Palabra Pública - N°8 2017 - Universidad de Chile
emblemáticas de eso. Muchos de estos lugares hoy en día ya no son como antes, un paso para buscar algo mejor. Hay mucha gente que nace ahí, sus papás y sus abuelos nacen ahí, y el futu- ro que ven para ellos es ahí mismo, donde además hay grupos muy fuertes. Por último están los sistemas de justicia, que en la mayoría de los países son disfuncionales. No está funcionando en México, Brasil, El Salvador, ni Honduras. También son países que se han neoliberalizado desde los ‘80 a la fecha. Se le da quizás más valor al dine- ro fácil o se mitifican figuras de narcotra- ficantes, como grandes rockstars , tal como hablas en tu libro, versus figuras más tradi- cionales latinoamericanas, de los revolucio- narios que lucharon por justicia. -Sí, yo creo que eso es un factor. En mis libros intento darle peso a la cultura como un factor que explica, pues lo veo muy interesan- te. Llama la atención el tema de las telenove- las, cuántas son de narcos. El patrón del mal , La reina del sur , El señor de los cielos . En Méxi- co, a las horas más populares, cada canal tiene algo del narcotráfico. En el tiempo de Calde- rón intentaron hacer una novela sobre poli- cías, meter el género de las policías, pagando y todo, que se llamaba El Equipo , que no tuvo éxito. Para mí es interesante la figura del Che Guevara y del Chapo Guzmán. Los dos son “Ch-Gu”. El Chapo se ha convertido en una figura reconocida a nivel mundial. En Estados Unidos la cantidad de gente que conoce quién es Guzmán es impresionante. En México, si le preguntas a un niño de ocho años quién es Chapo Guzmán, va a saber. Si preguntas quién es Che Guevara, no lo van a saber. Digo esto como figuras tan diferentes en todos aspectos: Chapo Guzmán, que viene de la pobreza y llega a la riqueza, es visto como un antihéroe. ¿Cómo definirías la narcocultura? -Narcocultura es la cultura que usa el ambiente del narco- tráfico. Pero también se convierte en una subcultura vendible, que otras personas que no están en esto les gusta y quieren imi- tarla. En México esto sucede sobre todo en Sinaloa, que tiene una narcocultura más clara, porque el narcotráfico lleva cien años ahí. Está definido por la música de los narcocorridos, todo un género en que muchas veces los narcotraficantes pagan a los músicos para hacer canciones sobre ellos. Y esta cultura también se ve en la ropa que usan, que combina cosas de vaquero más tradicional con lo moderno. Las mujeres, a quienes muchas ve- ces quieren pagarles sus cirugías plásticas; ropa que las muestra impresionantes, así ellos se sienten más “chingones”. Hay mu- jeres que también son jefas y sicarias; hay otras que ven positivo ser la novia del traficante o la esposa. Es un camino de riqueza y poder. También las casas son ostentosas. Toda la narcocultura es ser ostentoso, rebelde al mismo tiempo. Una cosa que me llama la atención: estaba viendo la colección de armas de un narcotraficante, que tienen armas con diamantes y varias co- sas. Y tenía un arma que tenía una imagen de Pancho Villa, otro que tenía la imagen de Versace. Entonces al mismo tiempo les gusta identificarse como un rebelde, contra el siste- ma, y con un ícono de la moda y la riqueza. Es una cosa rara que se expresa muchas veces en la narcocultura. Este problema, que ya es estructural, ¿se puede combatir? ¿Sirven las políticas públi- cas a estas alturas, cuando ya está el poder corrupto? ¿Es un camino la legalización de las drogas? -Lo dijiste en la pregunta, es uno de los retos más fuertes. Uno quiere que el sistema político resuelva eso, pero cómo puede resolverlo, si el sis- tema está corrupto. Si hablamos de soluciones, yo lo veo en tres áreas. Una es la reforma de la política de la droga. Hace diez años muchas personas dijeron que era imposible hablar de legalizar la marihuana. Y ya está legalizada en varios es- tados de Estados Unidos y otros países como Uruguay. No necesariamente legalizarlo todo. Hay que legalizar una parte e intentar reducir el mercado negro, para que el narcotráfico en su conjunto sea menos rentable de lo que es ahora. Segundo, qué políticas públicas realmente pueden ayudar al problema de la pobreza y los marginalizados. Y tercero es cómo hacer un sistema de justicia que funcione. Es difícil cuando el mismo Estado es corrupto, pero tiene que tener una presión ciudada- na de buscar sistemas de justicia que funcionen. En México la sociedad civil es fuerte en algunos lugares. Tenemos que criticar pero además proponer. “(El narcotráfico) ha sido un conflicto endémico, que crece año a año, que no tiene un fin claro ni objetivos claros, en que sigue habiendo más sicarios, combatientes, más Estado reprimiendo, más negocios y se sigue peleando”. P.39 Nº8 2018 / P.P.
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