, cuando la dictadura comen- zó a desmantelar primero las universidades estata- les y luego las escuelas y colegios fiscales a través de la municipalización. Los gobiernos de la tran- sición agudizarían el cambio con la creación del copago. La mayor parte de esos establecimientos de copago tendrían orientación religiosa, es decir, un cierto adoctrinamiento asegurado. Incluso la idea misma de que un establecimiento suscribiera a una determinada fe funciona como un certifi- cado de moralidad en una cultura en donde los “valores morales” tienden a ser sinónimo de “reli- giosidad”. Basta recordar que en Chile se creó la idea de “agenda valórica” –instalada por sectores políticos conservadores- para referirse a reformas de derechos civiles. Por otro lado existe la creciente influencia del mundo evangélico pentecostal, una forma de protestantismo ultra conservador que ha logrado inmenso poder en Estados Unidos, Brasil y Co- lombia y que en Chile ha apoyado la agenda de la ultraderecha de políticos como José Antonio Kast. La expresión más amarga de este poder fue la pues- ta en escena del llamado Te Deum evangélico de este año. La ceremonia fue una larga sucesión de hostilidades lanzadas contra la presidenta Bachelet, a quien incluso algunos fieles insultaron durante su llegada. ¿La razón? Ella había empujado una serie de reformas políticas que desde su privada religio- sidad consideraban no tan sólo equivocadas, sino derechamente diabólicas. La situación provocó cuestionamientos sobre la necesidad de este tipo de rituales, sin embargo es probable que muchos políticos no se atrevan a terminar con el Te Deum evangélico por la misma razón que no se atreven a lograr un acuerdo para acabar con el católico: los votos más religiosos. Hay zonas en donde el pen- tecostalismo es cada vez más fuerte, áreas en las que antiguamente la izquierda triunfaba, pero que donde ahora el conservadurismo religioso campea. Creo que la razón para que esto haya ocurrido pue- de resumirse en una palabra: abandono. Se trata de zonas en donde las personas más pobres parecen haber encontrado en una religión dura y fóbica una tabla de salvación y una manera de ser parte de algo, de una comunidad. Una necesidad que antes pudo haber sido resulta por el catolicismo –que se retiró de amplios sectores del mundo popular- o por la política, ahora encuentra satisfacción en es- tas nuevas iglesias que en Brasil se han transforma- do en una industria de la fe. P.64 P.P. / Nº8 2018 / Dossier

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