Palabra Pública - N°8 2017 - Universidad de Chile

por ejemplo, la sociedad feudal. Durante la Colonia Chile fue una posesión de la Corona. España, en ese entonces, controló el comercio de modo semejante a como impidió que entraran en América otras reli- giones distintas del catolicismo. En las monarquías confesionales, las religiones se han beneficiado del Estado y este de aquellas. En estos casos la posibilidad de los ciudadanos de des- empeñarse en el foro público ha podido ser un privi- legio, pero no un derecho. En las sociedades moder- nas, en cambio, el “credo” religioso no ha podido dar ocasión a tratos preferenciales que perjudican a unos por beneficiar a otros, lo cual equivale a imponer tal credo a los que no lo comparten. La laicidad del Es- tado en las sociedades modernas le exige abstenerse de todo favoritismo. El Estado laico es responsable, en este sentido, del pluralismo. Debe ser neutral. Es más, por ser laico no sólo debe abstenerse de hacer fa- vores arbitrarios sino también de intervenir contra las agrupaciones intolerantes que arriesgan la paz social o procuran aprovecharse del Estado para su propio be- neficio. Históricamente la laicidad del Estado surgió para impedir la intolerancia religiosa. ¿Ha cumplido su promesa? Habrá que ver dónde. Por otra parte, también cabe preguntar: ¿ha cum- plido el Estado laico su promesa de abstencionismo ideológico ante los poderes fácticos o grupos de in- terés? Casi nunca. Las facultades universitarias, para retomar el ejemplo, son a veces presa de sectarios de- votos del republicanismo. Ocurre, además, que hay facultades universitarias estatales “gremialistas”, que sin importar si son ideológicamente de derecha o de izquierda, se han convertido en un coto cerrado de académicos que “se arreglaron los bigotes”. Pregun- to si acaso se ha dado el caso de facultades masonas. Realmente no lo sé. La laicidad es una virtud que hace que el Estado sea independiente y servidor del bien común. Pero nada impide, y diría que es incluso obligatorio, que la laicidad sea también una virtud de todos los ciuda- danos. Pienso que las organizaciones de la sociedad civil, las iglesias y asociaciones parecidas, además de las personas individualmente consideradas, debieran ser “laicas”. Esta debiera ser una característica de la sociedad y no sólo de un Estado moderno. La Iglesia Católica, por ejemplo, debiera poder ser responsa- ble de que los bienes públicos sean garantizados a todos por igual. Debiera, por lo mismo, abstenerse de pedir un trato especial. Cada chileno debiera ser “laico”, respetar la función del Estado de velar por lo público y exigir de él lo que necesite para desarrollar sus iniciativas, pero sólo cuando estas sean motivadas por el bien común. P.61 Dossier / Nº8 2018 / P.P.

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