Palabra Pública - N°8 2017 - Universidad de Chile

“En un contexto como ese, ¿qué es Chile hoy, a inicios del siglo XXI? Es claramente un Estado religioso. Ni confesional, ni laico, ni tampoco anti religioso, pero sí religioso, puesto que ayuda de distintas formas a todas las confesiones y credos (aunque casi siempre más a una que a las otras)”. silenciosos, no pontificadores, que se limitan a creer y a quienes no se les ocurriría argumentar a favor de su creencia. En fin, hay todavía una quinta posición, que es la del filósofo Gianni Vattimo, quien dice que “cree que cree”, y que llama incluso a conformarse con eso –a creer que se cree y a no creer a ciegas-, puesto que sólo una fe débil como esa puede suavizar el mensaje y proceder de religiones que a lo largo de la historia se han comportado agresivamente con quienes no compartían su fe. Quiero aludir ahora a la distinción entre “seculari- zación” y “secularismo”, la cual, en cierto modo, se corresponde con la distinción entre “laicismo” y “lai- cicismo”. Sin embargo, “secularización”, propiamen- te hablando, alude a un proceso histórico que hemos vivido y continuamos viviendo a escala de todo el planeta, el cual se encuentra especialmente avanzado en Occidente, mientras que “secularismo” alude a la ideología que apoya o empuja dicho proceso, aunque “secularismo” puede ser también otra cosa: la ideolo- gía de la repulsa o rechazo de las religiones, y, aun, de la misma idea de Dios. Por su parte, “laicismo” es lo que se predica de alguien que es laico. Pero “lai- co” puede significar también varias cosas, según los distintos contextos de uso del término: el que den- tro de una iglesia como la Católica no es clérigo; el que propicia que el Estado debe estar separado de las religiones y de las iglesias y comportarse de ma- nera neutral frente al mensaje de todas ellas; y el que propugna una educación que no incluya la enseñan- za pública de ninguna religión. “Laicicismo”, a su turno, equivale a “secularismo” en la segunda de las dos acepciones que señalamos antes para esta última palabra. Y si acabamos de poner “religiones” e “igle- sias” es para evitar la confusión entre aquellas y estas. Así, por ejemplo, si el cristianismo es una religión, la Católica es únicamente una iglesia, una iglesia cris- tiana, por cierto, pero que convive con muchas otras iglesias que comparten la religión cristiana. Vattimo afirma que las iglesias son a las religiones como los clubes de fútbol al fútbol. Pues bien, llamo “secularismo” a la ideología y com- portamiento del rechazo o repulsa de la religión, y llamo “secularización” al intento humano de con- seguir una explicación del mundo sin necesidad de recurrir a la afirmación y ni siquiera a la hipótesis de la existencia de Dios. Así entendida, es decir, como un proceso en virtud del cual asuntos estrictamente humanos, tales como el arte, la ciencia, la política, el Estado, el derecho, son explicados y fundamen- tados con entera prescindencia de la idea de Dios, la secularización no sólo resulta compatible con la religiosidad, sino que se vuelve posible ver en ellas dos fenómenos radicalmente humanos y, por tanto, en cierto modo, convergentes. Uno de los pensamientos que mejor refleja esa idea lo debemos a un hombre de fe, el teólogo jesuita Henri De Lubac, quien dijo que “si Dios descansó en el séptimo día, ello significa que alguien en adelante tendría que ocuparse del resto”. Vista del modo que hemos señalado, ¿no podrá cons- tituir la secularización un proceso incluso favorable P.47 Dossier / Nº8 2018 / P.P.

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